“El indigente Javier González, “El Cobijas” dormía frente a la presidencia municipal de esta ciudad, cuando de pronto despertó envuelto en fuego, mientras un grupo de ocho juniors huían después de rociarlo con gasolina. (…) ‘Si se rajan se van conmigo’, repitió tres veces Ricardo Wong, quien así tuvo que amenazar a sus compañeros de diversión quienes le pidieron regresar para apagar las llamas, según consta en la declaración ministerial de uno de los involucrados”. Así inició su nota Emmanuel Salazar para el diario Reforma en mayo de 2005 en donde reportaba el crimen perpetrado por un grupo de juniors en Zacatecas. No obstante, ese crimen se sumó a muchos otros dirigidos a indigentes en esa ciudad, pero que hasta ese momento, sólo se habían quedado en golpizas. “Todos tienen entre 18 y 20 años de edad. Son hijos de acaudalados empresarios y comerciantes de esta localidad. Son un grupo de jóvenes que para romper el tedio que les dejaban sus noches de tragos, decidieron ocupar sus madrugadas en golpear a cuanto indigente deambulaba por las oscuras calles del pueblo o recostado en alguna esquina. Esa fue su rutina durante semanas”, reportó Alfredo Valdez para La Jornada en esos momentos. Ya desde ese entonces el hecho llamó poderosamente mi atención pues me recordó que en España, concretamente en Madrid, existió allá por 2004 un grupo de jóvenes que golpeaban personas en el metro, principalmente migrantes, y grababan todo en video, como si se tratara de hacer su propio reality show. Hasta donde supe, no se les había detenido; lo mismo sucedió con el junior zacatecano.
Más adelante, en 2006, una banda de criminales –juniors también– asoló la ciudad de Culiacán con ataques a indigentes. Javier Valdez corresponsal en ese momento para La Jornada lo pone de esta manera: “‘Mira lo que me hicieron los culeros, mira’. La voz de Ignacio Franco se escuchaba fuerte, pero empezaba a apagarse. El fuego, voraz, consumía su cuerpo: un grupo de vándalos, presuntamente narcojuniors, lo despertaron a patadas, lo rociaron con gasolina y le prendieron fuego. Horas después murió. Desde septiembre pasado indigentes de Culiacán han sufrido diversas agresiones: seis han sido quemados, al menos 20 golpeados con bates y palos, y uno fue tomado de tiro al blanco por los agresores, quienes le dieron muerte de tres balazos. Según versiones de los afectados, los responsables de los ataques son unos 10 o 15 jóvenes que operan entre 1 y 3 de la mañana y se transportan en tres vehículos: una camioneta Chevrolet, un automóvil compacto y una camioneta Lobo, color verde o Hummer blanca”. Pese a que el modus operandi fue similar en múltiples casos, no se inició una averiguación previa como es debido y los delitos quedaron impunes. Desde entonces, se han sucedido uno a uno, casos de juniors que, generalmente en estado de ebriedad –aunque no exclusivamente– golpean, amenazan e intimidan a policías, a autoridades, a gente del común y al que se deje con impunidad. Poco les importa que queden grabados en video y que sean exhibidos en redes sociales e inclusive en la televisión pues saben que no sucederá nada.
Y lo más reciente de los juniors son los dos casos que han tenido resonancia en redes sociales: los denominados “Porkys”, acusados de haber violado tumultuariamente a una chica en Veracruz y, en ese mismo estado, a los juniors que violaron a una chica en el baño de una casa después de que ella perdiera el conocimiento producto de la cantidad de alcohol que había consumido. Ella se enteró al otro día debido a que los jóvenes grabaron el hecho y lo subieron a la red y se volvió “viral”. En todos los casos hay hijos de empresarios, de políticos de todos los niveles y aparentemente relacionados con altas esferas de poder, por lo que estos jóvenes no han sido llevados a la justicia. Pero el que haya impunidad en este país, bueno, es algo tan normal que no extraña que estas cosas sucedan; no obstante, no deja de indignar. Lo peor del caso es que estas chicas están siendo acosadas y señaladas por haber “provocado” ellas a sus agresores; por haberse colocado en situaciones de riesgo. Como lo he dicho ya en otras ocasiones, nada justifica esas acciones, ni la violación, ni las agresiones, ni el asesinato. Por cierto, estos jóvenes que estudian generalmente en universidades privadas, carecen al parecer de una formación mínima en valores o simplemente han sido formados en otros donde el abuso, el despojo, la violación y en general, la utilización de las personas como divertimento, como objetos desechables, se encuentran seguramente bien impregnados hasta en la médula de sus familias. Si quieren algo, simplemente lo toman, aunque ello no necesariamente sea con el consentimiento de la víctima. Hay videos de arrepentimiento, hay negociaciones con los padres de las víctimas, pero lo que pervive al final es la impunidad. Estos jóvenes son el pulso de este país donde todo es posible si se tiene dinero y poder; a diferencia de las atrocidades cometidas por el narcotráfico, las cometidas por estos herederos de la sociedad son peores pues, si las cosas no cambian, serán los empresarios y los políticos del futuro, actividades que de ninguna manera, en el deber ser, se relacionan con la criminalidad; las evidencias dictan, empero, que son violadores, golpeadores y asesinos de “alcurnia”, provenientes de lo “más granado” de la sociedad, pero criminales a fin de cuentas… y lo que es peor: impunes.