Adriana Dávila Fernández es una mujer que descubre la política, a partir de su ingreso como empleada del Comité Directivo Estatal (CDE) del Partido Acción Nacional (PAN) en 1996, a la edad de 26 años, después de egresar de la carrera de periodismo de la escuela Modesto González Galindo y desempeñarse como reportera en medios locales.
El vacío que encuentra Felipe Calderón Hinojosa en Tlaxcala, plaza dominada por Santiago Creel y los cuatro fantásticos (Adolfo Escobar, Sergio González, Benjamín Ávila y Felipe Flores) que engolosinados con el poder local, dejan a la Presidencia de la República el espacio para que crezca la figura de Adriana Dávila.
El padrinazgo la cuida otorgándole posiciones de título oneroso pero nula experiencia, que la convierten en candidata al gobierno del estado, por más apoyo de secretarios de Estado y gobernadores, pero no bastan para alcanzar el triunfo por la falta de una estructura local propia, a cuya conquista se dedica después de la derrota.
La estructura local la construye luchando contra el gobernador de Puebla, quien busca por todos los medios tener bajo su sombra al panismo de Tlaxcala, que compromete en una coalición y candidatura para el Partido de la Revolución Democrática (PRD), a la que Dávila se opone y derrota para convertirse, por segunda vez, en candidata al gobierno del estado.
El gallinero
A fines de los noventa, el PAN experimenta una crisis que obliga al Comité Ejecutivo Nacional (CEN) a enviar delegados –Ángel Chávez y Rogelio Flores Mejía–, quienes dejan el partido, en 2001, en manos de los llamados cuatro fantásticos. En ese año, Adolfo Escobar y Sergio González se convierten en diputados locales y en 2002 el Consejo Estatal elige a Adolfo Escobar como presidente del CDE.
Cuando Héctor Ortiz Ortiz sale del PRI y busca la candidatura al gobierno del estado, Santiago Creel le abre las puertas del PAN. Así lo recuerda César Nava: “llegó hace seis años al PAN, tocó la puerta, pidió ser un compañero más, ha estado con nosotros, ha gobernado bien y a la hora de la definición (del candidato) se la ha jugado con el PAN, con el presidente de la República (Felipe Calderón) y estoy seguro que contamos con él para ganar de nuevo la gubernatura” (26–IV–10).
Los cuatro fantásticos se convierten en damas de compañía del gobierno de Héctor Ortiz Ortiz, lo que les permite ser designados como secretarios de Gobierno, de Obras, de Contraloría, de Desarrollo Social, y brincar a la representación popular como diputados federales, lo que hace olvidar el espacio federal para disfrutar de las mieles del poder local.
El presidente del CEN del PAN es Felipe Calderón (1996–1999), con quien Adriana Dávila Fernández establece buena relación, a grado tal que la gran oportunidad llega cuando éste es precandidato a la Presidencia de la República y no tiene a nadie que lo represente en Tlaxcala, la única que está fuera de la esfera de los cuatro fantásticos es una candidata perdedora a una diputación local.
Felipe Calderón llega hasta Palacio de Gobierno para solicitar audiencia al gobernador y demandar que si no apoya su candidatura, no meta las manos para favorecer a Santiago Creel, a ese grado llega la falta de “representación” del futuro presidente de la República, quien jamás olvidó esa diferencia.
El triunfo en la interna que lo convierte en candidato a presidente de la República le permite premiar a su “representante en Tlaxcala” con una candidatura a diputada federal plurinominal. No la arriesgan para evitar la experiencia de 2004 y opta por lo seguro, convirtiéndola en legisladora.
Ante de llegar a San Lázaro, en el currículo de Adriana Dávila se registra: jefa de prensa y difusión de la Comisión de Radio y Cinematografía (RTC), subdirectora de relación pública de la Asociación de Municipios de México y jefa de proyecto de un programa de la Coordinadora Nacional de la Cultura del Agua. Nada trascendente.
Los dueños del gallinero
En 2006 y 2009, el padrinazgo de Calderón la ubica en la primera línea de la élite política azul, como figura decorativa, así en 2008 es designada como secretaria de Vinculación con la Sociedad del CEN del PAN y en 2009 como asesora de Ernesto Cordero, secretario de Hacienda y Crédito Público.
En el PAN de Tlaxcala se produce, de manera natural, una división, lo local, es posesión del gobernador y los cuatro fantásticos, en tanto que lo federal queda en manos del presidente, lo que provoca un equilibrio de fuerzas entre los panistas por la “avaricia” de los cuatro fantásticos. Cuando se decide la candidatura al gobierno del estado en 2010, se hacen presentes las dos fuerzas, la primera representada por el gobernador y la segunda por la Presidencia de la República.
La cultura política de los priistas empanizados ha internalizado que no hay poder mayor que el de la Presidencia de la República y entrega la decisión de la candidatura a Felipe Calderón quien, a través del CEN del PAN, designa a Adriana Dávila como candidata al gobierno del estado y lo mismo ocurre con las diputaciones locales y presidencias municipales.
El gobernador se hace a un lado, declara que su voto es para la candidata del PAN, pero se deja ver una relación fría, ya que ésta no debe nada al Ejecutivo local y éste no incorpora a sus estrategas políticos –Domingo Fernández, Jesús Ortiz Xilotl, etcétera– hasta el mes de mayo de 2010.
En mayo, el presidente del Partido Alianza Ciudadana (PAC), el partido del gobernador, declara: “Nosotros no desdeñamos ningún acto que hace ella, pero no nos invitan. No tenemos comunicación con ella. A Adriana no la conocemos, no ha trabajado con nosotros, por lo que sí es difícil seguir y con la dirigencia estatal no ha habido ningún acercamiento” (12–V–10).
El día del registro Dávila declara: “No estoy aquí porque ya me toca, sino porque con trabajo, con congruencia y con capacidad he tenido la fuerza para romper las barreras de la pobreza y la falta de oportunidades… No estoy aquí para insistir en ser el heredero natural o el ahijado [sic y recontra sic], después de abandonar el estado ante la derrota electoral hace seis años. Estoy aquí por los resultados que ustedes pueden avalar en las responsabilidades que he tenido en la administración pública federal y en el ámbito legislativo”.
La respuesta a esa ingenuidad le llega en voz de la ex gobernadora Beatriz Paredes: “No se vale que el PAN nos faltara el respeto y piense que una candidata como la que postuló ya está en el nivel de gobernar Tlaxcala, Tlaxcala necesita un mandatario con mayor capacidad, experiencia y mayor formación” (10–VI–10).
Encuestas de Ulises Beltrán y Asociados, El Colegio de Tlaxcala y Consulta Mitofsky muestran que la competencia se reduce a dos competidores: Mariano González y Adriana Dávila, pero la coalición del PRI lleva la ventaja, lo que al final provoca la declinación de Minerva Hernández sin ningún efecto positivo en la elección de 2010.
Secretarios de Estado, dirigentes políticos, gobernadores hacen presencia y traen operadores políticos. Pero no logra ratificarse al PAN en Casa Tlaxcala, lo que es interpretado como falta de apoyo del gobierno local y estimula el descubrimiento de que sin estructuras locales poco se puede hacer con todo el apoyo federal.
A la conquista del gallinero
“¡Claro que hay gallina!, aunque hay del otro lado un medio gallo, porque aquí hay gallina, ya lo dije, lo dicen todos, los huevos los traigo yo” (17–V–10), afirma Adriana Dávila, solo para darse cuenta –el 5 de julio– que la caja y el corral tienen dueño, de ahí que si quiere seguir en la vida pública debe conquistarlo o arrebatarlo.
La conquista se hace en dos etapas: la primera en 2010–2012 y la segunda en 2013–2015. En la primera todavía cuenta con el apoyo de la Presidencia de la República y lo primero es colocar a sus “seguidores” en las delegaciones federales, a fin de alcanzar a la senaduría.
En la selección interna cobra su primera venganza al obtener el primer lugar de la fórmula de senadores, lo que permite convertirse en senadora de primera minoría y empuja para que el ex gobernador deje el PAN y se refugie en su partido: PAC.
La segunda etapa se realiza contra el gobernador de Puebla y busca incorporar a su área de influencia al panismo tlaxcalteca. La primera escaramuza se da en 2013 con las candidaturas a diputados y presidentes municipales y la segunda en 2014 con la elección de la presidencia del CDE, con lo que el proyecto presidencial de Moreno Valle se topa con la negativa de conformar alianza con el PRD y otorgar la candidatura a Lorena Cuéllar.
En el espíritu del padrinazgo, Dávila señala: “sería una tontería pensar que hay competencias ganadas, me formé en una línea en que las encuestas nunca fueron favorables en su proceso; el caso es del presidente Felipe Calderón, para mí es un ejemplo y hoy es presidente de la República, así que no tengan duda de que seré gobernadora” (25–V–10).
El apoyo del presidente, la presencia de secretarios de Estados, gobernadores y del gobierno del estado no alcanzaron para ganar la gubernatura, esta vez es más difícil porque el PAC y el Panal que fueron parte de su alianza en 2010, ya están en otra parte.