Martes, abril 16, 2024

Rivera desafía el veto de Moreno Valle en su contra

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Un auténtico desafío al morenovallismo fue la actitud asumida por el ex edil Eduardo Rivera Pérez al acudir al informe anual del rector de la UPAEP, Emilio José Baños, además de declarar que no es “un cadáver político” y que aún no decide si participará en el proceso de sucesión del Poder Ejecutivo. Y es que el ex alcalde, al igual que otros tantos actores políticos, enfrenta la amenaza de sufrir procesos penales y hasta la cárcel si no se ciñen a los mandatos de Rafael Moreno Valle Rosas.

Se sabe que Eduardo Rivera Pérez tiene en su contra tres denuncias penales, las cuales le han sido notificadas a sus abogados, pero no se les ha permitido que conozcan sus contenidos.

Dicho de otra manera, la Procuraduría General de Justicia tiene en reserva esas acusaciones –presentadas después de que el edil dejó el cargo– para ser activadas en el momento en que a Eduardo Rivera se le vea como una amenaza política al morenovallismo.

Esas demandas son los obstáculos que ha colocado el grupo morenovallista para evitar que Rivera se presente al proceso interno del PAN de selección de candidato a la gubernatura o coquetee con la idea de ser un aspirante independiente.

La excesiva regulación que el Congreso impuso para otorgar el registro a candidatos independientes a un cargo de elección popular fue una muestra del miedo, el pavor, que Rafael Moreno Valle Rosas le tiene a personajes como Eduardo Rivera Pérez o su cuñado Fernando Manzanilla Prieto, de que algunos de los dos busque la titularidad del Poder Ejecutivo por la vía independiente y la formación de una coalición de ciudadanos, agrupaciones y fuerzas políticas desencantadas, agraviadas u olvidadas por el gobernador.

Rivera no solamente acumula tres demandas, sino tiene en su contra la negativa del Congreso local –que está controlado desde Casa Puebla– para que se dictaminen tres de sus cuentas públicas, correspondientes a dos años de ejercicio presupuestal y la que registra el gasto en los últimos 45 días de su gestión municipal.

Todos estos recursos los echó a andar el morenovallismo para evitar que Rivera se convirtiera en el líder de la disidencia panista que está inconforme, enfrentada y dolida por la actitud autoritaria del gobernador que llegó al poder con las siglas del PAN, pero que en los últimos cuatro años se ha dedicado a marginar, perseguir o ignorar al grueso de los militantes del albiazul tradicional.

Por eso resulta muy significativo que Rivera hiciera acto de presencia en el informe del rector de la UPAEP, Emilio José Baños, que asumió una importante postura crítica frente a las condiciones del estado de Puebla, al cuestionar el lento combate a la pobreza o la actitud del Congreso que no escucha a la ciudadanía y en el caso de las candidaturas ciudadanas, el haber actuado contra toda lógica democrática.

Pareciera que Rivera con esa presencia –en su alma máter— y sus declaraciones de que va a analizar el contenido de la convocatoria del PAN para elegir candidato a gobernador –para decidir cuál va a ser su participación en la sucesión–, es un mensaje entrelíneas hacia el gobernador en el sentido de que el panismo no ha conciliado sus diferencias con el morenovallismo y que se podría cobrar las afrentas en el siguiente proceso electoral.

Este comportamiento de Eduardo Rivera cobra importancia no solamente por el liderazgo que ejerce en el panismo y por haber sido el alcalde de la capital, sino por ser quien le abrió las puertas del PAN a Rafael Moreno Valle Rosas.

El colega Gerardo Pérez García, en su diario Foro 21, narra con precisión que siendo Eduardo Rivera presidente estatal del PAN recibió una llamada de Moreno Valle –quien en ese entonces era un destacado cuadro del PRI– para pedirle una reunión privada, casi secreta, en la que le habría expresado lo siguiente:

“¡Ábreme las puertas del PAN!”

“¡Me quiero convertir en panista!”

“Tengo un proyecto y seré gobernador de Puebla”.

“Tengo un proyecto más ambicioso para llegar a Los Pinos”

“¡Juégatela conmigo, Lalo”

Y según la información de Gerardo Pérez –reproducida en esta columna con autorización del mismo–, Rivera le creyó a Moreno Valle, se dejó convencer, razón por la cual fue quien inició la gestión para que el Comité Ejecutivo Nacional del PAN le permitiera al ex priista ingresar al partido y un par de años después ser candidato albiazul al Senado.

La historia que siguió ya es de sobra conocida, Moreno Valle les quitó a los panistas el control del PAN, el cual ahora es dominado por ex priistas o personajes ajenos a la doctrina albiazul.

Lo grave de esta historia es la actitud ingrata, desleal, de Moreno Valle hacia quien impidió que se acabara convirtiendo en “un cadáver político”, luego de que en 2004 no logró ser candidato del PRI a la gubernatura de Puebla.

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