Digno es el placer
de ti y de mí:
una flor,
sola,
común.
6
Cada beso era un botón menos,
una súplica que urgía
a revelarle los luceros.
¿Por qué guardaba esos tesoros
en la sombra,
pocas veces asomados
al umbral de su encierro?
Cerrando los ojos,
recorrió con su lengua el perfume
y antes que cayera la blusa,
sintió que se desvanecía,
pues lo había visto todo.
7
Soy tu Alicia
–dijo el espejo, mirándola resuelto–
y se encogió hasta el tamaño
de un alfiler cristalino.
Arrebatado, caminó hacia ella
y le atravesó el pecho.
*Tres tiempos del poema del mismo título.