El terruño entraña una “fijación afectiva al paisaje propio”, decía el historiador Luis González y González. Esa misma “fijación afectiva” la experimentaron los pobladores de San Pablo Ahuatempan al ver plasmados su iglesia y sus linderos con los pueblos vecinos del Valle de Cholula, Puebla, en un antiguo mapa recién restaurado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Este documento fue realizado en 1804, retomando, de acuerdo con lo escrito en una cartela, dos mercedes de los años 1577 y 1784.
Cobijados por un cielo de intensos azules, en él aparecen —en tonos verdes y ocres— parajes, cerros, sierras, volcanes y comunidades que forman, hasta el día de hoy, ese “espacio abarcable de una sola mirada”, otra de las formas en que Luis González definió el terruño.
Al centro del mapa, una rosa de los vientos indica los puntos cardinales, líneas imaginarias donde se asientan los cerros Tlanimaconi, del Tecajete y Zapotecas, los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl, la Sierra de Tlaxcala, Santa Ana Acozautla, San Martín Tlamapa, Santa Isabel Cholula, San Jerónimo Tecuanipan, San Miguel Papaxtla y, por supuesto, San Pablo Ahuatempan.