Es una mujer gorda, muy sonriente,
que se achicala, se polvea y se pule;
pero dicen que no tiene ni un diente
y que por eso usa dientes de hule.
Margarito Ledesma/ Poesías
El uso de postizos es tan viejo como la humanidad misma. Ya en el mundo antiguo como en Egipto, Roma, Grecia, China y otras importantes civilizaciones, se ha documentado el uso de postizos para diferentes usos. Éstos, principalmente se han relacionado con aspectos estéticos, pues las pelucas, bisoñés, pestañas y extensiones de pelo han sido utilizados como medios para acrecentar la belleza física o paliar ciertas carencias físicas y psicológicas.
Hoy en día, aparte de la variedad de uñas artificiales y de los diversos añadidos para el cabello que se aplican en los salones de belleza, así como otros recursos médicos que utilizan prótesis –necesarias– en la ortopedia y la odontología, se ha puesto de moda modificar muchas regiones del cuerpo femenino a través de la cirugía estética, principalmente, con añadidos e implantes que cada vez más tienden a imitar modelos de belleza difundidos por los medios de comunicación masiva, los cuales se convierten en verdaderos arquetipos de pretendida aceptación universal.
Es así, que algunas mujeres, jóvenes y otras maduras, se han agrandado las chichis mediante implantes de silicona, cirugía que se conoce como aumento mamario y cuya forma y volumen está de acuerdo con el gusto de las pacientes y la ética del cirujano. Los senos, aparte de su fisiología como productoras de leche en todos los mamíferos, son órganos importantes de la estética femenina como es el caso de la célebre Tetona Mendoza y de muchas personas que consideran aumentar su autoestima en relación directa con su pechuga. Otra zona que se tiende a incrementar artificialmente son las nalgas, pues quienes tienen la desgracia de tenerlas como burro (de planchar), requieren de abultarlas para mostrarlas gustosas, en pantalones ceñidos, a los varones, los cuales no tienen que realizar manifestación alguna ante el fenomenal cabús, porque dichas féminas se sienten ofendidas. La cintura es otra de las partes de la anatomía en la que la cirugía estética interviene para reducirla, aun a costa de algunas costillas que “estorban” para alcanzar la figura que se quiere.
¿De dónde salen esas ideas de hacerse modificaciones tan grandes y muchas veces peligrosas en el cuerpo? En la mayoría de los casos le puedo asegurar que no se trata de verdaderos problemas de salud o de corregir los efectos de algún accidente o deformación teratológica, sino de los “ideales” de belleza que promueven los empresarios de los productos cosméticos, de la ropa de moda que ostentan las modelos profesionales, de un gusto pervertido de considerar a las mujeres como objetos de placer para los hombres, sin tomar en cuenta los peligros a los que las someten, ni siquiera su condición de seres humanos autónomos.
Si usted se encuentra en algún lugar público a una mujer con”cintura de avispa”, con pechuga prominente, con glúteos de ¡Ay nanita!, barba partida, cabello suave y ondulado, uñas de gavilán pollero y otros agregados, ruegue usted a quien le pueda hacer caso, si es usted creyente, para que no se le vayan a desatar los puntos, porque no quiero ni pensar en lo que podría suceder. Pero si encuentra a la mujerona en un lugar privado, le recomiendo que lo primero que haga es examinar su patrimonio, porque seguramente ha disminuido sensiblemente, si es usted el patrocinador de esos postizos que no sólo tienen apariencia, sino que también –como todo– tienen fecha de caducidad.