Para encontrar culpables de su notoria incapacidad, los neoliberales mexicanos, y también los de otras latitudes, se pintan solos. Ahora resulta que después de andar proclamando a los cuatro vientos que el país iba por el “rumbo adecuado”, Luis Videgaray se sacó de la manga una declaración, que imaginamos creerá “genial” dada su arrogancia, para ocultar el evidente fracaso de la política económica, y sin ningún rubor señaló en una reunión de la OCDE celebrada en Paris: “Si miró atrás sobre los últimos años de México, el acto que nos hizo mal fueron los desatinos financieros de los 80 y los 90.” ¿Olvido el señor “secretario del año”, que esos fueron los años iniciales de la política neoliberal en México?
Después de más de 30 años de aplicación a rajatabla de los “principios de la autorregulación del mercado”, los asuntos económicos siguen en franco deterioro; por ejemplo, el déficit comercial creció del país en 2014 fue de 5 mil 890 millones de pesos, hoy va ya en 37 mil 200 millones de pesos; por su parte, la deuda externa que en 2014 ascendió a 5.9 billones de pesos, para pasar, en mayo del año en curso, a casi 8 billones de pesos.
La crítica a lo poco afortunadas que han sido las intervenciones de la tecnoburocracia no solamente se producen en México, también en otros países, como es el caso de Estados Unidos, donde el Premio Nobel en Economía (1982), Joseph Stigltz, declaró enfático: “Nuestro sistema político ha venido operando de manera que cada vez aumenta la desigualdad de resultados y se reduce la igualdad de oportunidades. Tenemos un sistema político que otorga un poder extraordinario a quienes están arriba” (Julio Boltvinik/La Jornada/5–VI–2015).
México, país modelo en la aplicación del Consenso de Washington, se caracteriza hoy por ser un país líder en promover la desigualdad y la inoperancia de las oportunidades, para alcanzar la plena aplicación de una sociedad moderna, nociones cada vez más alejados de la realidad de los diversos grupos que integramos el “México que todos queremos”. Sin duda, podemos aplicar para nuestro país, lo comentado recientemente por Naomi Klein: “No se han hecho las cosas necesarias para disminuir la desigualdad porque entran en conflicto fundamental con el capitalismo desregulado y la ideología dominante.”
Las distintas autoridades del país, se jactan de que en México se aplican los principios de un Estado de Derecho, situación alejada de la cotidianidad de la mayoría de los ciudadanos de este país, que ven como día a día, son pisoteados los más elementales principios de la Constitución de 1917 –supuestamente vigente– por manuales económicos neoliberales, que rigen actualmente los destinos de la República. Por ejemplo, la reforma laboral ha propiciado el aumento del desempleo y la aplicación del outsourcing; en contra de los trabajadores mexicanos expuestos a los anhelos del capital.