Miércoles, abril 17, 2024

Hacia la unidad de los pueblos y comunidades en resistencia

Vivimos un exceso de textos de diagnóstico de las contradicciones y consecuencias del capitalismo que algunos siguen llamando neoliberal,  ¿quizás en espera de que haya otro capitalismo posible?

En México los diagnósticos y denuncias desde los protagonistas (víctimas y activistas contra del  despojo, explotación, depredación y acumulación de violencias) coinciden tanto en el Tribunal Permanente de los Pueblos como en los “espejos”  de las comparticiones del Congreso nacional Indígena y en las  conclusiones de quienes se aglutinan en las convenciones de la Asamblea Nacional Popular: la catástrofe ya no nos amenaza, está aquí y destruye tejido social, territorios, la tierra, las iniciativas humanitarias de carácter ético y multicultural, así como el conjunto de derechos individuales, colectivos y nacionales que no son funcionales al carácter depredador del capitalismo.

Algunos ven junto a la catástrofe, la presencia de procesos de dominación que depredan conciencias y desmantelan organizaciones y sentidos comunitarios de la lucha por el bien común, la defensa y recuperación de territorios y formas de vida digna y justa.

Pero los diagnósticos no profundizan suficientemente en lo que ocurre en los procesos de lucha, organización, conciencia y culturas de la resistencia, la rebeldía y la insurgencia populares.

Por ello, las líneas de acción aunque son bien intencionadas y éticas,  plantean sus propuestas desde ángulos, unas, como la polarización entre una oligarquía que concentra y centraliza beneficios y poderes de la situación, (otros lo llaman bloque dominante) al que oponen conjuntos sociales tan amplios como “la patria, la sociedad civil”, la unión de opositores por diversos intereses al régimen oligárquico,”   etcétera.

En cambio, a ese bloque, oligarquía o poderes opresores del allá arriba del capitalismo mundial,  para otros, solo es posible rebelarse y resistir, basados en el acumulado de experiencias de un pueblo que se organiza a partir de fuerzas que se prefiguran antisistémicas como los pueblos y comunidades indígenas y populares que se autodeterminan. Más las de movimientos de campesinos y jornaleros sin tierra que se rebelan y resisten, de trabajadores y trabajadoras urbanas en proceso de precarización que amplían sus resistencia de los centros de trabajo a los barrios o centros de convivencia, de salud  o educación, y de los millones de desempleados, mujeres excluidas y jóvenes, sin techo, sin trabajo, ni estudio, sin suelo (migrantes), colectivos culturales, de género y sexualidad diversa y rebelde a las discriminaciones, y defensores del ambiente y de la vida buena fuera del campo del lucro.

Todas son expresiones  que aún no encuentran la unidad de los diversos, esa que no los borre en en convocatorias que aceptarían coexistir con un supuesto capitalismo “no neoliberal” o “post-neoliberal” que proclama como única vía la “legal” como lo hacen algunos del primer grupo que buscan la unidad pluriclasista.

Las estrategias hasta ahora se anulan frente al enemigo común, el poder del capitalismo financiero, las transnacionales y sus estados nacionales funcionales a esa dominación.

No obstante ser reales las diferencias, caen en desprecios sectarios ante dos cuestiones claves: ¿Cómo avanzar en la construcción de un sujeto social e histórico que se plantee la transformación social del país y del mundo? Y, ¿cómo  construir un poder por, entre y para el pueblo explotado, despojado,  oprimido y de excluidos que combata, destruya y disuelva el poder del capitalismo mundial dominante en el México actual?

La gravedad de la situación después del comportamiento terrorista y cínico ante casos como Ayotzinapa, Tlatlaya, San Fernando y Apatzingan que avanza cada día con nuevos agravios, o la destrucción de fornas de distribución básica  de recursos, garantías  para la subsistencia de comunidades pueblos, trabajadores y población excluida, lleva a propuestas de base popular (Asamblea Nacional Popular, Constituyente Ciudadana, Propuesta de diálogos regionales de la Casa de todas y todos y en reuniones del EZLN).

Ellas se  plantean como un proceso de diálogo, escucha, intercambio y aprendizaje en común de las y los actores cotidianos afectados y las luchadoras y luchadores sociales contra la tormenta y la catástrofe con que atropella el sistema de dominación, ocupando los territorios de México.

Una articulación popular que camina es la que levanta la bandera común de  la búsqueda de la verdad y la justicia con la presentación de desaparecidos que padres y compañeros de los 46 de Ayotzinapa llevan hacia todos los agredidos por masacres, desapariciones, feminicidios y de la guerra contra los pobres.

También avanza la oleada de movimientos para fortalecer  las resistencias a la ofensiva de despojos y represión de la fuerza de empresas transnacionales, gobiernos y empresarios del crimen organizado (incluidos los monopolios mediáticos).

Las bases participantes de esos encuentros unitarios atraen, además, a quienes aún se articulan sólo en sus sectores o regiones inmediatas.

Hay entre ellos propuestas con perspectiva y logros jurídicos, políticos y de autodeterminación en Morelos, Puebla, Oaxaca, Guerrero y zonas de Michoacán, Veracruz y del Valle de México. Los del norte, ahora destacan la región de jornaleros de Baja California y las resistencias en Chihuahua y Coahuila.

Por el contrario, las estrategias voluntaristas o burocráticas de unidad, basadas en suma de siglas que dominan solo los jefes y caudillos, o las que convocan desde arriba, pero no permiten el diálogo y la movilización desde las comunidades, barrios y colectivos, se están encontrando con el desgaste y la desconfianza.

Esto es así porque el esfuerzo de unidad popular va orientado no solo a enfrentar los aparatos de coerción del Estado, sino también a los oportunistas con los que el pueblo se tropieza en la llamada sociedad civil.

La vía de la resistencia se  camina sobre las piernas fuertes de la ética política popular que da valor al escucharse y aprender todos de tod@s, solidarizándose de manera efectiva y consistente, sintiendo como propias las heridas y carencias de las y los otros agredidos por el sistema.

No hay recetas, pero si al acercarnos se dialoga, nos convencemos. Si trabajamos con educación y culturas liberadoras, se superará la enajenación. Si se sirve al pueblo y no al sistema dominante y sus partidos, nos fortalecemos. Si no hay engaños y autoengaños crearemos prácticas de confianza y si el apoyo es recíproco, la guerra contra el pueblo será derrotada.

 

 

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