Jueves, abril 25, 2024

Pedro Salmerón confronta lo oficial y teje su más reciente libro con otras versiones de la historia

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Para demostrar que cualquier acto de la historia puede y debe ser abordado desde una visión crítica y equilibrada en la que se contraponga la versión “oficial” con las voces no tomadas en cuenta, lo mismo en hechos sucedidos hace un siglo o meses atrás como fue el caso de Ayotzinapa, el historiador Pedro Salmerón Sanginés presentó su más reciente libro 1915, México en guerra, en el que estudia la visión militar de los generales Francisco Villa y Emiliano Zapata para explicar el por qué de su derrota.

Invitado por La Jornada de Oriente en el marco de los festejos por el XXV aniversario, el doctor en Historia comentó, en el Salón de Proyecciones del edificio Carolino, este libro en el que aborda la guerra de 1915 entre constitucionalistas y convencionistas para reflexionar sobre las demandas de justicia de las facciones en pugna, así como sus estrategias y técnicas militares.

Acompañado por el director de esta casa editorial, Aurelio Fernández Fuentes, y por Ricardo Antonio Landa, quien fungió como moderador del acto en el que también participó Alberto López Limón, doctor en Ciencias políticas por la UNAM, Salmerón Sanginés señaló que el libro cierra un ciclo de investigación de 20 años.

Incluso, explicó, la publicación de este texto concluye con una inquietud iniciada en su temprana adolescencia “militante y de izquierda”, a sus 13 o 14 años de edad, cuando en su natal Celaya se cuestionó, gracias a ser “un buen caminante y un lector de aventuras”, qué tan ciertas eran las versiones sobre las llamadas batallas de Celaya, ocurridas entre el 6 y el 15 de abril de 1915.

“La historia sobre las batallas de Celaya no cuadraba. Iba y venía a los lugares donde habían ocurrido, con mapas viejos y nuevos, y no cuadraba. 30 años después comprobé lo que creía de adolescente: que las cosas no podían haber sido así, no como las contaban los libros de historia”, dijo el investigador.

En sus primeros cuestionamientos, continuó, diseñó un estudio general sobre la División del Norte y el villismo, que se afianzo durante 20 años con investigaciones en los archivos, testimonios orales y el trabajo de campo.

Esa labor, precisó Salmerón, iba en un sentido: el decir que la historia no es como la han contado de manera repetitiva, no como se ha transmitido en la academia y se ha replicado en las aulas.

Su tarea, expuso, fue la de no contrariar la historia oficial porque a su parecer esa historia totalitaria no existe en México, donde se da oportunidad a que existan otras miradas y formas de abordar los hechos. Más bien, acotó, su objetivo fue tomar “otras versiones, otros testimonios, otros libros”, más allá de los que han servido para perpetuar este episodio.

Dichos libros, dijo el colaborador de La Jornada, son aquellos escritos por los “historiadores oficiales” y naturales de la Revolución: Álvaro Obregón, quien redactó su versión en 1917 a partir de sus propios documentos y Juan Barragán Rodríguez, jefe del ejército comandado por Venustiano Carranza.

“Hasta ahora, los historiadores de la revoluciones tomaron como únicas las explicaciones de éstos dos libros de la derrota. Esa explicación militar la dan todos los historiadores con base en estas dos fuentes, y eso tiene lógica, ya que si ellos habían ganado la guerra debían explicar por qué lo habían hecho así”, señaló Pedro Salmerón.

Incluso notó que si bien entre las décadas de los 60 y 70 del siglo anterior se propuso una historiografía crítica marxista, una corriente vinculada e inspirada en la “escuela francesa”, en donde lo político y lo militar no explican la historia, historiadores críticos como Federico Katz, Adolfo Gilli o Arnaldo Córdova dieron por buenas esas versiones.

“Ellos avalaron las versiones de Obregón y Barragán, personajes del mando vencedor que explican la derrota de Villa y Zapata, y lo hacen desde el aspecto sociológico diciendo algo muy grave: que perdieron la guerra por una fatalidad histórica, porque los campesinos no pueden ganar las revoluciones, porque no pueden tener un proyecto de nación ni construir una estrategia militar”.

Salmerón Sanginés ahondó que incluso Katz señaló que Villa y Zapata perdieron la batalla revolucionaria porque no le hicieron caso a Felipe Ángeles. “El historiador defiende ideas como que solo ganan las guerras los intelectuales o que habían perdido por estúpidos o que los vencedores no sabían hacer la guerra y el ganar fue como arrancar la victoria de las fauces de la derrota”.

“Puse en tela de juicio lo global a partir de lo particular. Así, convencido de que la batalla de Celaya no podía haber sido lógica, me pregunté por qué la guerra si tenía que haber sido de esa forma.

“Lo primero que hice fue desmontar la lógica; entonces encontré que no fue cierto que las ventajas estaban del lado de carrancistas y villistas y con fuentes fidedignas, supe que la situación estaba pareja, aunque en términos económicos la ventaja en el corto plazo la tenían los constitucionalistas, no los otros, los hombres venidos de lo popular”, aseguró el historiador formado en la UNAM.

Así, continuó Pedro Salmerón, esa historia había sido “manifiestamente falsa y repetida”, porque los historiadores de antaño –y otros contemporáneos– se basaron solamente en fuentes y archivos oficiales de la Secretaría de la Defensa Nacional que no confrontaron con otras informaciones.

“En historia, las explicaciones no se sostienen, sino que hay que repensarlas”, reflexionó el también autor de Los carrancistas. La historia contada del victorioso Ejército del Norte y de la novela La cabeza de Villa.

Para el experto, como propone en su libro “1915, México en guerra”, es claro que carrancistas y villistas tenían un proyecto de nación y un diseño militar que queda claro en los mapas y en los documentos que él consultó.

Durante años –contó– reconstruí la historia con base en la confrontación, con la historia que ya conocemos y la historia de los vencedores. Fue complicado y más de una vez estuve a punto de abandonarla. Pasé de una historia global a una historia militar, la cual me permite terminar con calumnias historiográficas pues los campesinos armados, después de cinco años de pelear, tenían plena capacidad para hacer un país más justo que aquel que se impuso.

En ellos, mencionó el historiador Pedro Salmerón, encontró una estrategia nacional y un camino hacia la toma del poder, por lo que la única pregunta era saber por qué Villa y Zapata habían perdido, tarea que ejerció durante dos décadas de investigación.

“Aprendí la falacia de que los campesinos son incapaces de tomar el poder y que tienen la necesidad  de tener un intelectual. Aprendí cómo se construyen los liderazgos populares y su relación con las bases. Aprendí que villistas y zapatistas buscaban construir una república parlamentaria con mecanismos reales de rendición de cuentas, referéndum, plebiscito y democracia directa.

“Aprendí también que en la derrota hay victoria, ya que sin esa revolución popular no se hubiera –en 1914– declarado la guerra al carrancismo, el cual pretendía restablecer el porfirismo, modernizarlo y echar para atrás lo que había sido la Revolución, las demandas laborales y la revolución jurídica de la tierra y sus bienes que pasaron a manos de la nación”, concluyó.

 

Festejo y esfuerzo por

la libertad de expresión

 

El economista y periodista  Aurelio Fernández destacó que además de celebrar los XXV años de esta casa editorial, la participación de Pedro Salmerón significó un “esfuerzo de libertad de expresión” que se enmarca en un contexto de represión, persecución y acallamiento hacia los personajes y las posturas críticas por parte del Estado.

Ejemplo de ello, dijo, fue el despido de la periodista Carmen Aristegui, considerada “el ariete de los periodistas independientes del país”, que estaba dando cuenta y testimonio de lo que pasa en el país, sosteniendo su información con investigación periodística.

“A ella le han quitado el micrófono y están dispuestos a lo que sea, en un país que visto en 25 años es bastante peor que cuando se fundó este diario y eso que ya estábamos mal en un estado que tenía a un Mariano Piña Olaya y hoy a un Rafael Moreno Valle, un gobernante que vende una imagen peligrosa: la de un hombre duro, que pone orden, que reprime lo que sea para demostrar que tienen el control”.

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