Martes, abril 23, 2024

La verde

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Ha fracasado la educación para construir una cultura democrática. La polémica promovida por los partidos políticos en referencia al partido de fútbol que se celebrará el 7 de junio entre México y Brasil, el mismo día de la jornada electoral para renovar la Cámara de Diputados, gobernadores en varia entidades federativas, presidentes municipales y congresos locales, resulta lamentable, peor aún que el propio INE promueva un Acuerdo con la Federación Mexicana de Futbol (FMF) para considerar que no se use la camisa verde y que además se evite difundir propaganda como “ponte la verde”, entre otras, es francamente un reconocimiento público de que tanto los partidos como la autoridad electoral ven en los ciudadanos a menores de edad que no saben diferenciar entre un simple partido de fútbol y la importancia de una elección. Volvemos a empezar, que vergüenza, veamos.

Desde que hay oposición en México, una de las exigencias fue eliminar el uso político de los colores nacionales para mantener permanentemente posicionado al PRI, la oposición desde siempre consideró que el hecho de colocar el color verde, rojo y blanco en la propaganda de los programas del gobierno, sea federal, estatal o municipal, era una forma de manipular al posible elector, mismo que al observar de forma permanente el color establecería una relación directa entre programa, partido y gobierno, es decir, el uso del arcoíris tricolor aseguraba, según los opositores, una especie de presión, recordatorio, manipulación sobre el posible elector.

El grado de exigencia llegó a los edificios, papelería y todo aquello que se relacionara con el gobierno. La demanda de equidad exigida por la oposición fue una de sus principales batallas, sobre todo en las épocas del régimen autoritario, donde no había posibilidades de ocupar espacio en el Poder Legislativo y menos en el Ejecutivo, los ejemplos sobran sobre el rechazo generalizado de la oposición para obligar al partido–gobierno a evitar el uso político de los colores nacionales. Incluso, hay evidencias de solicitudes formales para exigir el cambio total del arcoíris tricolor del partido en el poder, entre los ejemplos destaca las famosas lecherías, instaladas en todo el país, el programa de distribución de leche más importante por su cobertura nacional, el argumento de ese entonces es que las casillas electorales debería colocarse lejos, lo más lejos posible, de los centros de distribución porque al instalarse a un costado de las mismas se limitaría el ejercicio de libertad de elector para emitir su voto.

Al paso del tiempo y con el proceso de transición en los años setenta, con la famosa reforma política de 1977, la oposición pudo tener mayor participación en el Congreso y desde ahí se siguió exigiendo eliminar los colores del PRI, pues aun con una mayor presencia sobre todo en la Cámara de Diputados, se estaba lejos de poder tener espacios en el Poder Ejecutivo, la alternancia se daba a cuenta gotas y salvo algunos municipios, el mapa electoral seguía siendo eminentemente priista. De hecho, en las siguientes reformas de los años ochenta se mantuvo la exigencia, se seguía creyendo que el uso de los colores de la bandera le daba ventaja al partido en el poder, pese a ello, salvo escasos lugares, se logró que algunos programas evitaran su uso, incluso hubo avances importantes en las leyes electorales que, por ejemplo, lograron establecer distancias entre casilla y publicidad de partidos políticos, o bien evitar el usos de colores afines del partido en el poder de los funcionarios de la autoridad electoral, de ahí el color actual del INE, pero precisamente con la alternancia en los gobiernos estatales y desde luego en los municipios, la exigencia disminuyó por una extraña razón.

Con la primera alternancia a nivel estatal, en el año 1989 y con las que le siguieron en las entidades federativas, la exigencia casi desapareció porque los partidos políticos en general que habían sido oposición al PRI, cuando fueron gobierno también ocuparon los colores de sus partidos en el uso de los programas de sus administraciones, incluso el asunto llegó a edificios, autos, patrullas, placas, papelería, obras públicas, etiquetas de agua embotellada, gorras, parques, señalizaciones viales, corbatas, camisas y el extremo fue cambiar el logo del águila como símbolo del Estado mexicano en la Presidencia de Vicente Fox, sólo basta recordar que las oficinas del gobierno federal de todo el país se pintaron de azul y naranja, de hecho fue el PAN el partido que más invirtió en el cambio de colores, le siguieron el PRD y ahora lo ha aplicado el partido verde a nivel de gubernaturas, sobra decir que en los municipios pasó lo mismo.

Es posible afirmar que en las épocas doradas del PRI haya existido una relación directa entre el uso de colores y el partido–gobierno, pero los datos electorales han demostrado que actualmente no existe evidencia que permita afirmar que el color sea un factor que incida en la emisión del voto, la alternancia se ha mantenido pese a los millones de pesos que se han gastado y tirado a la basura en pintar los territorios y gobiernos del color del partido que gobierna, pasó con el PAN, se confirmó con el PRD a nivel federal y estatal, por ello resulta lamentable que sean los propios partidos y el INE los que ahora vuelvan a insistir que existe relación entre un partido de fútbol y 11 jugadores que por portar camisa verde puedan influir para que se vote por un partido político en particular durante la jornada electoral del 7 de junio, aceptar que es posible esa relación, es aceptar que no tenemos memoria, que seguimos como al principio, con gobiernos de tercera con ciudadanos menores de edad. De pena ajena la reacción de los partidos políticos y de la autoridad electoral. Ver para creer.

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