Silenciar a un periodista es un atentado contra el propio informador, pero lo es también contra el público que tiene el derecho de saber, de estar informado. El pueblo que lucha por el derecho a tener derechos, sufre una derrota cuando a un periodista se le niega la posibilidad de informar, de exponer su verdad y decirla sin más límite que los que marca su propia ética.
Por supuesto, la acción encubierta de asunto laboral emprendida por la empresa MVS contra Carmen Aristegui, cuyo gesto solidario con dos de sus compañeros de trabajo es ejemplar y la pinta de cuerpo entero, no es ajena a lo que sucede en Latinoamérica, donde la derecha asume la ofensiva contra los gobiernos progresistas y las escasas libertades que aún quedan en aquellos países en los cuales se mantiene la hegemonía neoliberal. Esa ofensiva derechista la encabezan los monopolios privados de la comunicación que anulan la información, reducen los espacios críticos y desvirtúan la realidad cuando esta no coincide con los intereses de las clases dominantes: O ‘Globo en Brasil o el Clarín en Argentina, son los monopolios que se han opuesto a la democratización de esos países, tal como lo hacen en México Televisa y TV Azteca, a los que se ha incorporado con singular ferocidad MVS.
La política golpista puesta en marcha por la derecha en Venezuela, Argentina y más recientemente en Brasil, forma parte de la reactivación de los movimientos alentados por Washington. Las declaraciones de Obama contra el pueblo venezolano y su presidente violan la soberanía, son injerencias inadmisibles en la vida interna de la nación Bolivariana.
Impulsada por el respaldo de Estados Unidos a cualquier grupo dispuesto a frenar el avance democrático, la derecha se moviliza para derrocar a gobiernos legítimamente constituidos y como los tiempos no están para golpes de Estado militares –aunque no se descartan–, buscan formas seudo legales para derribar a quienes fueron electos por el pueblo, cuya voluntad puede ser brutal e impunemente burlada como ocurrió en Honduras y Paraguay.
Así, en los países donde el movimiento social ha logrado triunfar y constituir gobiernos democráticos y progresistas –e incluso algunos que buscan superar los límites del capitalismo–, la derecha actúa para derribar a los gobiernos legítimos pretendiendo evitar su fortalecimiento, para lo cual recurre al boicot; el desabasto de productos de primera necesidad situación que sólo puede provocar el gran capital comercial; la difusión de falsos rumores y el anticomunismo.
En los países donde el neoliberalismo mantiene su hegemonía se fortalece el autoritarismo, se persigue a los dirigentes sociales, se criminaliza la protesta, se cancelan los espacios democráticos, se aísla a los periodistas que no son cooptados por el régimen y, como ocurre en México, se desaparece a los jóvenes y se deja la sensación de la fuerza del Estado y su capacidad para reprimir, desaparecer o asesinar impunemente a quienes expresan su inconformidad con lo que sucede en el país y luchan por transformar la realidad y por el derecho a tener derechos que el neoliberalismo pretende desaparecer en un pase de magia. Todo para desmovilizar, para hacernos creer que nada se puede hacer, que el cambio es imposible, que es inútil la lucha contra el capitalismo.
Por supuesto, en este contexto latinoamericano se ubica la cancelación del mejor espacio que tenía la radio en el país. Esa bocanada de aire fresco que nos brindaba todas las mañanas Carmen Aristegui se ha cerrado, esperamos momentáneamente, y hoy como pocas veces luchar y demandar que se le devuelva el espacio que la intolerancia y el miedo a la verdad nos arrebataron, es luchar por la democracia.