Jueves, abril 18, 2024

El Instituto Vélez Pliego ofrenda una instalación a los 43 desaparecidos de Ayotzinapa

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Un espiral hecho de ladrillos que a su vez ostenta diversos rostros cadavéricos, como de calacas puestas a la manera de un tzomplantli mexica, que avanza y se retuerce hasta llegar a su centro en donde se levanta en un árbol en referencia a un Tlalocan, uno de los paraísos mesoamericanos, conforman la instalación Genealogías del silencio, preparada por la artista Sylvie Bosserelle y el académico Fernando Matamoros.

Colocada en el patio central de la Aduana Vieja –2 Oriente 409–, sede del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego” de la UAP, la instalación es una ofrenda contemporánea dedicada a la historia de violencia en México y sobre todo a un capítulo reciente: a la desaparición de 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural Isidro Burgos, en Ayotzinapa, que el 26 de septiembre fueron secuestrados  por la Policía de Iguala y por elementos del narcotráfico.

La ofrenda, como señaló Fernando Matamoros, es ante todo una dimensión estética de un movimiento social que va en contra de la muerte, de la “espiral de violencia” que por lo menos en la última década es más evidente en el país.

“Es una expresión estética de la vida que va surgiendo y que se opone a la lógica de violencia”, indica el investigador del UAP mientras señala la forma en que avanzan los ladrillos rojos que de vez en vez exhiben alguna calaca o el nombre de alguno de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, escritos y dibujados con tiza de carbón.

Se trata, explicó durante una entrevista, de rescatar las tradiciones prehispánicas. Por ello, es el tzompantli mexica y el Tlalocan representado por medio de un árbol, en el que cuelgan alimentos diversos que se ofrecen a los desaparecidos. “Es estética pero también es un pensamiento crítico, una forma de pensar y proponer alternativas y caminos distintos al estado, al narcoterrorismo, al militarismo y a la muerte”, dijo.

Para la artista Sylvie Bosserelle la instalación/ ofrenda es también una manera de protestar contra ese espiral de la violencia que aquí se hace presente a los ojos del espectador a través de sus formas y de los materiales que se exponen a la intemperie y revelan su naturaleza que es, como la vida, también efímera.

Además de esta espiral/tzompantli y del Tlalocan/árbol, a la instalación colectiva se le añaden 43 sillas del instituto que están colocadas en grupos, amontonadas y adornadas con flores de cempasúchil, velas y agua, que contrastan con otras seis sillas que están volteadas y que refieren a los muchachos asesinados la misma noche del 26 de septiembre.

En conjunto, pese a su sentido de protesta, explica Bosserelle, la instalación Genealogías del silencio también alude a la esperanza, a los que “estamos vivos, a la vida misma”.

 

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