Jueves, abril 25, 2024

Nostalgias

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Cuando un hombre estúpido hace algo que le avergüenza, siempre dice que cumple con su deber.

George Bernard Shaw

La nostalgia se entiende como un sentimiento referido a hechos o tiempos pasados. Suele asociarse con el dolor y el sufrimiento por algo perdido o, por el contrario, con la ternura amorosa del recuerdo.

Como se sabe, la memoria es frágil y tiende sustituir la cruda realidad con un matiz romántico o convenenciero. Que todo tiempo pasado fue mejor, dice un conocido refrán. Pronto contrastado con aquel de que la verdad y la mentira dependen del color del cristal con que se mira o el de las versiones particulares de quienes asistieron a la feria.

La paradójica consigna: contra Franco vivíamos mejor, sintetizó una aguda crítica contra el régimen parido por los pactos de La Moncloa y los acomodos pragmáticos de la nueva clase política en general y de la vieja izquierda en particular. Esto da cuenta de lo resbaladizo que resulta acudir a lo nostálgico para definir una situación o una postura política.

La nostalgia ya no es lo que era, concluyó lapidario y juguetón el autor estadounidense Peter de Vries.

Este previo viene a cuento por las acusaciones mutuas lanzadas entre quienes debatían, es un decir, la legislación complementaria a la reforma constitucional en materia energética en el Senado de la República. Los mayoritarios prianistas, con más fuerza que razón, acusaban de nostálgicos a sus opositores, porque recurrían a los antecedentes históricos que devinieron en la expropiación petrolera del presidente Lázaro Cárdenas, en su afán por desnudar los afanes entreguistas de los privatizadores.

En un relampagueante contrataque, continuando con la jerga futbolera, el senador Alejandro Encinas (uno de los escasos ex comunistas que se conservan en el PRD), leyó una larga parrafada coincidente con el contenido de la nueva legislación, misma que cerró con un dramático final, informando que lo leído correspondía a la Ley del Petróleo firmada por Porfirio Díaz en 1901. “¿Quiénes son los nostálgicos del pasado, quiénes son los trasnochados, quiénes quieren regresar a los tiempos del caciquismo, de la cuchilla y de los peones de las haciendas? Son ustedes, PRI, PAN y la aristocracia que representa el Partido Verde”.

Interesante porque el articulado porfirista citado, en efecto, empata con el espíritu reformista del presidente Peña Nieto. Bajo una pretendida “modernización” ambos mandatarios abrieron sin cortapisas las puertas del país a los capitales foráneos. Se sabía entonces y hoy se sabe más, que la inversión extranjera no regulada o mal regulada, favorece el saqueo y la depredación.

El supuesto desarrollo bajo tales condiciones no es más que un espejismo temporal. Porque el capitalismo neoliberal no busca sino ganancias rápidas, fáciles y sin riesgo. Roban y se van. Los ejemplos se suceden uno tras otro a lo largo de las últimas décadas por todos los rincones del planeta.

El aumento de la pobreza, la marginación y la desigualdad en el mundo no son castigo divino, ni daños colaterales de la globalización. Son la otra cara de la moneda del modelo económico que se impuso desde en el “consenso de Washington” en 1989, una vez roto el equilibrio con la caída del bloque socialista.

Este “capitalismo salvaje”, hoy más pleonasmo que nunca, es la mayor amenaza para el planeta y sus nuevas generaciones. Porque en su afán acumulativo arrasa lo mismo con el entorno ecológico que con poblaciones enteras. La tierra, el agua y sus riquezas se han convertido en moneda de cambio. Pásele marchante, llévelo llévelo, bara bara.

Que los mandarines chinos compren y renten tierras en África, que las petroleras y mineras despojen a las comunidades y destruyan el medio ambiente, que los bancos y financieras especulen con las viviendas y el suelo urbano, que los monopolios subyuguen a los consumidores, que las empresas vendan productos caros y malos, que los medios y la publicidad engañen y manipulen a la opinión pública, se entiende. Digamos que está en su naturaleza. En sus genes como se dice ahora.

Pero que los gobiernos, los servidores públicos y los representantes populares se conviertan en sus promotores y defensores, peor aún, en sus peones y servidores, eso sí calienta. Y me van a disculpar esos pillos disfrazados de políticos y las buenas conciencias que suelen papalotear en su entorno, pero esa actitud tiene un nombre: Traición. Con mayúsculas y en negritas.

Traición a la patria que desdeñan porque ponen en subasta sus riquezas y sus recursos. A la Constitución que juraron cumplir y hacer cumplir. A la soberanía nacional, su historia y sus mártires. A los ciudadanos que votaron por ellos y a los que dicen representar.

Y en estas afirmaciones no hay nostalgia alguna, ni siquiera eso, porque como dijo el maestro Joaquín Sabina, no hay peor nostalgia que añorar lo que nunca jamás sucedió.

 

 

Cheiser: Nadie puede afirmar que la tragedia poblana sea una sorpresa. Desde que fue ungido gobernador Moreno Valle se han venido denunciando sus caprichos, sus atropellos a la legalidad y su desprecio por los derechos humanos. Si las máximas autoridades encargadas de la justicia en el país siguen haciendo la vista gorda, serán cómplices de lo que ha ocurrido y, lo más grave, de lo que amenaza por venir. Impunidad divino tesoro.  

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