Miércoles, abril 24, 2024

El cartel del futbol / II

Destacamos

Todo cuanto sé con mayor certeza sobre la moral y las obligaciones de los hombres, se lo debo al futbol.

Albert Camus

 

El futbol es como Las Vegas. Detrás de las deslumbrantes luces multicolores y el glamur oscilante entre lo cursi y lo kitsch, prevalecen los turbios negocios, los vicios y las trampas. Las bulliciosas multitudes no ven o hacen como que no ven, para que nada interfiera con su afán de divertirse. Las autoridades se agachan y se van de lado frente a los descarados fraudes y delitos de toda índole cometidos ante los ojos de todos.

Porque los ríos de dinero que serpentean por todos los ámbitos del negocio, enturbian las miradas y sellan las bocas. Pero los tercos hechos ahí están y han estado desde tiempos remotos.

Por allá en los ochenta del siglo pasado, la selección mexicana que disputaba un lugar para la Copa Mundial de Fútbol Juvenil de 1989 de Arabia Saudita, alineó a cuatro jugadores que rebasaban la edad reglamentaria y cuya documentación había sido falsificada. El escándalo provocó la intervención de la FIFA, que castigó al futbol mexicano excluyéndolo de toda participación en justas internacionales por dos años. Sanción que impidió la participación de la selección mayor en el mundial de Italia en 1990 e inhabilitó de por vida a los funcionarios involucrados, entre ellos, Rafael del Castillo, presidente de la Federación Mexicana de Futbol.

Tal hecho generó enormes pérdidas económicas a Televisa, dueña de la selección, la publicidad y los derechos de transmisión. Su reacción fue acusar a José Ramón Fernández y su equipo –quienes hicieron público el “cachirulazo”– de traición a la patria y promover su linchamiento público. El gobierno se hizo ojo de hormiga, no investigó la falsificación de documentos oficiales ni emprendió acción judicial alguna.

La determinación periodística del equipo de Imevisión (que incluía los canales 7 y 13 antes de ser privatizada) fue un parteaguas. A partir de ella se empezó a ventilar públicamente el cochinero futbolero. Con las limitaciones que implica el monopolio de la información electrónica de Televisa y su hoy aliada Tv Azteca, siempre interesadas en ocultar y manipular los hechos a su conveniencia.

Los intereses mercantiles, como bien lo sabe Perogrullo, se sobreponen a los deportivos. Como los privados sobre los públicos. Por eso nuestro deporte anda al garete, siempre volando bajo.

Los dueños del futbol siempre se quejan de que la actividad no es rentable. Nos quieren convencer de que ellos ponen de sus bolsillos para subsanar las pérdidas. Y como Hacienda y el SAT ni los ven ni los oyen, la falacia va por la libre. Pero sus lloriqueos no convencen. Nadie en su sano juicio compra una empresa para perder dinero ¿a que no?

Lo que pasa es que unas cuantas empresas se han adueñado del negocio y no están dispuestas a compartirlo con nuevos jugadores. Por eso existe la multipropiedad de equipos en México, caso insólito en el ámbito mundial, como insólito es el silencio cómplice de la FIFA.

El ideal de Andrés Fassi, argentino integrante del grupo dueño del Pachuca, el León y los Tecos –en sociedad con el Grupo Carso–, es que se juegue una final “Slim”. Es decir, que la final del torneo mexicano la jueguen León y Pachuca. “Sería una final soñada” dice. Y una pesadilla para Televisa y Azteca, digo yo.

Por supuesto que en ese paraíso corrupto e impune, florecen todo tipo de malas yerbas. La violencia por ejemplo. El mismo Fassi tuvo la peregrina ocurrencia de traer asesores argentinos para que le formaran al Pachuca una “barra” al estilo sudamericano, con sus brincos enloquecidos y desentonados cantos. Pronto lo imitaron los otros clubes y hoy son una pesadilla. Aparte de que les tienen que pagar por su “entusiasmo” y “fidelidad”, les dan boletos gratis, camiones y traslados. Sin nada que los detenga, meten y se meten lo que se les pega la gana, provocando frecuentes actos vandálicos.

Agregue el hecho de entre los propietarios y patrocinadores se encuentran los principales grupos cerveceros, lo que implica que, aparte de la publicidad en camisetas, estadios y anuncios televisados, venden cerveza a granel durante los partidos, aberración prohibida en otros países. Súmele, finalmente, que en los tiempos que corren millones de jóvenes subsisten sin sueños ni esperanzas, mutilados por las lacras de un sistema inequitativo y deshumanizado, y tendrá una clara explicación de los brutales arranques de violencia que tanta desazón provocan en las buenas conciencias.

En este mar de hipocresías se ha desatado un nuevo escándalo. Ricardo La Volpe, ex jugador, ex entrenador de la selección, ex comentarista de televisión y ahora ex entrenador del Guadalajara, ha sido acusado por la podóloga de ese equipo de acoso sexual. El asunto ha llegado a los tribunales y desatado una feroz polémica. Como ocurre en estos casos, las mujeres agredidas están en desventaja. La absurda solidaridad machista cierra filas y pone en duda la veracidad e integridad de la víctima, convirtiéndola en culpable.

En México un personaje famoso, rico e influyente como Lavolpe, emergería indemne y la mujer saldría más lastimada y ofendida. Sin embargo, en este caso la podóloga cuenta con el respaldo de sus poderosos patrones, principalmente de Angélica Fuentes, directora del Grupo Omnilife, dueña de 43 por ciento del Guadalajara y esposa del propietario Jorge Vergara, quien declaró “El respeto y dignidad absoluta a la mujer, es y seguirá siendo una constante pese a todo lo negativo que esto represente a mi persona”. Y agregó lapidaria “El respeto a la mujer empieza con un hombre que se respeta a sí mismo”. A ver qué dice la señora justicia.

Cheiser: El presidente Peña Nieto dijo en Puebla que su gobierno “escucha y considera el sentir de la población, convencido de que las decisiones públicas deben responder a demandas ciudadanas”. Ratificó su compromiso “pleno e invariable con la libertad de expresión, reunión, asociación y la libertad personal consagradas en la Constitución”. ¿Habrá agarrado la onda el gobernador Rafael Moreno Valle?

 

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