Martes, abril 16, 2024

¿Adiós a los monopolios?

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Para investigar la verdad es preciso dudar, en cuanto sea posible, de todas las cosas.

René Descartes

 

El tremendismo noticioso, salpicado con tintes amarillos, se ha enseñoreado del mundo informativo desde tiempos que se desvanecen en la memoria. “La nota” del día es la razón de ser del periodismo actual. El seguimiento y la profundización subsecuentes pasan a segundo plano y, no pocas veces, se archivan en el cajón del olvido. Salvo indispensables honrosas y escasas excepciones.

Aunque mucho se ha dicho y escrito al respecto, los hechos cotidianos nos vuelven al tema una y otra vez. Mire si no: hace unos días la captura del Chapo Guzmán invadió los espacios informativos de México y el mundo. El gobierno mexicano se convirtió en el héroe de la película y cacareó como dios manda su sonado éxito. Luego vinieron las inexplicadas manifestaciones de solidaridad con el famoso preso huido y reaprendido, junto con una larga serie de suspicacias e interrogantes respecto a la fortuna y nexos políticos y económicos del susodicho.

Antes de que nadie explicara o ampliara las dudas, se conoció de la investigación en Banamex y Citigroup, con relación al fraude cometido por el la empresa contratista de Pemex, Oceanografía. En seguida se destapó una cloaca que expuso numerosos fraudes y delitos cometidos por dicha empresa, conocida por su relación con la familia política de Vicente Fox y los favores recibidos por los gobiernos panistas. Nuevamente surgieron resquemores respecto al fondo del sorpresivo descubrimiento y el reclamo de transparentar la investigación y sancionar a los delincuentes involucrados, políticos o no.

Mientras las autoridades responsables se agachan y se van de lado para no hablar del espinoso asunto que ha dejado en la incertidumbre a 11 mil trabajadores y que involucra a importantes personajes de Acción Nacional, el Instituto Federal de Telecomunicaciones (Ifetel) dio a conocer una serie de medidas que afectan a los dos grandes monopolios de las telecomunicaciones en México, a saber: Grupo Televisa de Emilio Azcárraga Jr. y Telmex–América Móvil de Carlos Slim. Tal decisión pasó a ocupar los principales espacios noticiosos y a convertirse en el tema favorito de la comentocracia.

En plena turbulencia noticiosa, nos amanecimos con que “ahora sí” habían matado a Nazario Moreno González “el Chayo”, presunto líder y fundador de los caballeros templarios y quien, supuestamente, había caído en la guerra de Calderón en 2010. ¿Entonces quien fue el otro muerto? ¿Qué técnicas se utilizaron y de qué pruebas se valieron para salir tan orondos a presumir la muerte de un “Chayo” que no era? Otra vez el panismo se cubrió de oprobio.

Pero evidentemente los panistas se han abrazado a la idea de que, como afirma su prócer Diego Fernández, con el tiempo el lodo (y la caca diría otra de sus próceres) se seca y se cae solito. La vergüenza pasa, la lana queda. Y el pacto de impunidad entre la clase política y los hombres del poder se renueva cada día y ni las peores borrascas parecen afectarlo.

Eso explica el escepticismo con que, generalmente, se reciben las “grandes noticias”. Y es que la mula no era arisca, con todo respeto para las mulas. Con cada escándalo vienen las promesas de que se llegará hasta las últimas consecuencias y no llegan ni a las primeras. Cuando se promulgan leyes “trascendentales” los supuestos afectados se las arreglan para incumplirlas (vía amparos u otras machicuepas legaloides) o bien, se emiten leyes secundarias que anulan la “trascendencia” de las primarias y pasa nada o muy poco. Todo sigue igual o casi.

Por eso frente al pretendido adiós a los monopolios en telecomunicaciones, el mutismo popular significa “hasta no ver…” o como decimos los pokareros “como veo doy”. Porque ya de entrada no se adoptó la primera gran medida antimonopólica (existente en todos los países de la OCDE) que es la desincorporación de las empresas. Televisa mantiene la posesión de todo su imperio (canales de televisión abierta y cerrada, estaciones de radio, diarios y revistas, etcétera) además de sus alianzas con empresas telefónicas. También a Carlos Slim le respetan la propiedad de todo su emporio (Telmex, Telcel, América Móvil) y no está claro si, finalmente, podrá entrar al negocio televisivo.

Ciertamente las resoluciones del Ifetel abren la puerta a nuevos competidores y se obliga a las llamadas empresas preponderantes (no les nombran monopólicas para no herir su susceptibilidad ni con el pétalo de una verdad) a compartir ciertos bienes, insumos y contenidos con otras empresas para crear mejores condiciones de concurrencia y competencia, pero aun eso está por verse. Por lo pronto Televisa anunció que ya puso el asunto en manos de sus abogados y, eso no dijo pero lo digo yo, de su fracción parlamentaria.

Por desgracia no tarda en surgir otra “gran noticia” o un nuevo escándalo que ocupen la atención del respetable y los hechos descritos se irán desdibujando al paso de los días y pronto navegarán en la nave del olvido. Tal vez le parezca que exagero, pero basta con que repase mentalmente los temas que ocuparon su atención los meses anteriores y se pregunte si sabe en que acabaron o en que andan. Por ejemplo ¿Qué pasó con aquella resolución de la Suprema Corte que mandataba revisar a Ley Televisa, principalmente el tema de las concesiones? Que yo sepa, nada ¿y usted?

Cheiser: Michelle Bachelet asumió la presidencia de Chile por segunda vez y recibió la banda presidencial de manos de Isabel Allende, hija del derrocado presidente Salvador Allende (1970–1973) y primera mujer que preside el Senado en el país andino. ¿Ahora sí se abrirán las grandes alamedas?

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