La actividad de albergues en las zonas de desastre de la entidad es intermitente, pues la mayoría de los damnificados han preferido irse a casas de amigos y familiares y otros solo los ocupan por la noche, para dormir. Unos más han optado por dormir afuera de lo que fueron sus hogares, guarecidos apenas por lonas y algunas tiendas de campaña, expuestos ante los derrumbes.
Además, según la ocupación se cierran refugios que no son usados para nada o se abren casi de improviso cuando después de inspecciones a las viviendas los expertos recomiendan evacuaciones masivas.
El reporte más reciente dado a conocer por el Sistema Estatal para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF), indicaba que había 21 albergues habilitados, pero solo 15 funcionando con 980 refugiados.
Hasta ahora ninguna autoridad de los tres niveles de gobierno ha brindado una cifra oficial de damnificados, pero el número de casas siniestradas por completo puede dar una idea de la magnitud del desastre y la necesidad: hasta ayer eran entre 3 mil 300 y 4 mil las viviendas que quedaron colapsadas.
En pocas palabras, el número de moradas reducidas a ruinas supera al menos tres veces al de damnificados reportados como ocupantes en los albergues del gobierno y no se sabe de que haya organizaciones de la sociedad civil que hayan abierto refugios.
En Puebla hubo tres zonas de desastre: la de la capital y su zona conurbada –donde los estragos se concentraron sobre todo en templos católicos–, la del Valle de Atlixco, en la que hay cinco albergues: tres en Atlixco, uno en Atzizihuacan y otro más en Tochimilco; y la de la Sierra Mixteca, la más afectada, en la cual hay refugios en Izúcar de Matamoros (tres), Tilapa, Coatzingo, Cuayuca de Andrade, Chiautla de Tapia (tres), Jolalpa, Cohetzala, Atzala, Ixcamilpa de Guerrero, Teotlalco, Chietla y Tehuitzingo.
En un recorrido hecho por La Jornada de Oriente por algunos albergues del valle de Atlixco y la Mixteca, los encargados manifestaron que la mayor parte de los damnificados ha optado por irse a casas de familiares y amigos porque los consideran lugares más cómodos que los refugios.
Sin embargo, la mayoría de quienes prefieren aún pernoctar a la intemperie, lo hacen porque siguen rescatando sus pertenencias de entre los escombros y temen que al irse a otro sitio, los ladrones puedan despojarlos del poco patrimonio que les queda, coincidieron las fuentes consultadas.
Hasta ahora se han enviado 211.67 toneladas de víveres a comunidades afectadas de los 112 municipios y 98 mil 419 litros de agua.