Para funcionar apropiadamente, necesitamos una suficiente cantidad y calidad se sueño. Muchas personas no lo consiguen. Esto puede obedecer a razones puramente prácticas, psiquiátricas o médicas y definitivamente es algo que necesitamos comprender y analizar desde un punto de vista objetivo.
La frecuencia de la falta de sueño es muy alta; tanto que es improbable que cualquier médico, independientemente de su especialidad, en alguna ocasión haya dejado de recibir solicitudes y consejos para poder dormir, dentro de los que sobresale la petición de recetas médicas para adquirir medicamentos que induzcan al sueño. Pero debemos pensar en el concepto de “sueño normal” y cómo definirlo.
Efectivamente, hay un sueño que podemos calificar como común y corriente, pero las preguntas que sugieren la normalidad en el dormir pueden tener una respuesta compleja. Consideramos al sueño como a ese tiempo de descanso que restaura la función. En un humano significa que el sueño ocurre por la noche y debe ser aproximadamente de ocho horas en un adulto; pero hay diferencias con la edad y estilo de vida. En un laboratorio de sueño (lugar de estudio donde se analizan las características individuales en el proceso de dormir) se define al sueño según fases. Hay una ligera conocida como “fase 1 de sueño” hasta la fase más profunda, o “fase 4”. A cada una le corresponde una transición. Pero existe una serie de ciclos notables donde sobresale una fase o etapa con un movimiento muy rápido de los ojos (conocido como sueño de Movimientos Oculares Rápidos o REM por sus siglas en inglés). Éstos van a ocurrir aproximadamente a intervalos de 90 minutos que se alargarán en la medida en la que la noche avance.
Hay ciertos desórdenes y tipos de sueño que generaran problemas que contribuyen a que se tenga un sueño anormal.
Todos hemos tenido alguna vez una noche de insomnio y hay muchas condiciones que pueden contribuir a padecerlo; sin embargo, podemos decir que hay factores predisponentes, precipitantes y “perpetuantes”. Dirigiendo la atención a los predisponentes, algunos son dependientes de las personalidades subyacentes (existen individuos que siempre han dormido poco y seguirán durmiendo poco), mientras que otras dependen de los efectos de ritmos circadianos (como por ejemplo, viajes en avión hacia zonas con horarios muy diferentes al de origen) y por último, el envejecimiento. Luego están los factores precipitantes. Cuando estamos bajo tensión por cualquier razón (dependiendo de las circunstancias o del medio ambiente, entre otras), esto suele ser suficiente para desencadenar una verdadera cascada de fenómenos que conducirán a problemas para dormir. Pero muy probablemente los factores más importantes sobre los que los médicos deberíamos estar interesados son los factores “perpetuantes”, ya que de estos dependerá el tratamiento. No es posible establecer un conocimiento total sobre estos factores, ya que son numerosos y solamente podemos conocerlos cuando se presentan; sin embargo, el factor más común es la denominada mala higiene de sueño, que no es otra cosa que los malos hábitos que impiden dormir bien.
La primera recomendación gira alrededor del establecimiento de horarios regulares para acostarse y para levantarse. Es también importante reducir las “siestas”, evitar estimulantes como la cafeína (incluyendo la que existe en los refrescos de “cola”), así como la nicotina. Se debe buscar el establecimiento de estrategias rígidas para mantener la alcoba completamente callada, en oscuridad total (evitando incluso la televisión) y buscando el máximo de comodidad, previniendo totalmente cualquier tipo de elemento externo que induzca ansiedad o estimulación. No se recomienda llevar a cabo actividades como leer o escuchar música, que pueden ser también muy estimulantes; sin embargo, existen lecturas o música muy relajantes que podrían intentarse siempre y cuando efectivamente puedan inducir tranquilidad. Un bocado ligero antes de ir a la cama puede ser útil si se tiene hambre; pero antes debe tomarse agua, aunque sea en cantidad mínima. El ejercicio es en general muy útil, pero debe ser efectuado durante el día, pues también puede tener un efecto estimulante. Finalmente hay que intentar limitar actividades que puedan causar un estado de alerta, como por ejemplo, el trabajo o la planeación del día siguiente (imaginando horarios, listas de gastos, visitas, compromisos, etcétera). Si después de mejorar la higiene de sueño continúan los problemas se debe recurrir al tratamiento farmacológico.
La primera línea de medicamentos está orientada hacia aquellos con mínimos efectos secundarios. Sobresalen dentro de este tipo algunos Antihistamínicos (medicamentos para alergias) que tienen como efecto paralelo el inducir relajación, aunque algunos estudios recientes plantean que el éxito terapéutico es limitado.
Por último están las Benzodiacepinas, que representan la alternativa con mejores resultados, aunque tengan, como efecto secundario determinante, la dependencia.
Investigaciones recientes proponen dos nuevos medicamentos que ya se pueden adquirir (obviamente con receta médica). Se trata de zolpidem y zaleplon, que tienen el beneficio de un efecto muy rápido y ultra corto; sin embargo, potencialmente pueden generar también dependencia.
El insomnio no solamente constituye un problema importante que se refleja en la problemática de no poder conciliar el sueño por la noche, sino también a todos los fenómenos que se generan a lo largo del día (incluyendo la dificultad para despertar). Esto afecta a todas las esferas del comportamiento produciendo con frecuencia otros problemas como depresión y disminución grave en la falta de productividad. Esto obliga a dirigir la atención a las causas. Sin embargo, es vital comprender que el tratamiento (como mencionaba anteriormente) debe orientarse primero a todas las recomendaciones que no tienen qué ver, necesariamente con los medicamentos.
Una característica cardinal de la sociedad actual está representada por los malos hábitos. Es muy probable que al corregirlos se pueda aspirar a resolver problemas múltiples. Si consideramos como molestias consecutivas a las noches insomnes a algunas como infelicidad, agotamiento, cansancio, reducción de la velocidad de respuesta, nerviosismo, ansiedad, dolores de cabeza o dolor gastrointestinal, mal estado general, dolores musculares inespecíficos, podemos imaginar pero sobre todo, intuir que el sueño no restaurador es peligroso.
En definitiva y en conclusión debemos entender que, dormir bien es una condicionante de buena salud.