Justo al inicio del año, el 1 de enero –como el lector sabrá–, se cumplieron 20 años del inicio del movimiento zapatista y los mismos 20 de la entrada en operación del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica de México con sus socios Canadá y los Estados Unidos. Aunque es una obviedad, hay que decir que todas las mieles prometidas por Carlos Salinas de Gortari que llegarían una vez firmado el tratado brillaron por su ausencia: ingresar al primer mundo, vidas de ensueño, productos internacionales baratísimos, bueno… hasta caucásicos nos íbamos a volver, no importa lo morenitos que estuviéramos. Ya no seríamos Pérez, Rodríguez, Sánchez… ahora habría puro Van der Saar, Lindemann, O’Donnel, Wilson; además, tomaríamos Té de Twinings y no de boldo, helados de Dairy Queen y no de La Michoacana (¡qué naco!) y empanadas argentinas y no cualquier paste de Pachuca o molote poblano, (¡¿osea cómo, güey?!). Sin embargo, como el investigador del CIDE Carlos Heredia Zubieta afirma en la revista Proceso número 1940 “El ingreso per cápita en México es de alrededor de un cuarto o un tercio del registrado en Estados Unidos, dependiendo de la metodología que se use para medirlo. En 2009 la producción por trabajador en México se ubicaba en ligeramente por debajo de un tercio de la registrada en Estados Unidos. Ello significa que no se ha producido un efecto de convergencia económica entre estos dos países como resultado del TLCAN o relacionado con éste”. En efecto, pese a todo, pese a los millones invertidos en 20 años para mantener élites políticas y rescatar empresarios corruptos, pese a los millones gastados en campañas que han encumbrado en el poder a panistas y priistas cuyo mayor éxito económico ha sido el de incrementar la inmensa brecha entre los que más tienen y los que menos, el país no está en jauja como se prometió en las postrimerías de 1993 y que aparentemente iniciaría en el despertar de 1994. Lo que sucedió fue empero, un estallamiento social que evidenció lo falaz del plan salinista que sigue operando hasta el día de hoy. Pasó el EZLN.
Como afirma un documento realizado por el CISEN (Centro de Investigación y Seguridad Nacional) a cuento del levantamiento en Chiapas, recopilado en el reportaje de Jorge Carrasco Arraizaga 1994: los Terrores de Salinas en la revista Proceso 1939, “Dejó en claro –el documento– que el diálogo entre el EZLN y Camacho Solís ‘no resolverá en sí los problemas económicos, sociales y políticos de Chiapas ni del país, aunque se hablará de temas que interesan a las partes, pero no habrá acuerdos concretos’”. Como se sabe, los acuerdos sirvieron para maldita la cosa y se dejó al zapatismo diluirse en el tiempo y el desdén de un México más interesado por los mundiales y las telenovelas, y deseoso de dejarse llevar por historias de terror para niños donde los zapatistas –y para el caso, cualquier movimiento social– son impulsados por el mismísimo Belcebú. Enorme triunfo de la falacia de los neoliberales que hoy nos deja como resultado las reformas diversas aprobadas ipso facto por un concierto de políticos de memoria corta o de mirada borrosa, la peor de las cuales es la energética; por supuesto, también una sociedad poco o nada enterada del significado de las acciones emprendidas desde ese 1 de enero de 1994, desmovilizada por completo y por omisión, cómplice sin duda.
Es evidente que la celebración de los 20 años de zapatismo han de recordarnos que poco o nada ha cambiado en ese tiempo; Chiapas sigue sumida en la pobreza y la marginación y la sociedad sigue siendo predominantemente colonial –hay todavía diferencias entre “coletos” e indígenas–; y por si fuera poco, el estado tiene un gobernador de estreno que gasta una millonada para anunciar su primer informe de gobierno y que pretende seguir el esquema de “vida de telenovela” que a Peña Nieto le generó tantos votos. Saliva con la presidencia como tanto gobernador, líder cameral o de partido mientras su estado y país sufren una crisis grave, no sólo económica sino de seguridad, aun cuando lo niegue repetidamente: “A mí que me den por muerto en 2018. Y si no es así me pueden tachar de mentiroso” (Proceso, 1939). Y entonces, ¿para qué tanta publicidad? Como se vio en estos días también, tenemos resistencias civiles en Guerrero y Michoacán en la figura de las Policías Comunitarias que son legítimas pese a estar en la ilegalidad y que también hacen evidente que la realidad en nuestro país dista mucho de ser estable. Por tanto, se podrá estar de acuerdo con zapatistas o policías comunitarios, pero lo que no se puede negar es el terrible fracaso del modelo económico que nos rige y que amenaza ahora con generar ahora una reforma para el campo. ¿Qué sigue ahora? La generación por fin de ranchos muy al estilo de “La Ponderosa” con rancheros bien chidos, bigotones y güeros y no los famélicos campesinos morenos que tanto hemos confundido con el subdesarrollo y que desprecian políticos y lideres. Finalmente, siguiendo con el documento del CISEN, “…los integrantes del EZLN ‘pueden dejar la solución de los problemas en manos de las organizaciones que integran el Frente Único y desaparecer así como aparecieron, sin deponer las armas y convirtiéndose en un fantasma armado que siempre estará presente’”. En efecto, un fantasma incómodo que 20 años después nos recuerda todos las porquerías que tenemos guardadas en el ático.