¿Cómo calificar la calidad de la actual Legislatura local que, sumisa y atenta a la voluntad del “señor”, aprueba iniciativas, sin siquiera leerlas, que luego debe echar para atrás? Tal es el caso, y no es el primero, de la privatización del servicio de distribución del agua potable propuesta del Ejecutivo aprobada por los actuales diputados apenas en septiembre y que hace unos días tuvieron que reconocer no era posible sostener tal y como se había aprobado.
A muchos ciudadanos les llamó la atención que los llamados partidos de izquierda –que están dejando de ser partidos y desde hace tiempo abandonaron la izquierda–, hubieran aprobado el dislate que dejaba a las empresas concesionarias la facultad de fijar las tarifas del agua sin necesidad de la aprobación del Congreso, lo cual se complementaba con reconocer los adeudos del servicio como adeudos fiscales –imagínese nada más, las deudas privadas convertidas en deuda con el fisco, pero en qué país– y, en consecuencia, los deudores podían ser perseguidos como delincuentes por su incumplimiento con el fisco, ¡una barbaridad, sin duda!
La presión popular, ejemplar como la que se puede prever en defensa del petróleo, así como la lluvia de amparos promovidos por diversas organizaciones populares, echó abajo el despropósito de los diputados poblanos, que ahora han creado la figura de concesión que es lo mismo que privatización.
Sin embargo, no dejan de llamar la atención las declaraciones del diputado del Partido del Trabajo, Félix Santos Basilio, quien en su momento votó a favor de la privatización, que pusieron en evidencia la forma de actuar de esta legislatura que aprueba iniciativas sin revisar. “Hoy somos testigos, dijo el mencionado diputado, de que no analizar a tiempo, a fondo y forma las reformas que se han aprobado en este recinto, nos lleva a reconocer los rechazos de los ciudadanos, fue un error haber realizado la reforma a la Ley del Agua” reconoció el petista, con cinismo que no lo exculpa de su intención manifiesta de servir incondicionalmente al Ejecutivo y, dirá reflexivo y sobrado, evitar poner en riesgo su carrera política, que pasa por “el si señor, como usted guste lo que guste.”
Pero el país está revuelto, lo cual de ninguna manera justifica lo anterior, y a la militarización de algunas regiones; los asesinatos políticos en aumento; la ceguera del poder frente a las demandas de los indómitos maestros que no son vistos ni escuchados y a la insistencia del capital extranjero por llevar a cabo “proyectos de muerte”; se suman una creciente inflación y la persistente recesión económica, lo que ha llevado al Banco de México a recortar a 0.9 por ciento su expectativa de crecimiento de la economía nacional para este año, es decir nada que sirva a los fines de la creación de empleos o mejorar las condiciones de vida de la población; pero no crea usted que con la crisis les va mal a todos; nada de eso. En México, con una población superior a los 110 millones de personas, apenas 202 mil inversionistas de la bolsa de valores poseen activos por un valor de 8 billones 536 mil 669 millones de pesos, equivalentes a 52 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB); tan sólo en los últimos tres años el valor de las cuentas que manejan las casas de bolsa en México se incrementó 49 por ciento.
Finalmente, no podemos dejar de mencionar los acuerdos que se gestan en lo oscurito, ahora entre el PRI y el PAN, revelados por The Wall Street Journal. En dichos acuerdos se permitiría al Estado mexicano compartir con el capital privado la producción petrolera, es decir se compartiría la renta petrolea con el capital privado. Y eso que insisten en que no proponen privatizar PEMEX, ni se dicen agentes del capital aunque luego con toda desfachatez al final sus tareas en el gobierno federal se emplean en las empresas transnacionales a las que desde ahora sirven tan fielmente.