Ahora que ha estrenado, pareciera obligado –urgente– hablar de Heli, la cinta que le significó a Amat Escalante el premio a mejor director en Cannes. Lo haré más adelante. Hay que digerir antes algunos pensamientos, sentimientos y sensaciones fruto del film; encontrar cómo decirlos, para ser justo sin sonar apátrida. Pero adelantaré algo al respecto en el último segmento de esta columna, al menos ubicando su fachada inicial. Mientras tanto, me ocupo primero de Bienvenido a los 40 (This is 40), de Judd Apatow, de quien casi todos vimos Virgen a los 40 y Ligeramente embarazada, dos logradas comedias, superiores al promedio. De hecho, la pareja formada por Pete (Paul Rudd) y Debbie (Leslie Mann) –conocida en plan de soporte en Ligeramente embarazada– es ahora la protagonista de Bienvenido a los 40, un lustro después. Ambos rozan ya las cuatro décadas de edad y, por razones diversas, sienten su relación cada vez más frágil y en riesgo: sus finanzas no van bien, están distanciados de sus respectivos padres, sus hijas pelean (la mayor incluso los cuestiona con dureza) y, muy sobre todo, Pete y Debbie parecen soportarse cada día menos: lo que dice uno, es plomo incomprensible para el otro.
Es en este contexto y momento cuando Debbie recibe la más inesperada de las noticias: está embarazada, a su edad y justo cuando el habitat circundante es una tormenta perfecta. Uno supone que esto terminará por fracturar a la familia aún antes de tiempo; pero he aquí que la condición humana tiene sus modos y, como sea, es capaz de distinguir lo esencial de aquello que sólo es urgente. Todo lo descrito suena a melodrama, pero Apatow –sin descartar del todo esos rasgos– se las arregla para mantener al film centralmente como una comedia, en los terrenos que mejor conoce. Así pues, sin llegar a grandes alturas ni mucho menos, Bienvenido a los 40 acierta al favorecer como apuesta a la sinceridad, a lo reconocible, a lo incómodo pero honesto, por encima de una mirada que pudo ser más grata (por “correcta”) y más propicia para una dosis mayor de risas. Apatow consigue entonces una película mejor aunque menos divertida, lo que se agradece quizá a contracorriente de lo que supone una comedia. Además, Paul Rudd y Leslie Mann nunca pierden el tono como los confundidos cónyuges, cobijados por trabajos sobresalientes en el reparto. Loas especiales para Megan Fox como una libre–pensadora despreocupada; para Melissa McCarthy como indignada mamá de escuela (también quédense a la secuencia de créditos) y para Chris O’Dowd como el empleado que todos querríamos y no querríamos tener. Bienvenido a los 40 nos recuerda, con amabilidad agridulce, que vivir no es un jardín de rosas diario y azucarado, ni mucho menos. Y por igual, que a ratos puede ser un carromato desvencijado al que debe empujarse cuesta arriba. Pero entonces, ¿quién mejor que nosotros para hacerlo, tan imperfectos como somos?
Y está por otra parte –en un tono muy distinto– una mirada a la vida (nacional) contemporánea, tal y como se ve desde los ojos de Heli, de Amat Escalante. Avisé al inicio que aquí habría sólo una introducción. Lo que Heli ofrece es un panorama helado, violento, ante el que la impotencia es el sentimiento automático. Sus elementos son este país, una familia obrera, unas bolsas de coca, un grupúsculo de militares, un ajuste de cuentas, una probada de cómo se siente el miedo químicamente puro, alrededor de una delgada anécdota que termina por sustentarse en el azar de una reacción tan impulsiva como torpe. No sé si todo eso da siempre para cine de valor, pero al jurado de Cannes le pareció que sí y sobradamente. Con referencia así, habrá que ver Heli por segunda vez, para reseñarla a fondo y estrechamente. Claro: no va a ser fácil enfrentarla de nuevo; pero menos fácil es aceptar el tipo de eventos que le dan origen. Son un reflejo aterrador, que ubica al “espejo” –la película– incluso en segundo término.