Aunque la neurogenética se ha desarrollado a una escala vertiginosa, al día de hoy, no se ha identificado ningún gen relacionado directamente con la inteligencia. A pesar de la alta heredabilidad de la inteligencia y de que se conocen aproximadamente 300 genes asociados al retraso mental no existe ningún gen que pueda decir concluyentemente que es responsable de la variación cognitiva o de su declinación con la edad en individuos sanos y normales. Entre los investigadores de la materia existe consenso en señalar que la inteligencia no reside en una estrecha región circunscrita al lóbulo frontal. Más bien se piensa que la inteligencia debe ser descrita como una “red de un mundo pequeño”. De igual forma, se piensa que los genes que participan en la inteligencia podrían estar involucrados en las variaciones tanto estructurales como funcionales más que en la misma inteligencia.
La cognición ejecutiva o memoria de trabajo, como tradicionalmente se le conoce, está fuertemente ligada al desempeño del aprendizaje lingüístico y numérico. Por lo que, la deficiencia en la cognición ejecutiva se traduce en un pobre desempeño académico. Entre los problemas más comunes que enfrenta un estudiante con deficiencia en la cognición ejecutiva está la dificultad para recordar instrucciones y la inhabilidad para completar las actividades del aprendizaje.
La memoria de trabajo o cognición ejecutiva, como la denomina I. Morgado, consiste en la representación consciente y manipulación temporal de la información necesaria para realizar operaciones cognitivas complejas, como el aprendizaje, la comprensión del lenguaje o el razonamiento. La importancia de esta memoria se acrecienta por su contribución a la memoria a largo plazo y por su relación con la inteligencia fluida, es decir, con la capacidad de razonamiento general y de resolución de problemas. Según análisis recientes, la cognición ejecutiva podría contribuir entre un tercio y 50 por ciento de la varianza en el factor g (inteligencia general –g–), el coeficiente de inteligencia de Spearman1.
Esta función cognitiva debe entenderse como un sistema necesario para realizar actividades cognitivas complejas. Generalmente consiste en retener información sobre cosas que acaban de pasar o pensamientos que acabamos de tener para utilizarlos inmediatamente en el propio razonamiento o en la resolución de algún problema o actividad en curso. Es por tanto, una información transitoria de corto plazo, que continuamente se está borrando y sustituyendo por otra de similar naturaleza. La memoria de trabajo parece consistir en un sistema general de control cognitivo y procesamiento ejecutivo que guía el comportamiento y que implica interacciones entre diversos procesos mentales (atención, percepción, motivación, emociones y memoria).
La inteligencia humana es el desarrollo de redes cognitivas y de la eficiencia con que éstas procesasen la información. La inteligencia, pues, es el procesamiento de información cognitiva tocante a metas comportamentales o cognitivas, el grado de inteligencia es la “eficiencia” con la cual puede ser procesada esta información. Eficiencia, en este caso, se refiere a la habilidad para usar los medios disponibles, incluyendo conocimientos previos, para atender una meta tal como la solución de un problema.
La inteligencia puede definirse como la habilidad para ajustarse por razonamiento a nuevos cambios, resolver nuevos problemas y crear nuevas formas valoradas de acción y expresión2. Esta definición identifica la correlación cortical de la inteligencia e incluye la concepción neuro–cognitiva, la cual señala que el desempeño intelectual es el resultado de las transacciones neuronales entre la rede perceptiva y la ejecutiva de la corteza cerebral. La inteligencia humana es la culminación de la evolución de un mecanismo cerebral dedicado a la adaptación del organismo a su ambiente. Su evolución ha ocurrido en un continuo evolutivo de los medios para adaptarse al mundo.
Los investigadores Baddeley y Hitch han propuesto la existencia de un sistema múltiple de memoria de trabajo, compuesto por un subsistema controlador de atención del sujeto (el ejecutivo central) y dos subsistemas auxiliarles, uno basado en información del habla (el bucle articulatorio o fonológico), y otro basado en información visual (el registro visuo–espacial), ambos capaces de mantener y manipular sus respectivos tipos de información. El ejecutivo central podría radicar en los lóbulos frontales del cerebro y el bucle articulatorio y el registro visuoespacial podrían radicar en las respectivas áreas del cerebro que procesan información de su naturaleza. La memoria de trabajo funcionaría a partir de la interacción de estos subsistemas3.
La función del bucle fonológico consiste en facilitar la adquisición del lenguaje. Esto lo hace de dos formas: una, a través de un almacenamiento que no restrinja temporeramente las representaciones para las secuencias fenoménicas nuevas, y la otra, a través del sistema de articulación que facilita el aprendizaje a través de la práctica. De esta forma garantiza que los sonidos nuevos puedan ser representados utilizando los procesos de salida existentes. Este sistema ha evolucionado para modelar palabras nuevas, incluyendo secuencias fenoménicas no–familiares. La capacidad fonológica del bucle es una señal de la habilidad que niños y adultos puedan tener para aprender un segundo lenguaje. La función del el registro visuo–espacial consiste en proveer una inteligencia no–verbal que pueda mantener y manipular las representaciones visuoespaciales4.
Beddeley extendió el modelo del sistema múltiple de memoria de trabajo al añadir un cuarto componente, el amortiguador episódico. Este cuarto componente contendría en un episodio la integración fonológica, la visual y la información espacial, asumiendo la unión de la información con la representación unitaria de un episodio. Esta modificación nos obliga a repasar muy brevemente el concepto de memoria explícita, ya que esta contempla la memoria de los episodios5. A través de la memoria explícita se almacenan hechos (memoria semántica) y eventos (memoria episódica), lo que permite comparar y contrastar información, así como de hacer inferencias y generalizaciones a partir de datos procedentes de diversas fuentes. Este tipo de memoria es flexible y abarca un ámbito multidimensional que permite interacciones variadas incluso con información que nunca se asociaron con el contenido del aprendizaje inicial. Un sistema de esta naturaleza permite el recuerdo en contextos variados, diferentes a la situación original, y por vías conductuales o de expresión también diferentes.
1REV NEURONAL. 2005; 40 (5): 289297.
2Joaquín M. Fuster, Cortex and Mind, (2003) Oxford University Press, USA.
3Baddeley A.D., hitch G.J., Recent Advaces in learning and motivation, (ed. Bower, GA) 47–89 (Academic, NY, 1974).
4Nature Reviews Neuroscience Volume 4, October 2003: 829–839.
5 Baddeley A,The episodic buffer: a new component of working memory?, Trends in Cognitive Sciences, Vol. 4, No. 11, November 2000.
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