Los partidos políticos son organismos públicos distantes a los ciudadanos del municipio de Puebla: más de la mitad de ellos no se identifica con ninguna de las agrupaciones electorales; en comicios federales, su aceptación aumenta, en especial en las presidenciales; baja en las elecciones locales, en especial en aquellas donde no se elige gobernador. Cuando no hay elecciones (2002, 2005, 2008 y 2011) disminuye la aceptación de los partidos. Los procesos electorales le permiten a los partidos políticos coptar adeptos y sumar sufragios a sus candidatos; su propia membresía no les garantiza la mayoría para acceder a alguna representación del Poder Legislativo o Ejecutivo.
La desconfianza de los ciudadanos en los partidos políticos políticos supera en una proporción de cuatro a uno la confianza que esos organismos les generan; su participación comicial a menudo está determinada por la empatía con algún candidato o la identidad con algunos de sus puntos programáticos, haciendo posible que candidaturas propuestas por partidos de limitada presencia electoral puedan ser los primeros en preferencias electorales. Las candidaturas de presidentes de la República generan mayores expectativas que la de los gobernadores y éstas, mayor es que la de presidentes municipales; en el último decenio, siete de cada 10 ciudadanos residentes en el municipio de Puebla no confían en los presidentes municipales y tres de cada 10 sí confían. Quizá por esos considerandos los sufragios en comicios para elegir alcaldes sean menores a la abstención, y en actual proceso habría que agregar que la confianza en el organismo electoral es muy baja: la diferencia entre quienes confían y no confían es de apenas ocho puntos porcentuales.
Los votos subsecuentemente que los ciudadanos otorgan al mismo organismo político son muy pocos, apenas tres de cada 10, los que nunca votan son dos de cada 10 ciudadanos, y cinco de cada 10 acostumbran votar por partidos diferentes en comicios diferentes, algunos solo transitan entre opciones ideológicas similares –que son los menos–, otros cambian a partidos con programas o ideologías diferentes –que son los más. Es común que un tercio o más de los votos de los principales contendientes procedan de ciudadanos que no se identifican con los partidos políticos y/o tengan una opinión negativa de los mismos, esos ciudadanos se incorporan al proceso a pesar del partidos que postula tal candidatura, muchas veces es un voto más en contra que a favor. Todos los partidos generan rechazo y aceptación, muchas veces más de uno que de lo otro; los contendientes, sabedores de que los votos del rival no necesariamente puedan abonarse a su causa, promueven campañas disuasivas para alejar al potencial sufragante del proceso, mucho más, cuando el mensaje es de violencia e inseguridad pública.
Los ciudadanos del municipio de Puebla que consideran que la inseguridad pública es el principal problema son ya mayoría absoluta, y una de cada dos familias reportan que al menos a uno de sus miembros fue víctima de algún delito durante el primer semestre del año en curso; por fortuna no alcanzamos el índice delictivo registrado en las ciudades de la frontera norte o de Acapulco, pero tampoco somos ya como Mérida o La Paz, eso lo sabemos todos y nos genera preocupación, más cuando hay una elección por realizarse.
Ayer fue asesinado el antropólogo Óscar Samuel Malpica, quién fuera rector de la Universidad Autónoma de Puebla; desconozco el móvil y la autoría material e intelectual del hecho y me resisto a aceptar la hipótesis de que se pretenda violentar los comicios para generar ausentismo y que sean las estructuras de los organismos políticos quienes definan el resultado; lo evidente es la capitalización del asesinato por aquellos que en otros tiempos fomentaron los homicidios de Joel Arriaga y de Enrique Cabrera y que ahora se abrogan representación de aquellos que no desean ser gobernados por ellos. El asesinato del profesor Malpica Uribe debe ser investigado y castigados los autores intelectuales a la brevedad posible, no sólo como un acto elemental de justicia, sino como un mensaje claro de que la creciente inseguridad que padecemos en el municipio es ineficiencia e incapacidad de las autoridades y no complicidad.