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Jueves, 14 de julio de 2011
La Jornada de Oriente - Puebla - Ciencia y Tecnología
 
 

Crear un sistema nacional de conocimiento científico era el deseo de Serrano Pérez–Grovas

 
PAULA CARRIZOSA

“De pequeño soñaba con una vida tipo Leonardo da Vinci, investigando e inventando, saltando de una disciplina a otra, de la matemática a la ingeniería, y luego a la mecánica. Al final se enamoró de la astronomía, que lo convirtió en uno de los investigadores más importantes del país”, narró Leticia Vázquez Marrufo, esposa del científico, investigador y académico Alfonso Serrano Pérez–Grovas, quien falleció la madrugada del martes 12 de julio a los 61 años de edad víctima de cáncer de páncreas. Su cuerpo fue velado en una funeraria de la ciudad de México, y posteriormente cremado.

Además de ser titular del Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica (INAOE) durante ocho años y director adjunto del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), el astrónomo impulsó el que sería el proyecto más ambicioso de su carrera: la puesta en marcha del Gran Telescopio Milimétrico, que está ubicado a 4 mil 580 metros sobre el nivel del mar en la cumbre del volcán Sierra Negra, en el municipio de Atzitzintla, Puebla.

Alfonso Serrano nació en la ciudad de México el 1 de febrero de 1950. Estudió la carrera de Física en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) donde conoció a Paris Pishmish, profesora de origen turco, pionera y promotora del estudio de la astronomía nacional, quien lo invitó a colaborar y le enseñó lo que él deseaba aprender de esa ciencia.

Posteriormente, obtuvo el grado de maestro en Matemáticas Aplicadas por la Universidad de Cambridge y el doctorado en Filosofía por la Universidad de Sussex, Inglaterra.

La labor de este investigador en el campo de la Astronomía y Radioastronomía fue reconocida y le valió numerosos galardones. Entre ellos, el premio “Quetzal” en el área de Ciencia y Tecnología por el gobierno de Puebla y el premio “Ciencia y Cultura 2007” por la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla.

A los 34 años de edad, Serrano Pérez–Grovas publicó su primera obra Rotación de las galaxias, que apareció en 1984 en la colección Temas selectos de astrofísica de la Biblioteca de Ciencias de la UNAM. Entre sus textos destacan las teorías evolutivas sobre la vida de las estrellas, sus núcleos y las nebulosas planetarias.

También fue miembro del Sistema Nacional de Investigadores, vicepresidente ejecutivo de la Asociación Mexicana de Directivos de la Investigación Aplicada y el Desarrollo Tecnológico, titular del Instituto de Astronomía de la UNAM y uno de los promotores del Programa Universitario de Investigación y Desarrollo Espacial (PUIDE), en el que dirigió un proyecto encargado del estudio estadístico de las trayectorias de impacto de los meteoritos en la atmósfera terrestre.

Además de los cargos anteriores, fue miembro del Comité del Telescopio Infrarrojo Mexicano, del Consejo Asesor para la Creación del Centro Regional de Educación en Ciencia y Tecnología Espacial para América Latina y el Caribe, asesor de Desarrollo Científico y Transferencia de Tecnología de la Organización de los Estados Americanos, miembro de la “International Astronomical Union”, de la “American Association for the Advancement of Science”, de la “Union RadioScientifique Internationale” y de la “Royal Astronomical Society”.

“Siempre fue un hombre entusiasta, comprometido con la promoción de la ciencia y la tecnología, idea que lo llevó a participar en diversos seminarios y encuentros con el propósito de avanzar, desde el sector público, en la constitución de un sistema nacional especializado en la generación del conocimiento científico, el desarrollo de las humanidades y la innovación tecnológica en México”, apuntó el doctor José Guichard, uno de sus colegas y amigos más cercanos.

Una de las obras que compila el quehacer de Alfonso Serrano es La Historia de las Instituciones del Sistema SEP–Conacyt, que fue publicado en 1998 por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología.

Su llegada al INAOE,
una revolución

Desde la publicación de su primer trabajo, en 1984, el campo de trabajo del astrónomo Alfonso Serrano Pérez–Grovas se centró en el estudio de los problemas relacionados con la formación y evolución química de las galaxias; por ello, siguiendo la tradición de sus antecesores, Luis Enrique Erro y Guillermo Haro, en 1992 fue nombrado director del INAOE.

En entrevista con el astrofísico Raúl Mujica, quien fue uno de los investigadores que conoció, convivió y fue apoyado por Alfonso Serrano, recordó que la llegada del científico a la dirección del INAOE fue “una de las grandes revoluciones del instituto”. El Pingüino –sobrenombre con el que se le conocía en el INAOE–, “era de esos profesores que te enseñan sin el propósito de hacerlo”, externó.

Recordó que cuando Alfonso Serrano llegó, empezó una “revolución” en la estructura del instituto ya que había pocos investigadores que contaban con doctorado y su tarea consistió en  impulsar diversos programas para que obtuvieran ese grado. “Buscó becas y proyectos conjuntos, algunos volvieron y otros no, porque no cumplieron con el tiempo que él estipuló”, expresó Mujica.

Acotó que la visión del nuevo director fue para mejorar y competir nacional e internacionalmente, ya que “no se medía localmente”. Una de sus frases, continuó el astrofísico, es que “no debemos tener miedo a ser grandes”.

Bajo esa lógica, planeó la ejecución de un proyecto que a partir de entonces se denominó Gran Telescopio Milimétrico (GTM), ya que él “pensaba no a dos o tres años, sino a futuro”, y creía que en dicho proyecto pondría en práctica sus conocimientos de astronomía milimétrica.

Tras ocho años, dejó la dirección del INAOE y fue nombrado titular del Instituto de Astronomía de la UNAM y promotor del PUIDE. Desde esos ámbitos, logró que al instituto que tiene su sede en Tonanzintla, Puebla; llegaran los fondos para hacer el estudio preliminar del GTM, “ya que siempre tuvo la idea de que sería en este país donde funcionaría el proyecto: sería de México para México”, acotó.

“Mucha gente puede poner un altar, una imagen o una veladora en casa, hay otros con más iniciativa que construyen una capilla en la calle donde viven, los más aventados reúnen a los vecinos y hacen una iglesia en su colonia, sin embargo, sólo unos pocos se atreven a construir catedrales, esas que seguimos admirando después de muchas generaciones, el resto se destruye u olvida”, expresó Mujica, al comparar a Alfonso Serrano como “un constructor de catedrales”, es decir, de grandes proyectos.

El Gran Telescopio
Milimétrico podría
llevar su nombre

Leticia Vázquez Marrufo, viuda del astrónomo Alfonso Serrano Pérez–Grovas, expresó a La Jornada de Oriente que aunque es precipitado considerar que el Gran Telescopio Milimétrico lleve el nombre de su esposo no es erróneo pensar que en próximos meses, a manera de homenaje póstumo, pudiera ser llamado así.

En entrevista telefónica, señaló que como pareja del científico “tuvo el privilegio de compartir la vida con un hombre grande que nunca perdió la sencillez”.

Sobre la aspiración de Serrano de ser como Da Vinci, dijo que para él fue modelo de humanismo y por ello “fue cálido en sus afectos, amigo de sus amigos, un inquieto que quería investigar no sólo en la ciencia sino en cualquier ámbito”.

Vázquez Marrufo recordó que una de sus características era su capacidad para conversar y cautivar a las audiencias, cualidades que aprovechó para impulsar la ciencia en México ya que era un hombre preocupado por su país.

Dijo que su muerte no es la pauta para idealizarlo o sobrevalorarlo, ya que en vida tuvo el poder de tocar y cambiar las personas.

Científico, investigador,
académico y además inventor

Leopoldo Rodríguez Sánchez, ex presidente la Asociación Mexicana de Directivos de la Investigación Aplicada y el Desarrollo Tecnológico (Adiat) y amigo cercano de Serrano Pérez–Grovas, indicó que una de las facetas poco conocidas del astrónomo fue la de inventor.

Cuando el científico fue vicepresidente de dicho organismo, “se convirtió en uno de los pocos expertos que han tenido la capacidad de generar desarrollo a partir del conocimiento científico y llevarlo a su plena materialización”, dijo.

Señaló que como amigo, supo de las complicaciones del GTM. “Había muchas cosas por construir y él hizo el conjunto del espejo del telescopio con elementos que no existían y que gracias a su conocimiento tecnológico, supo inventar”, agregó Rodríguez Sánchez. Esa iniciativa generó ahorros sustanciales en el proyecto que hasta ahora no se han reconocido.

Destacó que no sólo se preocupó por resolver el aspecto económico de los proyectos que emprendía, sino en fomentar políticas para impulsar la ciencia, la tecnología y la innovación tecnológica.

“¿A dónde vamos a encontrar una personalidad como la de Serrano Pérez–Grovas?”, preguntó Leopoldo Rodríguez, ya que dijo que su amigo fue capaz de unir a la comunidad científica y a la tecnológica.

Sobre la posibilidad de realizar un homenaje, señaló que le gustaría que fuera el equipo del GTM quienes se encargaran de promoverlo ya que fueron ellos quienes convivieron en esta última etapa del científico.

 
 
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