Búsquedas en el diario

Proporcionado por
       
 
Jueves, 30 de junio de 2011
La Jornada de Oriente - Puebla - Cultura
 
 

En ruinas, la fábrica textil El Mayorazgo; compitió con La Constancia y Metepec

 

Durante los años de huelga –posteriores a 1993– Teresa Ventura Rodríguez  recorrió la zona y encontró una serie de documentos administrativos de la fábrica y recortes de periódicos y revistas en los que El Mayorazgo aparecía  n  Foto Abraham Paredes
PAULA CARRIZOSA

Desde su cierre en 1993, el complejo textil El Mayorazgo se ha ido deteriorando rápidamente: desde las construcciones en donde se alojaba la maquinaria, el caserío de los administradores, la capilla y hasta propició el cierre y la posterior destrucción del cine que había sido abierto a unos metros de la ex fábrica.

Luego, con la construcción de la avenida Margaritas, se derribó la zona más antigua del complejo, y con ello “se tiene la excusa para terminar con todo”, tal como advirtió la especialista Teresa Ventura Rodríguez, quien explicó que en su apogeo el administrador Jesús Rivero Quijano hizo de la fábrica un experimento mercantil que hasta explotó su propia marca, conocida como “El Indio Atoyac”.

La fábrica de El Mayorazgo, forma parte del patrimonio industrial, ya que fue la más grande del corredor industrial del Atoyac, lugar donde a finales del siglo XIX se llegaron a asentar aproximadamente 50 industrias de ese tipo.

Aquel lugar, explicó la investigadora del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego”, de la UAP, era conocido en el virreinato como el “sitio de los molinos”, porque existían varios artefactos de este tipo que procesaban granos, entre ellos San Cristóbal de Amatlán y San Juan.

En 1839 el pionero de la mecanización de la industria textil del algodón en Puebla, don José Gumersindo Saviñón, adquirió la hacienda para fundar una fábrica que empezó con el hilado del algodón y en poco tiempo se convirtió en la sexta industria más importante de la ciudad.

25 años después, la industria pasó a manos de los Quijano, una familia que se movía entre Oaxaca y Puebla y que entre otras cosas se dedicaba a la venta de la grana cochinilla. Tras su compra por 150 mil pesos, se constituyó una sociedad formada por José y Alejandro Quijano, además de Joaquín Calderón.

A la muerte del primer socio y de la salida de Calderón, Alejandro Quijano se quedó como el único dueño del negocio y convirtió a El Mayorazgo en una de las fábricas más importantes que competía con otras como La Constancia Mexicana o La Economía.

El empresario sorteó las dificultades que impuso el imperio de Maximiliano de Habsburgo y aprovechó la tecnología que llegó con el Porfiriato.

La última década del siglo XIX estuvo marcada por los cambios de administrador, y no fue sino hasta la llegada de Manuel Rivero Colladocuando la fábrica alcanzó su esplendor, pues entre otras cosas se pusieron en marcha dos plantas hidroeléctricas –“Carmen” y “Carmelita”–, una planta de diesel, además de que se adquirieron 784 hectáreas más correspondientes al rancho Castillotla, se amplió y remodeló la fábrica, se construyó una capilla dedicada a san José y se edificaron viviendas para todos los trabajadores y los dueños.

Pese a la Revolución Mexicana, en el año 1913 El Mayorazgo operaba al 100 por ciento y solamente era superada por su similar de Metepec, en Atlixco.

Las telas que se producían en dicha fábrica, explicó Teresa Ventura Rodríguez, se caracterizaban por su suavidad y la calidad del teñido. Sabiendo esto, Jesús Rivero Quijano –hijo de Alejandro Quijano–, hizo que las “telas Atoyac” se comercializaran a nivel nacional e internacional. Para ello fue uno de los primeros empresarios textiles que apostó por la publicidad.

Durante los años de huelga –posteriores a 1993– la académica recorrió la zona y en compañía de un grupo de alumnos encontró una serie de documentos administrativos de la fábrica y recortes de periódicos y revistas en los que El Mayorazgo aparecía. Además, halló una serie de grabaciones que publicitaban a la fábrica: “si tienen el sello en la orilla, las telas Atoyac son una maravilla”, decía uno de ellos.

Una de las sorpresas fue descubrir que Rivero Quijano ideó un distintivo para los productos –que ahora funcionaría como un “logotipo”–, en el que aparecía la figura de un indio. La iconografía, explicó Ventura Rodríguez, tal vez provenga de la iconografía prehispánica oaxaqueña, pues de ahí era originario su bisabuelo.

 
 
Copyright 1999-2011 Sierra Nevada Comunicaciones - All rights reserved
Bajo licencia de Demos Desarrollo de Medios SA de CV