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Viernes, 3 de junio de 2011
La Jornada de Oriente - Puebla -
 
 

 ENTREPANES 

Nuestro claroscuro

 
ALEJANDRA FONSECA

Lo humano es paradójico. “Estamos condenados a ser libres”, escribió Jean Paul Sartre.

¿Qué de la libertad, nos condena?

Libertad es obrar según la propia voluntad. Hacer lo que se quiere. (no lo que se nos pegue la gana.) Y querer lo que se quiere. Dos libertades: de hacer y de querer.

Dicen que la libertad sólo se conoce por lo que no es: no es absoluta e ilimitada. No es abstracta. Pero tampoco se toca. No es medible. No es un estado permanente. No es inalterable. No es aislada. No tiene una definición exacta. No tiene leyes. No se busca. Ni se encuentra. No se ejerce de una vez y para siempre. Se le identifica por su ausencia, y hay quien dice que no existe.

La libertad es un solo acto. Se ejerce en un instante: Es la posibilidad de actuar o no. Tiene límites: se inicia y termina en un solo momento. El de elegir. Se es libre sólo para decidir. Cada momento apela a su propio acto. Pero recae en cuestiones concretas. Y se ejercita, es un hábito: No decidir, es decidir. No actuar, es decidir. Querer, es decidir. No querer es decidir. Y lo decidido, obliga. Condena (a seguirlo), como dice Sartre.

El querer es la fuerza que mueve al mundo, decía mi padre. Es la forma más sutil y profunda de libertad ejercida por el espíritu humano: Querer lo que no quiero: nadie puede obligarme a odiar a mi tirano. Y no querer lo que quiero: nadie puede impedirme imaginar, fantasear, desear. Soñar, a pesar de estar encarcelada, como expone Fernando Savater. Privarse de la libertad de querer y no querer, es la única situación humana de no ser libre en absoluto. 

La libertad es un solo acto pero no un acto solo. No es un acto aislado: se engarza con anteriores y subsecuentes elecciones. Conlleva ilación. Responsabilidad. Autonomía (darse normas propias sin mediar autoridad alguna). Conlleva consecuencias. Ejercer una voluntad sagrada en referencia a situaciones muy concretas. Conlleva la parte humana más honda que pocos descubren y ejercitan. Inmersa en nuestra irrenunciable historia personal.

Lo que nos condena de la libertad, es ser humanos... Claroscuro entre lo animal y lo divino.

 
 
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