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Viernes, 17 de septiembre de 2010
La Jornada de Oriente - Puebla - Cultura
 
 

Los festejos de 2010 se borrarán y en su lugar quedará la historia: Efraín Castro

 
PAULA CARRIZOSA

“Las conmemoraciones de este año se van a borrar de la memoria, y en su lugar sólo quedarán la historia y los libros”, afirmó el historiador poblano, Efraín Castro Morales, al término de la presentación de su último libro, La Independencia en la región de Puebla, que fue editado en el marco de las conmemoraciones por el centenario de la Revolución y el bicentenario de la Independencia.

El historiador, quien comenzó con la investigación en 1985 como una encomienda hecha por el gobernador de ese entonces, Guillermo Jiménez Morales, explicó que muchos de los libros de Puebla “habían estudiado su historia como un tema aislado, como si fuera un mundo complicado, difícil y ajeno al contexto social, político y económico que se vivía en el país”, precisó.

En esos años, recordó Castro Morales, el proceso de investigación se complicó: la nula catalogación y las condiciones en que se hallaban los manuscritos en la Biblioteca Palafoxiana, que entonces era sede de oficinas estatales; la negación de algunos sacerdotes para abrir los archivos parroquiales, y la precaria tecnología, que no permitía copiar los originales.

Luego de 25 años de consultar archivos como el General de la Nación, el Estatal y el Municipal, así como el de Guanajuato, Morelia y algunos religiosos, el libro La Independencia en la región de Puebla ayuda a entender la vida virreinal, el estilo de los gobernantes, la posición de los curas y jerarcas de la iglesia católica, la situación de las mujeres, la vida cotidiana, las relaciones económicas y el papel que la ciudad jugó en el proceso independentista.

Para el experto, a la historia es importante abordarla objetivamente. Dijo que un ejemplo de ello son los curas, de quienes en general se tiene una mala percepción aunque haya casos documentados de que algunos fueron cómplices y ayudaron en el movimiento. Los sacerdotes, expresó, eran como una especie de gobernadores, y su poder residía en sus conocimientos y básicamente en que sabían leer.

Otro de los temas que se abordan en la edición es el de los gobiernos indígenas. “Éstos persistieron a lo largo de los siglos, pero con otros nombres, ya que para poder ejercer su poder se tuvieron que disfrazar”, precisó. Comentó que un ejemplo claro es Cholula, una población en donde actualmente existen grupos que aunque de manera no oficial, establecen las normas de conducta entre los suyos.

Expresó que otro de los temas que se incluyen en la investigación es aquel que señala que antes de la Independencia los indios no vivían en tan malas condiciones, ya que “los reyes procuraban mantener ese gobierno indígena y sus tierras, las mismas que después del movimiento, fueron entregadas a quienes tenían dinero y podían explotarlas”, precisó.

Una de las aportaciones importantes del texto es el enfoque demográfico que el historiador le dio a la investigación, ya que para él era claro que las condiciones sociales, económicas, de raza y de casta de los diversos grupos sociales hicieron que la ciudad ocupara un lugar importante en la zona sureña del país, y que ello se reflejó en las rutas comerciales que se establecieron.

Sobre la condición de las mujeres, que es contraria a la versión actual que proponen algunos investigadores o programas de televisión que se han producido para festejar el bicentenario de la Independencia, Castro Morales expresó que las mujeres no se maquillaban ni participaban activamente de la vida social. En cambio, estableció que “una muchacha inteligente del siglo XIX sabía que lo mejor para ella era convertirse en monja, puesto que en el claustro podría encontrar un lugar para leer y para vivir”.

Por último, precisó que pocos meses antes de concluir su investigación encontró 400 archivos eclesiásticos que daban cuenta de los nombres, la condición social y el estado civil de los hombres que fueron reclutados en el movimiento, no precisamente por propia voluntad. “Los insurgentes, no importando su clase social, eran amarrados y obligados a participar en la lucha”, afirmó.

Sobre esos archivos de primera mano, refirió que esa es la tarea esencial de los historiadores: encontrarse con los archivos originales, ya que los libros mienten, pues muchos de ellos, al estar patrocinados por la política y el gobierno, tienen sesgos que no contribuyen en nada con la historia.

 
 
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