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Miércoles, 10 de febrero de 2010
La Jornada de Oriente - Puebla - Secciones
 
 
ECONOMÍA A RETAZOS
 

El tiempo nos dará la razón

Carlos Caro

 

La semana pasada, en Nueva York, el secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, al referirse al alza en las gasolinas y el “moderado” endeudamiento de la economía, sostuvo que el gobierno federal tuvo un manejo “prudente” y que el tiempo le dará la razón. 

El secretario de Hacienda, con todo desfachatez, habla de “un manejo prudente” de las finanzas públicas al aumentarse el precio de las gasolinas y por ende de todos los productos y servicios, cosa que habría que explicarle al secretario en una clase breve de macroeconomía; “prudente fue también aumentar el impuesto al ingreso (ISR) y al valor agregado (IVA) y, por si fuera poco, la economía nacional tendrá una baja en el PIB del año pasado estimada en 7 por ciento, este es el saldo de “un manejo prudente” de la economía que hará mas pobres a los mexicanos y, como dice el secretario de Hacienda, el tiempo nos dará la razón.

Por su parte, apenas en mayo de 2009 Felipe Calderón decía que su gobierno sería el salvador de la raza humana por el manejo que se dio a la emergencia por la gripe porcina, sin embargo el tiempo se ha encargado de demostrar lo desafortunadas de esas declaraciones, pues se supo del mal manejo de esa emergencia sanitaria por parte del gobierno mexicano en complicidad con altos funcionarios de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y diversas empresas farmacéuticas multinacionales que descubrieron una mina de oro en la venta de vacunas.

Estos botones de muestra indican que en México nos estamos acostumbrando a este tipo de afirmaciones hechas por los funcionarios gubernamentales confiando en nuestra mala memoria y que, en consecuencia, pronto olvidemos sus declaraciones y acciones.

Esto lleva a plantearnos algo fundamental, que por cierto la reforma política de Felipe Calderón soslaya pero que es parte fundamental en toda democracia: la necesidad de rendición de cuentas. A esos funcionarios que engañan, habrá que llamarlos a cuentas. Y a los ciudadanos corresponde que no haya olvido. 

 
 

México: 34 años de colapso del salario real

Samuel Ortiz Velásquez

 

Si atendemos a la información del Inegi, el salario mínimo nominal en México ha pasado de 0.08 (nuevos) pesos diarios de 1976 a 55.92 pesos diarios de 2010, es decir, se ha multiplicado por 699 veces. A pesar de este fuerte incremento nominal resulta que, por ejemplo, con el salario mínimo de 2009 los trabajadores compran apenas una cuarta parte de los artículos que adquirían con ese mismo salario en 1976, es decir, el poder adquisitivo de los salarios se ha derrumbado en un 75 por ciento. Esto significa que los precios de los artículos de consumo han crecido mucho más de prisa que los incrementos en el salario mínimo nominal. Efectivamente, en el periodo que nos ocupa, los precios han crecido a una tasa media anual de 26 por ciento, en tanto, el salario mínimo nominal se ha expandido a una tasa de 21 por ciento, así, el salario mínimo real ha caído a una tasa media anual de 5 por ciento.

Si se toma como referencia el año 1976 (cuando el salario real alcanza su punto máximo), es posible observar la trayectoria del salario real considerando los sexenios presidenciales. Tenemos que con Luis Echeverría (1971–1976) el salario mínimo real acumuló un crecimiento de 27 por ciento tomando como referencia 1976 (crece a una tasa media anual de 5.4 por ciento); con José López Portillo (1977–1982) desciende en un 30 por ciento (cae a una tasa media anual de 5 por ciento); con Miguel De la Madrid (19831988) el salario real acumula un descenso de 58 por ciento (desciende a una tasa media anual de 7 por ciento); con Carlos Salinas (1989–1994) desciende a un 67 por ciento (se contrae a una tasa media anual de 2 por ciento); con Ernesto Zedillo (19952000) desciende a 77 por ciento (se colapsa a una tasa de 3.3 por ciento); Vicente Fox (2001–2006) termina su gobierno con un descenso de 74 por ciento (crece apenas al 0.2 por ciento) y en la primera mitad del gobierno de Felipe Calderón el salario mínimo acumula un descenso de 74 por ciento con relación al año de 1976 (decrece a una tasa de 0.6 por ciento).

De esta manera, se puede ubicar la evolución del salario real en México en cuatro momentos: I) de crecimiento dinámico en la administración de Luis Echeverría; II) de fuerte descenso durante los gobiernos de López Portillo y Miguel De la Madrid; III) de desaceleración en la caída con Carlos Salinas y Ernesto Zedillo y IV) de estancamiento durante las administraciones panistas de Fox y Caderón.

En suma, la caída del salario real en México se inició a partir del año de 1976, ello se ha traducido en una elevación de las ganancias empresariales, no obstante, se puede sostener que es solo durante el periodo de 1976 a 1981, cuando la reducción del salario real se asoció con una elevación de la inversión productiva y el consiguiente crecimiento del PIB. La historia a partir de 1982 ha sido muy diferente, pues la caída del salario real se ha asociado con el uso improductivo de las ganancias empresariales, lo cual le concede al neoliberalismo un carácter parasitario.

 
 

Nada que justifique la muerte de inocentes

Virginia González Melgarejo

 

La madrugada del 31 de enero en Ciudad Juárez, Chihuahua, ocurrió una masacre de 16 jó-venes estudiantes de preparatoria y dos adultos, hecho para el cual no existe justificación alguna y pone en evi-dencia la torpeza y el fracaso del gobierno federal en la declarada “guerra contra el narcotráfico”.

Chihuahua está prácticamente sitiada por miles de efectivos militares y otros tan-tos de la Policía Federal Preventiva, lo que no ha evitado que todos los días se registren asesinatos de inocentes que, como todos en esta absurda guerra, quedan impunes.

Desde Japón, dos días después de ocu-rrida la tragedia, y sin información ve-raz, Felipe Calderón declaró que se trataba de un enfrentamiento entre bandas rivales, con lo cual les tendió a los jóvenes y a sus familias el estigma de la cul-pa. Recordemos que Calderón, además de ser el primer legista de la nación (des-de que declaró que la muerte de doña Er-nestina, indígena de la sierra de Zongo-lica asesinada a manos de soldados, se debió a una gastritis crónica), ahora se ha convertido en el juez y verdugo al de-cretar que estos chicos fueron asesinados por ser vándalos, así sin más ni más.

Tampoco fueron afortunadas las de-claraciones del diputado federal panista José Francisco Javier Landero Gutiérrez, quien en tribuna declaró que esos jóvenes muertos “están mejor en donde es-tán”, y que tal vez se volverían a morir de vergüenza si escucharan las discusiones de los políticos sobre el caso. ¡Hágame usted el favor! ¿Se imagina usted lo que pensarían los padres de esos jóvenes es-tudiantes al escuchar a este señor afirmar que están mejor donde están? La vergüenza que menciona tal vez sea de la que carece ese diputado, pues se necesita ser un verdadero desvergonzado para hacer tales declaraciones. No se quedó atrás Fernando Gómez Mont, secretario de Gobernación, al decir a los padres que clamaban justicia sólo encontrarían respeto a sus vidas sometiéndose a la ley; nuevamente la condena a los muertos, fueron ultimados porque seguramente vivían fuera de la ley. ¿Pero en manos de quiénes está el país?

Ahora anuncian que los poderes del Estado se trasladarán a Ciudad Juárez, de-cirlo es fácil pero llevarlo a cabo tendrá un camino legal que no sabemos si lo-grará el gobernador Reyes Baeza en los pocos meses que le quedan de gobierno, pero ¿servirá eso de algo? Por qué con toda la información de que dispone el (des) gobierno federal, que si creemos en sus propias declaraciones conoce el nom-bre de las bandas, donde operan, quienes son sus jefes, quienes sus operadores fi-nancieros y quienes sus sicarios, ¿cómo es posible, entonces, tanta incapacidad para detener a lo culpables?

Nuestra capacidad de asombro no de-be cejar, no debemos acostumbrarnos a este baño de sangre a que esta sometido todo el país, la estrategia mediática del go-bierno federal debe tener un limite, y ese lo debemos poner los ciudadanos, al-zando la voz, diciendo ¡ya basta!, porque esos muertos son mexicanos, los muertos son nuestros.

 
 

 
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