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Jueves, 14 de enero de 2010
La Jornada de Oriente - Puebla - Deportes
 
 

Sin límite de tiempo, la relación de Ruiz Flandes con la lucha libre

 

El fotógrafo señaló que las luchas, “espectáculo violento por definición, basan buena parte de su atractivo en la plasticidad que en muchos momentos ofrecen”  n  Fotos Pablo Ruiz Flandes
HORACIO REIBA

Pablo Ruiz Flandes se gana la vida como neurocirujano, tras haberse especializado en escuelas y clínicas de Suiza y Francia, pero no es éste el tema de la presente conversación, sino la muestra, en tamaño natural, de las mejores imágenes obtenidas por este singular y vigoroso fotógrafo poblano durante sus incursiones de cada noche de lunes por la Arena Puebla, muestra que fue exhibida recientemente en el Parque Ecológico de esta capital.

Jornada de Oriente (JO)– Siendo médico de profesión ¿cómo nace tu relación con la fotografía?

Pablo Ruiz Flandes (PRF)– Desde que recuerdo tengo afición por las artes. El ballet, la ópera y la música en general fueron mis primeros polos de atracción. Y cuando empecé a experimentar con la fotografía enseguida busqué imágenes de esta clase de actos. He fotografiado, además de la lucha libre, toros, teatro, danza, orquestas, solistas... imágenes mías han sido utilizadas por diversos artistas y organismos culturales en publicaciones especializadas. También en un disco del flautista Horacio Franco.

JO– ¿Pero hay alguna razón más específica?

PRF– Quizás mi gusto por experimentar, como antes lo había hecho con la flauta y otros instrumentos musicales. O tal vez se deba a algo más simple: que soy humano. Porque el homo sapiens siempre ha tratado de plasmar lo que ve y lo que le pasa. Desde las cuevas de Altamira hasta el cine tridimensional, esta tendencia forma parte de nuestras funciones mentales superiores y refleja el desarrollo intelectual y cultural de la especie.

JO– En principio ¿no es la fotografía algo más técnico que artístico?

PRF– Como instrumento, la cámara fotográfica corresponde a un momento de fuerte impulso tecnológico, mediados del siglo XIX, y desde su aparición se convirtió en nuestro principal recurso para plasmar visualmente la realidad. La imagen en movimiento también lo es, pero la foto, por su riqueza de detalles, tiene un poder de sugestión superior.

JO– ¿Prefieres el color o el  blanco y negro?

PRF– Trabajo ambas modalidades, dependiendo del resultado deseado. Para fotografiar en color dependemos mucho de la calidad de la iluminación: si no es buena el resultado va a ser una foto vulgar. Trabajar el blanco y negro tiene otro tipo de exigencias. Obtener una foto elegante y sobria, como es el blanco y negro bien entendido, representa un reto mucho mayor para el fotógrafo.

JO– Hoy se discute mucho sobre el photoshop o la distorsión de la imagen por computadora. Pero ¿no existían ya antes el retoque y los efectos especiales creados en laboratorio?

PRF– Así como el ser humano busca representar la realidad tal como la percibe, también ha existido en él la tendencia a distorsionarla, tanto en la pintura como en su sucedáneo técnico que es la fotografía. Los fotógrafos de élite han buscado siempre asociarse con grandes especialistas del revelado y la impresión, contar con expertos de laboratorio que les permitan mejorar las imágenes que firma o jugar con ellas.

JO– Lo que destruye, de paso, la falsa idea de que “la imagen no miente”.

PRF– Claro, hay que pasar por ese proceso que podríamos llamar de pérdida de la inocencia. Hay que reconocer que la fotografía, en principio un medio para capturar imágenes del mundo real, puede convertirse fácilmente en un arma de distorsión incluso política. Los ejemplos abundan: está la famosa foto de Stalin con Trotsky y la “misma” instantánea sin él, o la que divulgó la  CIA con la cabeza de Lee Harvey Oswald superpuesta al cuerpo de alguien distinto, que muestra a la cámara un volumen de “El capital en una mano y un fusil en la otra”, o la fingida muerte de un miliciano en la guerra civil española que hizo famoso a Robert Capa (Ernö Andrei Friedman, Budapest, 1913), o viajes espaciales célebres sobre los cuales hay dudas razonables, o a nivel doméstico, el retoque al rostro de la quinceañera... y así hasta la actual práctica electrónica del photoshop.

JO– Cuenta un poco acerca de tu trayectoria como fotógrafo.

PRF– Yo empiezo como fotógrafo aficionado de imágenes estáticas: escenas familiares, una puesta de sol, un árbol al lado del camino. Con la práctica, y la ayuda de equipo profesional, voy descubriendo que las fotos que más me satisfacen corresponden a escenarios dotados de una iluminación intencionalmente diseñada para representaciones artísticas: ópera, teatro, ballet, conciertos, recitales... Es lo que mejor se me da. Por eso me interesaron también las corridas de toros y la lucha libre. 

JO– ¿Por qué las luchas, que nada tienen que ver con el arte?

PRF– Precisamente porque se desarrollan en un escenario ad hoc, bajo una iluminación que exalta la gesticulación histriónica de los luchadores, de por sí ataviados con un colorido al mismo tiempo espectacular y provocador.

JO– ¿Qué más encontraste en las luchas para motivarte de esa manera?

PRF– El público de las luchas es, sin comparación con ningún otro, el que más interactúa con los protagonistas. Es el único espectáculo donde ese diálogo, normalmente agresivo, forma parte sustancial de la representación.

JO– Esa sería la justificación ambiental ¿la acompaña alguna razón propiamente artística?

PRF– Espectáculo violento por definición, las luchas basan buena parte de su atractivo en la plasticidad que en muchos momentos ofrecen.

JO– ¿Pero no hay algo más?

PRF– Como se trata de una representación francamente fársica, las y los luchadores compiten en exagerar gestos y actitudes. Saben que lo grotesco vende. Y si mucho me apuras, sin esos excesos no habría lucha libre. Ni, por supuesto, fotografías con esa fuerte carga expresionista, que es lo que realmente me impresiona y motiva como fotógrafo.

JO– ¿Alguna manía o secreto personal?

PRF– Procuro no usar nunca flash, y limitarme a aprovechar escenarios que ya incorporan una iluminación favorable. Y cuando voy a tomar una foto, necesito imaginar antes el resultado final. Así puedo elegir sobre la marcha la lente y la velocidad apropiadas.

Antes de despedirse, Ruiz Flandes nos recuerda que su exposición “Sin límite de tiempo: los gladiadores de la Arena Puebla” se presenta en el Centro Vacacional Metepec, en Atlixco.

 
 
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