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Jueves, 7 de enero de 2010
La Jornada de Oriente - Tlaxcala -
 
 

 OPINIÓN 

Acapulco no me quiere

 
GABRIELA CONDE

Es muy soberbio pensar que somos nosotros los que rechazamos un lugar cuando en realidad es él el que nos expulsa. La última vez que fui a Acapulco, compartí el viaje de regreso con un grupo. Me sentí avergonzada por no ser como esos turistas que afectados por una dosis alta de cursilería suspiraban nostálgicos por estar de nuevo en la ciudad de México. Alguno dijo: volvemos al triste smog de la realidad. Se despedían unos a otros, hacían gala de esa frágil amistad que se da en un grupo VTP. Varios (perturbados por la extraña convivencia que a manera de reality se da cuando se viaja en grupo) se abrazaban y prometían llamarse y repetir pronto el viaje al hermosísimo lugar.

Traían los signos de la felicidad efímera del viajante: piel bronceada, rostro relajado, cámaras al cuello con varias escenas de alegría posadas para engrosar los álbumes. Sentí envidia por ellos, yo, en cambio, volví harta de Acapulco, estaba aliviada con el frío citadino.

No siempre Acapulco y yo tuvimos esta mala relación, hay fotos de viajes familiares en donde se me ve contenta. Recuerdo a cierto periquito pelado de un hotel (cuyos dueños eran amigos de mis padres) a quienes mis hermanos y yo amábamos visitar. Luego, uno de mis mejores amigos de la prepa tenía una casa allí y por años nos escapamos al puerto en fin de semana. Entonces mi relación con Acapulco no era una fantasía, pero tampoco tan catastrófica como ahora. Me explico: por diferentes motivos en los últimos dos años he ido unas seis veces a Acapulco. A las dos horas de estar ahí mis pies se hinchan hasta parecer tamales. No importa qué tan waterproof sea mi rimel, siempre se me desdibuja haciéndome ver como drogadicta rehabilitándose. Me estriño, me baja la presión y sudo como madre dando a luz. Se me infecta el ojo, la panza, la autoestima.

Para mí Acapulco quedó visto en aquellos viajes familiares de infancia. Ahora prefiero mi hermosa realidad de smog, el lugar donde están mis amigos, la gente que me quiere.

 
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