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Lunes, 22 de junio de 2009
La Jornada de Oriente - Puebla -
 
 

 SEMANÁLISIS 

Amozoc: trampa mortal

 

 
Horacio Reiba

El automovilismo es un deporte de alto riesgo. Su esencia es la compenetración absoluta con la máquina, la sed de triunfo, el placer de la velocidad, la rendición del contrario. En ese empeño, cuántas vidas no se habrán perdido. Quien se cala el casco y los guantes para empuñar un volante y tomar la bandera de salida lo sabe perfectamente. Y se abandona en manos de la pericia propia, pero también ajena. Así lo asume. Por eso, cuando ocurre alguna desgracia, el pesar es de todos, simpatizantes y adversarios. Por eso pueden compaginarse el afán de desafiar, superar, vencer a los demás con la solidaridad hacia el compañero de ruta y la cordialidad fuera de pista. No siempre, hay que reconocerlo. Pero sí, invariablemente, cuando se trata de profesionales maduros, capaces de visualizar al otro como ese extraño alter ego que te reta y respeta al mismo tiempo. Por eso, cuando hablamos de automovilismo, estamos hablando de deporte y deportistas aún sin mencionar estas palabras.

 

Dura semana

La muerte de Carlos Pardo en el circuito de Amozoc me ha puesto a rebuscar entre papeles viejos y recientes, y a navegar con intensidad por internet. No entro ni salgo en torno a la discusión de si el golpe desestabilizador que sufre el Ford de Pardo se debió a que éste abandonó inesperadamente la línea que llevaba, o fue más bien producto del ansia por rebasarlo de Jorge Goeters –ya lo había tocado previamente–, quien atacó por dentro con la curva encima y sin medir consecuencias. Dejémoslo en accidente, propio de la lucha por el triunfo durante la última vuelta de una prueba electrizante, en la que Carlos rodaba líder luego de superar obstáculos –el último, el mismo Goeters– mediante una lección de estrategia competitiva y buen manejo. Lo que no entiendo es qué hacía en ese lugar crítico –casi entrando a la curva, el pedal derecho pisado a fondo– el pequeño muro donde su Ford número 21 prácticamente se desintegró. Ni la ridícula protección que puedan ofrecer unos cuantos toneles de agua, colocados ahí supuestamente para amortiguar posibles impactos a más de 200 kph.

 

Trampa mortal

En mis pesquisas no logré descubrir, ni aún en los óvalos más antiguos de Norteamérica, nada semejante a un pequeño muro perpendicular a la ruta, sin cuneta ni trampas de por medio y levantado del mismo lado hacia el cual empiezan a doblar ya los autos para tomar sobre su izquierda la curva inmediata, con obvio aumento de la aceleración. Para colmo, el improcedente obstáculo es de cemento vil, ni siquiera del material absorbente que ahora se usa en los autódromos del mundo. Entiendo que los organizadores están en su papel al declarar que Amozoc tiene “una de las mejores pistas del país”, y que el oficial Matute sostenga que no hay nada que achacar al diseño de un autódromo que “cumple con todas las especificaciones de la Serie Nascar”. Pero creo sinceramente que lo mejor que pueden hacer ahora los responsables del circuito José Abed es eliminar semejante trampa mortal, y pensar en protección más valedera que los frágiles tambos con agua que no le prestaron ninguna a Carlos Pardo, ni habrían podido dársela a nadie que estrellara ahí un auto de carreras. Y hacerlo de inmediato, antes que esa injustificable y traicionera plancha vertical –de apenas un metro de altura por tres de longitud–, pase a la historia del automovilismo poblano como el muro de la muerte. O peor aún, el de la ignominia.

 

El otro muro

Imposible abandonar el tema del deporte automotor sin deplorar el endurecimiento en las posiciones que amenazan con destruir la F1. Ni Max Mosley, patrón de la FIA, cede un ápice en su pretensión de limitar a 45 millones de euros el gasto autorizado a las escuderías a partir de 2010, ni Lucca de Montezzemolo, hombre fuerte de Ferrari, abandona la idea de crear –con McLaren, Renault, Toyota, BMW–Sauber, Brawn, Red Bull y Toro Rosso, que integran la FODA– una competencia paralela para el año que viene. Todo con tal de evitar una reducción de gastos que, sólo en el caso de Ferrari, mandaría a la calle a 548 de los 700 empleados que actualmente prestan sus servicios en Maranello, a tono con la obligación de ajustar a los 45 millones del tope ordenado por la FIA unos gastos que, en este 2009, ascenderán a por lo menos 290.43 mde. Claro que ese presupuesto no le está sirviendo de nada al cavallino para oponer alguna resistencia, no digamos ya para desafiar seriamente, a las imparables máquinas de Brawn GP. Pero precisamente lo que este año viene ocurriendo –uno de los campeonatos más previsibles y monótonos que se recuerden– es fruto de las cerriles disposiciones de los ensoberbecidos jerarcas federativos, empeñados desde hace tiempo en hacerles la vida difícil a constructores y pilotos. Que no se extrañen si éstos, agotada su paciencia, los desconocen de verdad, y entre todos dejan sin futuro a la F1. Por lo pronto, el plazo para anunciar qué marcas competirían en 2010 venció el viernes pasado sin que, naturalmente, la FIA haya divulgado lista alguna.

 

Papelón

Los del pacto de caballeros –reunidos como cada año en Cancún, aunque esta vez su draft–tianguis no pasó de caricatura– aprovecharon el tiempo que les dejaron libre los brindis y las intrigas para darle otra vuelta de tuerca al oxidado futbol mexicano, pues borrachos de soberbia han emitido un nuevo engendro que llaman Pacto de respeto a la autoridad, cuyo inciso 8 es todo un poema: “Evita hacer declaraciones que pongan en duda la honorabilidad de cualquier afiliado a la FMF y la imagen de nuestro futbol (sic)”. Leyenda que sin asomo de rubor han añadido por su cuenta al Código Fair Play de FIFA, amenazando de desafiliación a quien ose incumplirla. Aunque se apresuraron a estampar su temblorosa rúbrica dueños, federativos, capitanes de equipos y representantes de los árbitros, sería interesante saber qué se opina en Zürich de tan mexicana manera de enmendarle a doña FIFA sus textos judiciales.

 

Faltaría más

Por cierto, el Puebla dejó ir a Núñez (Cruz Azul), Davino (Monterrey) y Osorno (Atlas). Es decir, a la columna vertebral del plantel sensación de este y de muchos años. A cambio –y mientras el Chelís luce sonrisa panorámica por las calles de la ciudad– se trajo de Cancún una rala pesca de sardinas y charales ya bastante reciclados. Como en el caso anterior, tampoco hay aquí materia para el asombro. Aunque sí para seguirnos preocupando.

 
 
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