Hay un instante; una emoción febril, centrífuga, proveniente de la memoria que significa un hallazgo. Revelación como detonante de certezas, sortilegio en el que parece que se abarca el mundo.
El arte de la memoria, como explica Giordano Bruno, concibe un entramado preciso para lograr encender la bengala que alumbre las ideas que nos conduzcan de las tinieblas de las sombras a las tinieblas de la luz. Se trata de sembrar minas sensoriales por el campo vaporoso de la memoria.
Sabemos, el pasado cuando vuelve al presente, no regresa restituido, no se devuelven las sensaciones; apenas es el recuerdo de aquello que sentimos.
Si se pudiera revivir el placer de un beso o el dolor que nos causó una caída, nuestra vida sería insoportable, procuraríamos repetir y repetir y repetir aquel placer mientras que el dolor se convertiría en terrible tortura.
La memoria es selectiva, sólo nos devuelve aquello que no puede destruirnos. Lo demás es pura nostalgia. (+)