Por fin, son las 6 quince de la mañana del multianunciado 8 del 8 de 2008. A pesar de la madrugada y como buen infoadicto, no abandoné la intención de sumarme en vivo a los mas de 4 mil millones de televidentes en el planeta que esperábamos con curiosidad la presentación mediática de la inauguración de las Olimpiadas número XXVI. Sin embargo, sobrevino el caos. Curiosamente, la empresa Megacable (de la cual soy suscriptor por ahora), de manera muy sospechosa, suspendió el servicio digital 11 minutos antes del inicio de la transmisión oficial del evento en las redes de la ciudad. Con la pena, y una histeria mañanera, tuve que despertar a varios a esa hora para preguntar, así como cuando se va la luz, si tenían señal al aire. La respuesta, negativa, no había olimpiadas por la tele.
En pura especulación y con los malos hábitos que deja el periodismo electrónico, supuse que se trataba de un complejo asunto de derechos de transmisión, debido a la guerra desatada por la señal en semanas pasadas, que incluían a muchos de los cientos de canales que retransmite esa empresa de televisión por cable en Puebla.
Le adelanto que como por arte de magia o coincidencia, la transmisión regresó exactamente 15 minutos antes de terminar el evento.
Me angustié y desesperé; de pronto descubrí con tranquilidad que era el año 2008 y que esa inauguración no sólo me podía llegar a través de un televisor, como aquella, la primera que seguí de Montreal en 1976, a través de los bulbos de una Stromberg–Carlson, de mueble completo y cinescopio de 29 pulgadas a colores, estrenada para la ocasión.
A decir verdad, el abrir los ojos tan temprano hizo que en mi búsqueda de la señal perdida me tropezara con cifras sorprendentes y datos verdaderamente “olímpicos”; incluyendo historias necias de concesionarios que dicen que la industria en México ya no es rentable.
Por increíble que parezca, en un mundo en crisis alimentaría y convulsionado por el precio del petróleo, las ventas por los derechos de televisión de los Juegos Olímpicos ofrecen datos muy duros y no tienen comparación.
Los organizadores de Beijing reportaron al 7 de agosto un ingreso por venta de derechos en medios del 53 por ciento sobre las ventas totales del evento. Mientras, en Estados Unidos el Comité Olímpico Internacional pudo obtener de la cadena NBC 894 millones de dólares por la transmisión en exclusiva de la fiesta deportiva, en Europa se superó los 487 millones, sin contar los porcentajes de ingresos por publicidad y la reventa que hacen las televisoras afiliadas.
En México, las cadenas TV Azteca y Televisa, duplicaron el precio de sus comerciales de tiempo aire, es decir que sí usted quiere anunciarse un minuto desde el viernes pasado en algún programa “olímpico”, le costará más de 325 mil dólares por impacto neto.
Ni un centavo más, ni un centavo menos, pero con la tranquilidad de que su producto compartirá el bloque comercial con empresas como VISA, Coca Cola y Volkswagen. Le repito, el costo es sólo por usar un minuto.
Pero eso no es todo, la voracidad de las televisoras mexicanas y con la idea de que “nadie se quedara fuera”, pudieron negociar con sus anunciantes por separado los costos de las pautas publicitarias que tendrán vigentes en este mes olímpico.
Ajustaron las tarifas definitivas y quedó así: usted podrá comprar un mínimo de 15 anuncios de tiempo no menor a los 20 segundos, los medios lo suelen llamar “Plan Francés” y lo que le representaría una verdadera “oferta” respecto a lo que se paga en horario triple “A” y sin olimpiadas.
Es cierto, hay una realidad que dice que estos ingresos no se reparten en los estados con las filiales y franquicias de las televisoras nacionales; se les ningunea, no les toca nada y no pueden, claro, vender ni un ápice Olímpico.
Allá ellas, solamente pueden utilizar escasos segundos con pistas y refritos de imágenes para ilustrar sus comentarios en los noticiaros locales, sí es que siguen en pantalla porque en Puebla, incluso, algunos este mes desaparecieron para dar paso al horario de las competencias.
En fin, se calcula que son los Juegos Olímpicos con mayor cobertura en la historia de la televisión mundial ya que en promedio, cada cadena televisora que haya comprado los derechos, mantendrá una explotación superior a las 3600 horas de transmisión al aire en un mes, y por tanto un puntaje de raiting superior a los 15 puntos.
Será la primera vez que un evento de esta magnitud usa la internet para retransmitir y vender producción por la mundial Youtube, a cualquier hora y desde cualquier lugar.
El alcance de este fenómeno mediático, dice el español Carlos Lamas; matemático y estadístico, ratingnólogo de la Asociación para la Investigación de los Medios de Comunicación, será incalculable debido a que, sumado a los 3 mil 999 millones de espectadores que si lo vieron (yo no), la multiplicidad en los canales alternativos dará una cifra en raiting que rompería un récord olímpico.
Según la teoría del marketing publicitario, para alcanzar esas fortunas, cada televidente debe aportar en cada país un dinerito para que sea funcional, algo así como: “yo consumo tu producto y tu adquieres los derechos”, y todos contentos vemos por televisión nuestros eventos.
Por tanto, haciendo cuentas y al quedarme arbitrariamente sin señal exactamente en ese lapso olímpico, y después de una simple división matemática millonaria entre televidentes, yo, raitings y costos por derechos de transmisión, podríamos deducir que mi compañía de televisión por cable me debe algo así como 800 dólares, o cómo la ve?