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Martes, 15 de julio de 2008
La Jornada de Oriente - Puebla - Cultura
 
 

Sabines fue un hombre profundo, sencillo, cuya noción de la muerte le ganó la empatía del lector: Holladay

 
(Yadira Llaven)
Puebla, Pue.

 “Jaime Sabines fue un hombre profundo, de lenguaje sencillo, que permitió, a través de sus vivencias personales, la liga inseparable con la muerte, que le confirió ser el receptáculo de la empatía de los lectores”, aseveró la maestra Kandace Holladay, docente de la Universidad de Florida Central, quien analizó la vida y obra del poeta chiapaneco, en la ponencia “La muerte como fenómeno individual y ontológico en la poesía de Jaime Sabines”.

A lo largo de una hora, Holladay estudió dos de sus poemas más representativos: Algo sobre la muerte del mayor Sabines y Tlatelolco 68.

En el primer poema, dijo que el poeta comparte la muerte de su padre, visto no sólo como el gran patriarca de la familia Sabines, sino como el esposo, abuelo, hermano y amigo, que aseguró su sobrevivencia, pese al cáncer, en los versos de su hijo.

No ha habido hora más larga, que cuando no dormías.

Expuso que su angustia se reproduce tal como una víctima se somete al verdugo, donde desmantela la imagen del padre como ser invulnerable, dejando en claro la lucha interna del poeta contra el destino.

“Con tono de ira, Sabines, en uno de los versos, utiliza la palabra ‘chingada’, que señala una nueva dirección del lenguaje popular para mostrar la frustración, la rabia y el desengaño. Con ello, logra dar el justo lugar a las palabras ya manoseadas por los sentimentaloides, que no ven más allá de los alardes formales de la pirotecnia verbal”.

Entre la lectura de su participación, Holladay fue intercalando algunos versos del poeta, que también fue explicando:

Te enterramos ayer, ayer te enterramos, te echamos tierra…

La insistencia en este canto sobre las diversas formas del entierro, agregó, “nos da a entender que el mayor Sabines no muere, no morirá, sino que volverá a vivir”. Así se demuestra en el ruego desesperado por resucitar a su padre.

Debajo de la tierra no podrás morir

Sin agua y sin aire no podrás morir

Sin embargo, en la segunda parte del poema, aunque Sabines se presenta como el interrogador de la muerte, sus palabras únicamente subrayan el fin de una etapa de su vida.

Mientras los niños crecen y las horas nos hablan, tú lentamente te apagas

De ello, Holladay alabó la generosidad poética del autor al compartir la situación íntima con los lectores.

En el segundo poema analizado, Tlatelolco 68, “el autor, atento a las situaciones históricas de México, nos ofrece en mal tiempo un discurso poético crítico, autocrítico, como testigo ocular, donde ve a la poesía como una función social, de denuncia”.

Con estos versos, comentó, “Sabines despierta la conciencia humana y política del receptor, en un poema denunciatorio de carácter político”.

Nadie sabe el número exacto de los muertos, ni siquiera los asesinos, ni siquiera el criminal

Aquí, señaló, “claramente el poeta culpa al gobierno de los asesinatos de los estudiantes que quedaron en el olvido, y busca una empatía en el público, al subrayar la aniquilación que mató a una parte del pueblo. Eran mujeres, niños, estudiantes, jovencitos, una criatura en la panza de su madre”. Pero también, en él permite un distanciamiento que obliga al lector a hacer su propia crítica de la tragedia.

“Sabines denuncia la manipulación que realizó el gobierno a través de la censura, para ocultar la realidad”.

El crimen está ahí cubierto de hojas de periódicos, con televisores, con radios, con banderas olímpicas

“La acusación manifestada en el discurso poético revela la máscara del gobierno para negar la masacre”.

Habría que lavar no sólo el piso, sino la memoria, habría que quitar los ojos, que nadie llore, que no hayan más testigos

De lo expuesto, aseveró: “Sabines agrega elementos en su poética que anticipan lo sucedido en Tlatelolco, y que cambiaría en un instante la cara de una nación al perder la confianza del pueblo; no obstante, el gobierno insiste en la inserción de México en la modernidad. La masacre no frenó nada”.

Siguen las tiras cómicas y los bandidos en la televisión

Sabines logra plasmar que “el gobierno distrae al pueblo para borrar la conciencia nacional, detrás de la pantalla de la modernidad”; asimismo, critica a los medios de que se dejaron silenciar.

A manera de conclusión, consideró que la poesía de Sabines es catártica. “Transforma el dolor de la muerte en un fenómeno ontológico, como se ve en Tlatelolco, que marcaría a México. En ambos poemas, el autor pone frente al lector a la muerte no sólo como un acto emotivo, individual, sino como el productor, incluso, de un cambio histórico”.

 
 
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