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Viernes, 1 de febrero de 2008
La Jornada de Oriente - Puebla - Educación
 
 

 CUITLATLÁN  

No hay duda: los Jenkins quieren destruir a la UDLA

 
Fermín Alejandro García

El despido autoritario en la UDLA de Jorge Welti Chanes, quien era considerado uno de los académicos de mayor prestigio en el país dentro de una universidad privada,  revive la hipótesis de que el clima de inestabilidad que se vive en esta casa de estudios está siendo generado por la familia Jenkins –que controla el Patronato– con el único propósito de abaratar el precio de la institución y que ésta pueda ser vendida al mejor postor.

Lo que esta pasando en la UDLA alguna vez Welti lo definió de esta manera: “Yo creo que se está viviendo una novela de terror... lo que sucede en la universidad es algo que yo me podía imaginar en esquemas casi de gobiernos militares, o algo de ese tipo”.

Y efectivamente lo que ocurre en la Universidad de las Américas parece una novela que tiene como trama la siguiente:

Durante muchos años esta universidad fue el proyecto que más apasionó a Manuel Espinosa Yglesias, quien fuera el banquero propietario de Bancomer y controló la Fundación Jenkins, como resultado de la sociedad que tuvo con el empresario de origen estadounidense Guillermo Jenkins.

Cuando el empresario fue desplazado del control de la Fundación Jenkins, por la familia de quien fuera su socio, perdió también el mando de la UDLA, de la que se había propuesto que se convirtiera en la universidad privada más prestigiada del sureste mexicano.

Ahora, como una manera de vengarse de los Espinosa, se dice, que los Jenkins se han propuesto destruir lo que construyó Manuel Espinosa Yglesias –quien murió en el año 2000– y eso incluye el prestigio de la UDLA. Pareciera que el propósito final es acabar vendiendo dicha institución como si fuera “una universidad patito” con un campus enorme.

Funcionarios de la UDLA han insistido en que la universidad no se vende. Tal vez sea cierto. Pero lo que si es un hecho, es que quienes dirigen a la institución quieren acabar con ella, pues solamente así se puede entender que se corran a prestigiados académicos –que es el mayor valor de un centro de educación superior– y se haya querido quitar becas de estudios a los alumnos que se destacan por su alto rendimiento escolar, pero no pueden pagar los onerosas colegiaturas que ahí se cobran.

Lo de Welti Chanes ya es un caso extremo, pues no es un profesor más, es un académico que laboró 30 años en la Universidad de las Américas y se convirtió en el académico emblemático de la UDLA.

Su despido no estuvo justificado y lo echaron literalmente al estilo del autoritarismo castrense, que ya un guardia le comunicó que debía recoger sus pertenencias y nunca se le despegó hasta que dejó las instalaciones del campus. 

Este personaje que es ingeniero en Bioquímica, con maestría en Ingeniaría de Alimentos y doctor en Ciencias Químicas, autor de más de 90 publicaciones científicas, que ha asesorado a 20 universidades en procesos educativos, a empresas en procesos alimenticios y desarrollo de tecnologías en su impacto social, así como la Food and Drug Administration de Estados Unidos, se destacó por haber sido uno de los pilares de la universidad por haber sido vicerrector Académico.

De hecho cuando Pedro Ángel Paluo llegó como rector a la UDLA y antes de que desatara la peor crisis que ha sufrido esta casa de estudios, clasificó a Welti Chanes como el funcionario “más institucional”.

Por eso su salida es ante todo una canallada, una muestra de que los Jenkins no entienden que es el prestigio académico o que simplemente quieren ver acabada a la universidad que hasta hace unos años era en Puebla la mejor institución educativa de origen privado. 

Hace siete meses Welti Chanes hizo la crítica más demoledora que enfrentó Pedro Ángel Palou como rector –a quien obligaron a dimitir a finales de 2007– y los Jenkins como encargados del Patronato, al revelar que los académicos eran espiados y se les había prohibido disentir de los criterios de las autoridades universitarias. Es decir, se vivía un clima como si fuera de una dictadura militar.

Dio a conocer que algunos maestros fueron despedidos por quisieron crear un organismo colegiado en la universidad, lo cual rayaba en lo absurdo, en lo paranoico. Además condenó los intentos de censura contra el periódico estudiantil La Catarina.

Las palabras de Welti demolieron los cuentos chinos de Pedro Ángel Palou quien sostenía que había una “conspiración” para que la UDLA pasara a manos extranjeras, a capitalistas con fines perversos. Y con esos argumentos quería justificar la persecución que desató contra profesores e investigadores, así como al personal que durante muchos años llevó la administración de la universidad.

El diagnóstico que Jorge Welti hizo en junio de 2007 demostró  la perversidad de Palou, quien al final de cuentas acabó como los profesores que persiguió, ya que los echaron sin ninguna justificación de por medio.

Welti y otros académicos de la UDLA se han ido de la universidad con la frente en el alto. Defendiendo su derecho a disentir, de que exista la libertad de cátedra y sin perder su prestigio como intelectuales.

En cambio Pedro Ángel Palou se fue humillado y tratado como un empleado al que sus patrones le pierden la confianza.

Por lo menos en la UDLA y en Puebla, para muchos, Pedro Ángel Palou dejó de ser recordado por sus premios literarios y sus obras. Va a pasar mucho tiempo para que se pueda quitar la imagen de censor y haber desatado una de las peores cacerías de brujas contra hombres y mujeres de ciencia.

Y todo por prestarse a los intereses de los Jenkins.

 
 
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