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Lunes, 28 de enero de 2008
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2008, año de la computación.
50 años en México
 

50 años de la computadora en México

Christian Lemaître*

Este año que inicia se celebra un aniversario muy especial para la comunidad mexicana de investigación y desarrollo en computación. En 1958 se instaló la primera computadora electrónica en México y en América Latina. Se trató de una máquina IBM 650 que se instaló en la UNAM. Con ella se inició la era de la computación en nuestro país, una historia fascinante, vertiginosa y llena de luces y de sombras. En estas breves notas quisiera pasar revista rápidamente a los principales periodos por los que ha pasado la comunidad de investigación y desarrollo en computación del país.

Podemos distinguir cinco grandes periodos transcurridos desde que –ese mes de junio de 1958– fue inaugurado el centro de cómputo de la UNAM, instalado en la planta baja de la antigua Facultad de Ciencias, en el centro de Ciudad Universitaria.

La instalación de este primer equipo de cómputo se debió a la conjunción de voluntades de científicos con gran visión como el doctor Nabor Carrillo, en ese entonces rector de la UNAM, y el doctor Alberto Barajas, coordinador de Investigación Científica, así como del entusiasmo y perseverancia del ingeniero Sergio Beltrán, quien se desempeñó como el primer director del Centro de Cómputo Electrónico (CCE). Se planteaba así un reto de gran envergadura: situar a nuestro país en el concierto de países que se asomaban por esos años a esta nueva tecnología, en ese tiempo misteriosa y fascinante.

La década de los sesenta transcurrió en medio de un gran entusiasmo en los medios universitarios. En 1961 el IPN inauguró su centro de cómputo, el CENAC, y en 1964 el ITESM instaló su primera computadora, y poco después inauguró la primera carrera de computación en el país. La UNAM, el IPN y el ITESM se convirtieron en polos de atracción de estudiantes brillantes que deseaban acercarse a ese nuevo mundo de la computación. Es así como iniciaron sus carreras los primeros jóvenes que salieron becados al extranjero para realizar sus estudios de doctorado: Renato Iturriaga y Enrique Calderón por parte de la UNAM, y Adolfo Guzmán y Mario Magidin por parte del IPN. En esos años se organizaron los primeros grupos de investigación en temas tan variados como novedosos, diseño de computadoras, lenguajes de programación, procesamiento del lenguaje natural, biocibernética y teoría del control, investigación de operaciones, así como diversas aplicaciones a la astronomía, la física y la ingeniería. Estos mismos centros universitarios se convirtieron en los centros de asesoría de las empresas y oficinas gubernamentales que deseaban instalar sus propias computadoras. Para 1968 empezaron a regresar los primeros doctores en computación, y con nuevos ánimos se reinició el ciclo de atraer jóvenes estudiantes para enviarlos a estudiar en el extranjero, estableciendo así un proceso de formación permanente de nuevos científicos y tecnólogos de alto nivel que continúa hasta nuestros días.

La década de los setenta fue en cierta forma un periodo de acumulación de fuerzas. Con la llegada de las nuevas generaciones de doctores se fueron consolidando nuevos grupos de investigación. El CENAC del IPN creó, a fines de los años sesenta, la primera maestría en ciencias de la computación. La UNAM creó la suya en 1975. Para finales de esa década y principios de los años ochenta, el Instituto de Investigaciones en Matemáticas Aplicadas y Sistemas (IIMAS) de la UNAM tenía 20 doctores en computación trabajando en su seno, y la BUAP contaba igualmente con un grupo importante de investigadores capitaneados por el doctor Harold McIntosh, quien a lo largo de todos estos años ha sido un gran formador de profesionistas e investigadores de primer nivel.

La década de los ochenta fue devastadora para el campo de las ciencias de la computación. En menos de tres años, todos los grupos de investigación de las universidades mexicanas o desaparecieron o se redujeron a su mínima expresión. Por ejemplo, para 1984 el grupo del IIMAS de la UNAM había pasado de 20 a cuatro doctores. Sin embargo, la llegada de nuevos investigadores recién doctorados y el tesón y enjundia de los investigadores que habían permanecido en las universidades permitió que se recompusiera la vida académica bajo una dinámica mucho más abierta e interinstitucional que en la década pasada. Es así como en 1986 se creó la Sociedad Mexicana de Inteligencia Artificial, cuyo primer presidente y principal impulsor fue el doctor José Negrete. A finales de esa década, la situación salarial en las universidades públicas volvió a hacer estragos en los grupos recién formados; sin embargo, para algunas instituciones privadas como la UDLA, el ITESM o el ITAM, fue un momento importante de creación y de crecimiento de una planta docente de doctores en computación con una vocación hacia la investigación.

La década de los noventa fue, en términos generales, una década de acumulación de fuerzas. Surgieron grupos de investigación mucho más diversificados geográficamente. Esto se debió, en parte, a la política de Conacyt de promover la investigación fuera del área metropolitana de la ciudad de México. En esos años surgieron grupos de investigación en Guanajuato (CIMAT) y Ensenada (CICESE), se creó en Xalapa el LANIA y el IPN creó el CIC. En 1991 se calculaba, según un censo realizado para el INEGI y la Onudi, que había una docena de grupos de investigación en el país, todos ellos con más de una decena de investigadores. A lo largo de esos años, la comunidad de la computación logró una presencia relevante en Conacyt; poco a poco se le fue reconociendo como un área estratégica para el país y fueron apoyadas diversas iniciativas de colaboración internacional, primero con Estados Unidos, a través de un convenio NSF–Conacyt y posteriormente con Francia, lo que desembocó en la creación de un laboratorio “virtual” franco mexicano en informática, el LAFMI. De igual forma, se impulsó un trabajo sistemático de cooperación entre instituciones nacionales a través de la creación de la Red de Investigación en Informática (Redii).

A principios de la primera década de este siglo, las cosas volvieron a cambiar. Si bien de palabra el Conacyt sostenía la importancia de la computación como área estratégica para el país, a excepción de la creación y mantenimiento del LAFMI, la presencia real de la computación en Conacyt y en sus comisiones dictaminadoras prácticamente desapareció. No obstante, a pesar de todo, el campo de la computación ha demostrado tener un dinamismo, no sólo en el ámbito comercial, gubernamental y social, sino también en el académico de investigación. Hoy en día somos más de 400 doctores en computación o áreas cercanas que nos encontramos en diferentes instituciones de educación superior.

Qué mejor que este 50 aniversario para iniciar una nueva etapa de discusión tanto dentro del área como con gobierno, empresas y sociedad en su conjunto sobre la necesidad de consolidar los grupos de investigación en computación en el país para beneficio de su desarrollo científico, tecnológico, económico y social.

La computación llegó para quedarse. De todos nosotros depende que logremos aprovechar todo su potencial para el bien de nuestra sociedad.

*UAM Cuajimalpa

 
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