Lo sucedido en los últimos meses en el plano comunicacional e informativo de nuestro país no es de ninguna manera coincidencia ni algo nuevo. Sin embargo, sí es alarmante por las dimensiones que ha alcanzado la implementación de políticas de corte neoliberal, ejemplificado claramente en la salida de Carmen Aristegui de W Radio. Estas decisiones, sustentadas por una gran campaña publicitaria de los grandes conglomerados mediáticos, responden a las presiones y necesidades políticas e ideológicas del gobierno en turno, y de las elites que ven afectados sus intereses.
Si bien uno de los temas centrales desde el inicio del año ha sido la entrada en vigor del capítulo agropecuario del Tratado de Libre Comercio (TLC) a nuestro país, enunciando un futuro oscuro para el campesinado y la soberanía alimentaria, quisiera traer a colación, muy someramente, algunas de las transformaciones que este tratado ha traído en el ramo de las comunicaciones y las industrias culturales. Esto puede ayudar a explicar algunos de los por qué de la situación que vivimos hoy día.
Javier Esteinou realizó en el año 2000 un estudio del impacto del TLC sobre la cultura y los medios de comunicación en México. Siete años después, este diagnóstico no ha cambiado mucho en su esencia.
Una de las más importantes consecuencias ha sido el retiro del Estado como rector de la cultura y la comunicación nacionales, quien delega su dirección a la dinámica del mercado. Esto ha debilitado el modelo de medios de comunicación de servicio público, dando paso al proyecto de mercado con sistemas de información privados altamente mercantilizados. La presencia de la iniciativa privada en cuanto a la propiedad de la prensa escrita es de 90 por ciento, 85 por ciento en las radioemisoras y 66 por ciento en la televisión.
La supremacía del modelo de comunicación comercialprivado propaga una cultura regida por la obtención de la ganancia, transforma los valores que impulsa rasgos de identidad que tienen que ver más con el individualismo, el hedonismo y la competitividad, y con referentes culturales externos a nuestra realidad local.
La comunicación vista como mercancía, ha traído un claro debilitamiento cultural del Estado. Sabemos más del mundo a kilómetros de distancia de lo que sucede en nuestro espacio más inmediato. Y los medios se han encargado de crear todo un consenso ideológico, que cabe recalcar, sí tiene el consentimiento y apoyo del Estado, que logre respaldar y afianzar esas acciones de operación del mercado, aceptándola finalmente.
Las grandes compañías comunicacionales defienden la libertad de información, más no la libertad de expresión. Al contrario, el proyecto comunicativo y cultural no ha surgido de las demandas de los grupos sociales, sino de las demandas del mercado, que ponen claramente en jaque el proceso democratizador del país. El análisis de Esteinou da un panorama también oscuro de la situación cultural y comunicativa del país, y es por eso que también vale estar a la defensa de la propiedad de los medios en más manos, que logren recabar más voces, que quieran propagar una cultura de la vida, de la sobrevivencia, de la convivencia y la solidaridad.
Referencia: Esteinou, Javier. Industrias Culturales y TLC: Impactos y retos de la apertura. México: Fronteras Comunes A.C., 2000.