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Puebla > Salud
miércoles 12 de septiembre de 2007

MEDICINA E INVESTIGACIÓN

La prevención del sida

Rafael H. Pagán Santini

La “preocupación por sí mismo” y la solidaridad son el motivo y la racionalidad en el uso del condón entre hombres que tiene sexo con hombres y que asisten a una “casa de baño” en la ciudad de Puebla. La investigación en el marco del la prevención del sida que llevó a cabo el Cupreder, y que dirigí, revela que ha habido una apropiación reflexiva del conocimiento, en lo que se refiere al uso del condón, entre un grupo de personas que acude rutinariamente a encuentros para tener relaciones sexuales episódicas con personas de su mismo sexo en una “casa de baños”.

Han transcurrido más de 25 años desde el primer caso documentado de sida. Todavía hoy la pandemia sigue cobrando vidas como si no se hubiera actuado en lo absoluto para impedirlo. Esta realidad nos obliga a continuar reflexionando sobre la naturaleza misma de la infección. El instinto básico de una actividad sexual regular y la adicción, entendiendo esta última como un estado del organismo que expresa una conducta compulsiva y donde intervienen tanto los estilos de vida como la identidad, forman las dos vías de transmisión principales del virus.

Las “casas de baños” para homosexuales son lugares donde un hombre puede tener sexo con otro hombre. La actividad sexual es generalmente anónima. Aunque, en una ciudad como la de Puebla, donde el número de lugares de reunión para personas que se identifican como gay es muy reducido, las relaciones totalmente anónimas son limitadas. Los hombres que acuden al establecimiento que fue objeto de investigación no tienen habitualmente contacto social entre sí, salvo en conversaciones generalmente casuales.

El uso de las casas de baños para encuentros entre hombres puede documentarse hasta tiempos del Renacimiento, en Italia. Esto no quiere decir que este tipo de encuentro no se diera en los baños de la antigua Roma o en cualquier otro lugar donde hubieran baños públicos para la población, por ejemplo, Turquía, o en cualquier otro país del mundo, pero el caso de Florencia, siglo XIV, es interesante, porque existen actas judiciales que documentan la actividad sexual en el lugar y se acompañó de una legislación contra la sodomía.

El desarrollo de la modernidad, que trajo consigo un desquiciado afán por censurar y perseguir las relaciones sexuales entre hombres, ayudó a proliferar este tipo de establecimientos. La identificación de las relaciones sexuales entre iguales como entidad clínica y el acuñamiento del término “homosexual” como sinónimo de patología en el siglo XIX, no eximió a los hombres que tiene sexo con hombres de ser perseguidos como criminales y lacra social. Al ser considerados los actos de sodomía y específicamente la homosexualidad un delito perseguido y castigado con cárcel y multa, las “casas de baños” jugaron un papel fundamental al convertirse en un “lugar de encuentro seguro”, un lugar donde la sexualidad del parroquiano podía mantenerse en secreto.

Los resultados del estudio señalan que el 82 por ciento de los encuestados utiliza el condón siempre en sus relaciones sexuales. Además, el 66 por ciento de se había hecho la prueba de VIH, de los cuales, sólo el 7 por ciento resultó ser positivo a la prueba de anticuerpos. Ambos resultados son sorprendentemente altos sí tomamos en consideración que en este establecimiento no se regalan los condones y que la campaña gubernamental de promoción de la prueba de VIH comenzó a principios del año 2007, justo cuando se estaba aplicando el cuestionario. Además, el 80 por ciento de los entrevistados dice que utiliza el condón en sus relaciones sexuales “porque quiere mantenerse saludable”, evidenciando una “preocupación por sí mismo”.

Al analizar este comportamiento en la investigación se infiere que, si la utilización del condón en las relaciones sexuales es una acción cotidiana, es porque ha habido un registro reflexivo de esta actividad, para lo cual no tan sólo el individuo tiene la intención de utilizar el condón, sino que espera que el otro también tenga la misma intención. Esto a su vez lleva a presuponer que los actores tengan una “comprensión teórica” continua sobre los fundamentos de su actividad.

Este proceso reflexivo del saber ha permitido, dentro de las prácticas sexuales ordinarias y cotidianas, reflexionar sobre la naturaleza de la relación entre mi cuerpo desea–yo quiero. Un cuerpo que demanda satisfacción, un instinto básico que exige una libre opción, en lo que respecta a la identidad propia. El cuerpo se convierte en un foco de poder administrativo, que debe estar seguro. Pero más que esto, se convierte en una carrera visible hacía la identidad del ego y se ve crecientemente integrado en las decisiones sobre el estilo de vida que hace un individuo. (A. Giddens)

La reflexividad del cuerpo es fundamental en la prevención, no tan sólo del sida, sino de cualquier proceso psíquico o físico que atente contra la vida. La destrucción del medio ambiente con sus variantes contaminantes y calentamiento global, la comida chatarra de la industria de la alimentación, los alimentos modificados genéticamente, la ausencia de espacio socio/laboral para la recreación y el ejercicio físico, son algunas de las reflexiones sociales que afectan directamente al cuerpo. El cómo, con quién y dónde se tiene relaciones sexuales son reflexiones que afectan directamente al cuerpo. Estas últimas, en particular, están exclusivamente en las manos de quienes deciden tener relaciones sexuales. El eje de la sobrevivencia está en la preocupación por sí mismo.

Otro elemento fundamental que se encontró para explicar el comportamiento de prácticas de sexo seguro es la solidaridad para con otros. Una de las razones expuestas en el estudio para explicar el uso del condón señala que el 46 por ciento de los entrevistados usaban el condón “para no infectar a nadie si en caso de que ellos se hubieren infectado”. Una sexualidad responsable y solidaria es el motivo ulterior que demarca el uso del condón en los encuentros episódicos de todos los encuestados.

La promoción continua de estas dos formas de actuar, reforzándolas con la información veraz sobre sexualidad y sida deben ser los componentes de una campaña de prevención en la comunidad, por lo menos en la comunidad gay que mantiene relaciones sexuales episódicas. Esta acción preventiva debe promover una sexualidad responsable.

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