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viernes 17 de agosto de 2007

OPINIÓN

La manzana de la discordia

José Gabriel Ávila-Rivera

Cotidianamente utilizamos frases o palabras cuyo origen desconocemos; sin embargo, las raíces suelen ser aleccionadoras y nos muestran un sentido que va más allá del significado al que le atribuimos actualmente.

Todo se inicia con una boda, entre el héroe griego Peleo con la diosa del mar Tetis. Por alguna razón (imagino que descuidadamente) no fue invitada la diosa Eris quien, desairada y lastimada, planeó una venganza particularmente ingeniosa. Una vez terminada la fiesta, mientras los comensales dormían, puso una manzana de oro con una leyenda que decía: “Para la mejor y más bella entre las diosas”. Conforme los invitados fueron despertando, todas las mujeres se disputaron la posesión de ése fruto especial, quedando como finalistas Hera, hermana y esposa de Zeus, que era la protectora de los matrimonios; Atenea (Athena) que era hija de Zeus, guerrera y al mismo tiempo sabia particularmente en las bellas artes; para terminar con Afrodita que era (nada más ni menos) la diosa del amor. La situación debió alcanzar niveles altos de tensión, pues ninguno de los presentes se atrevió a inmiscuirse en la pelea, pero como eran dioses, quién sabe a quién se le ocurrió delegar la decisión en alguien neutral, considerando que un humano podía ser ideal. Antecedidas por el dios Hermes como mensajero, descendieron del monte Olimpo para buscar a un hombre lo suficientemente capaz de elegir con precisión quién habría de ser la más bella de entre las diosas. El rey Príamo de Troya y su esposa Ecuba, habían engendrado a un muchacho que resultó ser particularmente hermoso: Paris, quien para ése entonces se dedicaba a contemplar la naturaleza, cuidando un rebaño de ovejas en un cerro denominado Monte Ida (que por cierto, iba a ser el sitio donde los dioses contemplarían más tarde las batallas de Troya). Una vez que se presentaron con este muchacho, hicieron gala de sus divinas cualidades para seducirlo. Hera le ofreció reinar sobre toda Asia y Europa; la bélica Atenea le dio su palabra de hacerlo un gran militar, brindándole fuerza y fama; pero la hábil Afrodita, le planteó que le entregaría a Helena, mujer de tanta belleza que no solamente se consideraba la más agraciada de las mujeres en todo el Egeo sino que desde pequeña, era pretendida por todos los reyes, príncipes, guerreros y héroes de ésa época. No es difícil imaginar que, comparado al “aburrido” cuidado de las ovejas, la elección de Afrodita indudablemente le atrajo más. Pero esta decisión, también por obvias razones, generó la ira de las otras diosas. Fue entonces que, acompañado del héroe troyano Eneas, se dirigió hacia Grecia con destino final en Esparta, donde Helena vivía y en ése día se casaba con Menelao (hermano de Agamenón, rey de Micenas), quien reinaba precisamente ahí. Paris se hospedó en la casa de Menelao y en un descuido, “raptó” a Helena, secuestrándola sin violencia (pues hay qué recordar que Afrodita ya estaba implicada en este asunto); sin embargo, no dejó de ser particularmente ofensivo y humillante, sobre todo considerando que había sido llevado a cabo por un huésped del rey ¡el mismo día de su boda! Zeus compartió la furia del rey de Esparta, que sumada al nerviosismo y sed de venganza de Hera y Atenea, generarían la famosísima guerra de Troya.

Actualmente la religión y la política se despliegan como una verdadera manzana de la discordia, sembrando en terreno fértil el desasosiego social. Todos estamos cansados de las innumerables descalificaciones y exabruptos verbales entre los protagonistas de las altas esferas en nuestra lastimada sociedad; sin embargo, analizo cómo la ciencia se corrige a sí misma, aceptando los errores y modificándose, mientras se cimienta precisamente en sus traspiés. ¿Qué sucedería si empleáramos su método en cada uno de nuestros actos? ¿Tendríamos menos probabilidades de error? ¿Mejorarían nuestras posibilidades de aspirar a un mundo mejor, con más igualdad? Sinceramente creo que, más que una manzana de la discordia con una pelea entre dioses, la disputa del poder y del dinero hoy, representan la caricaturesca imagen de la manzana de una malvada bruja, una muchacha artificialmente hermosa llamada Blanca Nieves y unos ridículos enanos.