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Puebla > Salud
viernes 10 de agosto de 2007

EPIDEMIO-LÓGICA

La última enfermedad de Sibelius

José Gabriel Ávila-Rivera

Se ha denominado a este 2007, desde el punto de vista musical, el “año Sibelius” pues en septiembre se conmemora el aniversario 50 de su fallecimiento. Aunque falta más de un mes para la fecha, no puedo dejar de adelantarme mientras percibo cómo se van presentando en todo el mundo, conciertos con sus obras. Sin embargo, hablar de Jean Sibelius (HŠmeenlinna, Tavastehus, Finlandia, 8 de diciembre de 1865, 20 de septiembre de 1957, en JŠrvenpaa, a las afueras de Helsinki) es referirse a un músico poco conocido en general. Desgraciadamente su obra no está tan difundida, tal vez porque al escucharlo en un inicio, difícilmente se le pueden hallar elementos estéticos que se encuentran en una forma casi “escondida” dentro del esquema general de la obra. No sé por qué la música suya es tan especial. Ubicado dentro de los músicos precursores del nacionalismo (es decir, que toman motivos musicales originales y típicos de su región) también se le considera un romántico. Esta característica se percibe claramente en sus poemas sinfónicos, que no son otra cosa más que “descripciones” que musicalmente perfilan algún suceso, lugar, objeto o persona. Pero si bien, en otras épocas, la música trataba de ser puramente descriptiva intentando imitar, por citar un caso, el canto de las aves, el poema sinfónico plantea representaciones musicales abstractas. Un ejemplo claro de esta búsqueda se refleja en su poema sinfónico Tapiola, opus 112, en donde trata de captar el espíritu vivo de los bosques finlandeses. El mismo Sibelius escribió el siguiente texto para poder acercarse a la comprensión de la obra: “Impenetrables se alzan los sombríos bosques del norte, viejos, misteriosos, preñados de salvajes sueños; en ellos mora el poderoso dios de la selva, y los duendes tejen en la penumbra mágicos secretos”. Pero aunque esta forma musical es de las preferidas en general, en lo particular yo me quedo con sus sinfonías. No puede uno dejar de escuchar la música de Sibelius y tratar de imaginar cómo fue su vida y de qué forma falleció. A los tres años de edad, quedó huérfano de padre, recibiendo una educación por parte de su madre y su abuela. Inicia estudios formales de música hasta los 14 años, paralelamente a sus estudios en la escuela normal que lo llevarían a matricularse en 1885 en la Universidad de Helsinki para estudiar derecho. Pero ya para entonces, a los 20 años de edad, descubriría su verdadera pasión musical. Después de un año en la universidad, la abandona definitivamente para dedicarse de lleno a la actividad de composición, tomando como bandera, un amor profundo por la naturaleza y una admiración especial por el folclore y tradiciones de Finlandia. A los 24 años hace un viaje a Berlín, donde descubre la música “nueva” representada esencialmente por Wagner. Arduos años de trabajo y perseverancia, culminarían con el reconocimiento generado a través de su primera sinfonía. Pero si bien y en una forma gradual, el gobierno finlandés le otorga un subsidio, alrededor de 1904 se dedica a la composición; pero existen referencias de que en 1901 sufre una “enfermedad que casi lo deja sordo” y en 1908 le encuentran un tumor en la laringe. Unos años más adelante, en 1920 se aisla totalmente, no solo refugiándose en el alcohol sino casi dejando de componer. Sin embargo, las causas de su fallecimiento no obedecieron a estos factores. Fue hasta los 92 años (es decir, 37 años después) cuando, una crisis de hipertensión le condicionaría un infarto cerebral. Resulta particularmente curioso que en sus últimos años como compositor, antes de aislarse fuese prolífico y a partir de un momento, se tornase abstraído y hermético. No se sabe bien lo que le sucedió; sin embargo, muy probablemente su condición humana era así, circunstancia que se refleja claramente en su música. No es posible entenderla en un principio. Es forzoso escucharla varias veces para poder adentrarse en su universo estético. Una vez lograda esta meta, la percepción de su creación nos puede conducir a un placer especial que no se puede alcanzar con muchos otros autores musicales, especialmente de la época actual.