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Puebla > Cultura
jueves 2 de agosto de 2007

PARIÁN Y BARATILLO

La vida en amarillo

Moisés Andrade

Nuestro admirado don Emilio García Riera en un texto premonitorio titulado El cine y el juego, publicado en el año de 1995, sostenía que para hablar de clásicos en el futuro por fuerza habría que referirse a la serie de dibujos animados The Simpsons; argüía don Emilio que sin menospreciar las producciones cinematográficas crepusculares del siglo XX, ninguna muestra del universo audiovisual podía compararse con el programa creado, entre y sobre muchos, por Matthew Abram (Matt) Groening, debido a su capacidad de reflejar una realidad tan virulenta y catastrófica como la de la sociedad gringa, y todavía reírse. Bajo esta premisa, afirmaba: “De los Estados Unidos pueden decirse muchas cosas buenas y muchas malas, pero cabe incluir entre las buenas como un gran síntoma de salud democrática su envidiable, profunda y muy arraigada capacidad autocrítica, garantía de antisolemnidad y fuente del mejor humor del mundo. Es evidente que una minoría, la judía, ha contribuido en buena medida a que así sea”, Y claro, Groening es judío, lo que lo ubica al lado de grandes paisanos suyos, puntales de la comedia y la sátira como Woody Allen, Charles Chaplin, los Hermanos Marx y Ernst Lubich, entre muchos más creadores cinematográficos.

Hoy que se estrena la película de la familia amarillenta, que nada tiene que ver con esa otra familia (o más bien famiglia) que hace patéticos shows todo en aras de seguir conservando sus prebendas y su modestísimo modo de vida, bajo las consignas rancias de una izquierda que no tiene empacho en seguir manteniendo sus lastres, es pertinente consignar que su creador se lo pensó muchísimo antes de decidirse a llevar al celuloide las peripecias de sus personajes. Sacarlos de la pantalla chica y casera a la grande y masiva debió costarle a Groening no pocos quebraderos de cabeza; es más, en cierta ocasión llegó a afirmar que nunca haría una película de sus criaturas preferidas. Pero que bueno que reaccionó, sólo esperamos que el resultado no vaya a ser una decepción y que, al igual que la serie, la podamos verla una y otra vez sin cansarnos, como muchas inolvidables escenas de nuestras películas favoritas. Sobre todo que no pierda su frescura y ese humor corrosivo que desbarata todas las pretensiones del american dream.

Mucho del buen éxito de The Simpsons está sustentado en el manejo cinematográfico de los encuadres y planos; más aún, sus reminiscencias de clásicos de Hollywood lo pueden catapultar a convertirse en uno de estos últimos. Sin pretender descubrir el hilo negro, es obvio que el equipo de trabajo que confecciona la serie evidentemente conoce las convenciones de todos los géneros cinematográficos y que a partir de ese conocimiento, pueda manejar con soltura todas las ocurrencias posibles. La televisión tiene con el cine, en este y en muchos casos, una deuda enorme, que sólo podría ser pagada si permitieran a los creadores de a deveras tener la oportunidad de manifestar sus ideas con productos de alta calidad argumental y visualmente hablando; sólo que estos creadores sólo pueden reclutarse en el mundo del cine y de la literatura y no se dan en maceta. Se necesita un trabajo de rastreo que deje atrás prejuicios y convencionalismos, cuyo objetivo necesariamente sea el descubrir a los mejores, pero no solamente en el aspecto técnico si no sobre todo en la generación de nuevas ideas. Esta sería una de las formas más certeras de empezar a terminar con la mediocridad que ahoga más y más a la producción televisiva nacional. La base de la trascendencia de The Simpsons radica precisamente en su capacidad de romper con muchos moldes y “buenas maneras”; simplemente es cosa de decidirse a tomar las cosas por asalto, sin contemplaciones, pero con el compromiso de seguir lo que uno cree y que resultará, a la vez, crítico y susceptible de crítica

Lo único que nos tiene medio sacados de onda es que ciertos chavos clasifiquen a la serie como geek, esto es, en términos literales, “cretino” o, como derivado, alguien dedicado en cuerpo y alma a la informática. No sabemos de dónde y por qué vendrá esta clasificación, simplemente nos parece errada, sobre todo por el hecho de tratar de encasillar algo inclasificable.