EDITORIAL

Las funciones del OFS

Sin duda, los análisis de las cuentas públicas gubernamentales desnudan por completo a los órganos fiscalización, que quedan exhibidos como lo que han sido siempre: institutos públicos al servicio inquisidor de los intereses del gobernante en turno. Los ejemplos en este sentido sobran, y en mucho se deben a que es el titular del Poder Ejecutivo quien designa al encargado de auditar el ejercicio del erario.

En puerta está la designación del nuevo auditor mayor del Órgano de Fiscalización Superior. Es de esperar que prevalezcan los vicios imperantes a lo largo del tiempo en la votación para elegir al funcionario, pues las fuerzas políticas representadas en el Congreso no se han tomado la molestia de modificar los procedimientos a fin de lograr los equilibrios que, a la hora de sufragar, dejen seguros a todos de que el nombramiento ha recaído en la persona idónea por su probidad técnica y su honestidad incuestionable.

Deseable es que en el futuro las fracciones parlamentarias se preocupen por crear nuevos mecanismos que ayuden a garantizar una representación equitativa para decidir quién será la persona responsable de revisar el empleo efectivo y legal del dinero que las administraciones públicas reciben como resultado de los impuestos.

Un avance verdadero en esa ruta sería que el Órgano de Fiscalización Superior del Congreso local adquiriera real autonomía, para que sus análisis y calificaciones no sólo sean neutrales, sino que se apoyen en la confianza ciudadana, la cual, hasta ahora, le ha sido escatimada, justamente por las múltiples pruebas de parcialidad que ha brindado a la sociedad.