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Puebla > Estado
miércoles 11 de julio de 2007

MEDIEROS

desde los comunicadores

 

Pecado de omisión

Ana Lidya Flores

La primera vez que oí hablar de Eloxochitlán corría el fin de los 90. Por alguna razón estaba involucrada con el trabajo del INEA, es decir, el Instituto Nacional para la Educación de los Adultos, que en aquellos tiempos, vivía años de gloria. Era de las escasas instituciones que llegaban hasta el último rincón de Puebla. Uno de esos últimos lugares era Eloxochitlán. Aun los técnicos más experimentados y curtidos pensaban dos veces antes de decir que sí a una invitación de la gente del municipio que fue, durante muchos años, el de mayor índice de marginación del país. Para llegar a Eloxochitlán había que tener además de convicción, condición física, pues la caminata de ocho horas a través de los empinados cerros de la Sierra Negra no le permitía la travesía a cualquiera.

Al cabo de los años, y con el ánimo de remontar ese penoso último lugar en nivel de bienestar, los gobiernos estatales se esmeraron para hacer llegar la carretera. Lamentablemente, y a juzgar por la tragedia que hace justo una semana se abatió sobre la comunidad, las obras no fueron de primer nivel. Escuché a los especialistas a través de numerosas entrevistas radiofónicas explicar la manera como se generó la catástrofe: trabajos en que el diagnóstico para realizar la obra no cubrió todas las áreas necesarias para llevar a cabo la carretera, y lo que es peor, un inexistente programa de mantenimiento para subsanar el desgaste, y sobre todo, la erosión de los cerros.

Los medios electrónicos e impresos se han dado vuelo con las crónicas que refieren la magnitud del dolor. Televisa trasladó a su corresponsal estrella para casos de desastre, y así, Carlos Loret de Mola transmitía ya en la noche del trágico miércoles 4 de julio en El Noticiario, de López Dóriga, con el anuncio de que al día siguiente haría su programa “desde el lugar de los hechos”. En los días siguientes, la radio y la prensa no alineados con el gobierno estatal de Puebla han dado puntual seguimiento a las pruebas, que van saliendo, una tras otra, para documentar los diversos niveles de responsabilidad en el caso Eloxochitlán. ¿Qué se podía esperar de Mario Marín? Pues un deslinde y una declaración desafortunada. Cumplió a cabalidad. ¿Qué se puede decir de este gobierno? Que también la omisión es una responsabilidad, y que con declaraciones no se va a resolver la tragedia en la que quedó envuelta la comunidad de la Sierra Negra de Puebla.



Eloxochitlán y la rendición de cuentas

Lilia Vélez Iglesias

La tragedia ocurrida en Eloxochitlán, que arrebató la vida a por lo menos 32 personas, pone de manifiesto una vez más la urgente necesidad de que en México se revisen los marcos normativo e institucional con miras a rediseñar los mecanismos de vigilancia y rendición de cuentas de los gobernantes de todos los niveles, para garantizar que las acciones y omisiones de éstos sean premiadas y/o castigadas.

El desgajamiento de un cerro en ese municipio de la Sierra Negra de Puebla, una de las zonas más pobres del país, se convierte hoy en un nuevo botón de muestra de los ineficaces mecanismos de control, supervisión y rendición de cuentas que existen hoy en el marco jurídico mexicano, lo que repercute, por supuesto, en la eficacia de los gobernantes y sus administraciones.

Después de lo acontecido, los representantes de los distintos niveles de gobierno –municipal, estatal y federal– se responsabilizaron unos a otros de la tragedia y, en el caso más patético, el gobernador Mario Marín culpó a la naturaleza del desastre y pidió vehementemente que: “el accidente no se politice”, lo que en el fondo sólo quiere decir que no se investigue el asunto para responsabilizar a las autoridades de sus decisiones y de esta manera se les permita olvidar pronto este hecho, que cobró la vida de 32 personas.

Las discusiones contemporáneas sobre el deber ser de un régimen democrático enfatizan la necesidad de que éste cuente con dos tipos de mecanismos de rendición de cuentas: 1) verticales (elecciones libres donde los ciudadanos pueden premiar o castigar a los gobernantes con su voto) y 2) horizontales, que son instancias gubernamentales y sociales diseñadas para vigilar y sancionar o premiar por su actuación a los gobernantes en turno.

Mientras en México no haya garantía alguna de que los gobernantes sean responsabilizados política y/o penalmente por su actuación, el régimen de nuestro país no podrá ser catalogado como democrático y casos como el de Eloxochitlán seguirán presentándose por culpa “de la lluvia y la naturaleza”.



OBSERVATORIO

El góber, de vuelta a los periódicos

Roberto Alonso

A la defensiva. Lo que plasman los funcionarios del gobierno estatal es la evidencia de la desidia. Y no sólo eso, ya que mientras las autoridades involucradas en la tragedia de Eloxochitlán ansían darle carpetazo al tema zanjando con recursos económicos el dolor de los deudos, la presión de algunos medios situando el acontecimiento como debate de primer orden orilla a que la reacción oficial sea contraproducente.

Me explico. Luego de que el cerro se desgajara y sepultara al menos a 32 personas, funcionarios del ayuntamiento de Eloxochitlán denunciaron que habían advertido a la Secretaría de Comunicaciones y Transportes de Puebla sobre eventuales deslaves en la zona. En la última se solicitaba cambiar el trazo de la carretera debido a que la intensidad de las lluvias contribuía a que el cerro pudiera derrumbarse.

La respuesta la conocieron los pobladores de la localidad, de viva voz, con la llegada del titular de Comunicaciones y Transportes, Rómulo Arredondo Gutiérrez. Ante el desastre el secretario declaró que en ningún momento habían sido notificados sobre el riesgo de un deslave. Por si la respuesta no bastara, el gobernador salió al ruedo haciendo lo suyo, exclamando a manera de justificación frases como “Yo quisiera que alguien me dijera a quién culpamos por el desprendimiento del cerro” “¿Acaso nosotros mandamos el agua?” “Díganme ustedes dónde va a ser el próximo”.

Al día siguiente, en rueda de prensa, la postura fue la misma. Con el firme propósito de deslindar al gobierno de visos de negligencia, antes que enfrentar la tragedia y anunciar las tareas a seguir de presentarse casos similares, las declaraciones hablaron por sí mismas. El ejemplar de este periódico del viernes 6 de julio es ilustrativo para saber quién cojea. El titular: “Debate sobre las causas del desastre”. Algunos de los sumarios: “No podemos saber dónde ocurrirán los deslaves: Mario Marín Torres”, “El fenómeno pudo prevenirse: Cupreder”.

Entre sospechas fundamentadas pasó el fin de semana. El lunes El Universal comenzó a revelar el fondo que las autoridades estatales anhelaban cubrir. De acuerdo con documentos en poder del diario, la Auditoría Superior de la Federación había advertido al gobernador Mario Marín de graves irregularidades en la carretera donde tuvo lugar el alud. De inmediato, el gobierno reconoció la auditoría, pero señaló que correspondía a otro tramo de la carretera. Ayer, el mismo rotativo dio a conocer que la carretera en cuestión se asignó sin licitar, lo que podría añadir acentos de corrupción en una historia de por sí entramada. Si algo es cierto es que el tema aún no acaba y, en este sentido, la prisa de las autoridades por cerrarlo aporta elementos en su contra.