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miércoles 16 de mayo de 2007

OPINIÓN

El reto para los biólogos

Mayeli Sánchez Martínez

Hace poco escuché que lo que vemos cada noche en el cielo es en realidad el pasado. Llevo una semana buscando en el cielo señales de una nueva estrella, pero es posible que sólo en algunos años algún cosmólogo desvelado logre verla. Por lo pronto, yo me quedo con la convicción de que hay personas que están hechas de luz, y al igual que la luz, son materia y son energía; creo que este es el caso de Roberto Cabrales.

Describir y entender la naturaleza de la luz llevó siglos a los físicos, por lo que escribir sobre un hombre que está hecho de luz me resulta imposible, y sólo me queda compartir mi pequeña experiencia como uno de tantos estudiantes que tuvieron la fortuna de conocer a alguien así.

El profesor Roberto Cabrales fue titular de las materias de ecología, ecología vegetal y botánica superior en la Escuela de Biología de la BUAP; catedrático dedicado, no sólo nos dio conocimientos, sino que también nos llenó de entusiasmo, al grado de que algunos decidimos quedarnos en la ecología.

Sin embargo, a diferencia de la mayoría de los ecólogos, el profesor Cabrales no se quedó únicamente en la teoría, sino que logró desarrollar la parte práctica, y probablemente es este aspecto donde la ciencia tuvo una pérdida inconmensurable.

La biología es, de todas las ciencias naturales y exactas, la más joven. Dentro de ella la ecología lleva, en comparación con otras ramas de la biología, muy poco tiempo desarrollándose.

Desafortunadamente, el deterioro ambiental que existe ha exigido de la inmadura ecología respuestas inmediatas, y dada la falta de conocimientos a nivel de ciencia básica, sólo unos pocos logran darlas, y por lo general es a nivel de estudios de caso; no existe una teoría ambiental como tal, y mucho menos fórmulas exactas para la restauración ecológica. Es por esto que científicos como Roberto Cabrales son innovadores y logran hacer en pocos años lo que para la ciencia no estará listo sino hasta dentro de un par de décadas. Aunque en los últimos años parte de este saber empírico fue trasmitido en la docencia, queda inconclusa la mayor parte.

Otro aspecto que destacaba al profesor Cabrales era su vocación como divulgador; como testimonio queda su participación en este diario en la columna “Pulso Ambiental” y en el suplemento Matria, en donde expuso continuamente la urgencia de frenar el deterioro ambiental y denunció las fallas de numerosos planes de desarrollo gubernamentales locales y nacionales.

En la última conversación que tuve con él hay dos temas que aún me retumban en la cabeza, y creo que resumen en cierta forma su visión como biólogo y como ser humano.

Él dijo que urgía modificar nuestra concepción de lo que es vivir en comunidad por una en la que el bienestar de todos sea el objetivo principal; la segunda es que cada uno de los integrantes de la sociedad (gobierno, empresarios, trabajadores) necesitaba retomar al ambiente en todo plan de desarrollo.

Como bióloga sé que el reto que nos deja el profesor Cabrales está en la construcción de esta nueva sociedad, más equitativa y solidaria, que busque el equilibrio con el ambiente, y ahora tenemos un trabajo doble sin su presencia material, pero él, como energía queda y brillará en parte en las acciones inteligentes de todos aquellos que tocó.