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Puebla > Cultura
viernes 4 de mayo de 2007

ENTREPANES

El que se ríe, se lleva

Alejandra Fonseca

Bravucona, cruzó la puerta del Registro Civil. Se dirigió al primero que vio, un muchacho joven de cabello chino y regordete: –¡He venido, con ésta, cuatro veces. Ustedes son unos ineptos, no cumplen con el tiempo de entrega de documentos. Estoy harta. Yo también soy funcionaria pública y sé lo que tienen que hacer. Tramité copia de mi acta de nacimiento, pagué los derechos, me dicen que la entregan en unos días, y llevo un mes viniendo y no la tienen. Y con ésta son cuatro veces que he venido. Ésta es la última vez que vengo para recogerla. Si no, van a ver cómo les va por ineficientes!”
–¿Cuál es su nombre? –preguntó el joven.
–¡Ya debería saberlo! He venido cuatro veces. ¡Usted debería conocerme!
–Disculpe usted –dijo amablemente el joven– no la conozco. Son muchas las personas que atendemos diario.
–¡He venido desde hace casi un mes! Mi nombre es fulana de tal.
El joven, afanoso se puso a buscar en la lista de documentos para entrega.
–Permítame, por favor –le pidió a la señora presuroso y apenado– voy a buscarlo.
–¡No le digo bien, es usted un inútil! Debería tenerlo a la mano para que cuando yo llegue, lo entregue luego, luego!
El joven, nervioso y tenso, empezó a hojear rápidamente los documentos listos para entrega.
La mujer, insolente y con prepotencia, lo azuzaba sin soltarlo.
A la oficina de la encargada llegaron los gritos de la mujer. Salió a ver qué era lo que pasaba.
–¿En qué puedo servirla? –le preguntó a la mujer.
–¡He venido ya cuatro veces y no tienen el documento que tramité desde hace un mes. Son unos inútiles. Este joven no se apura y yo tengo prisa. Nada más me hacen perder el tiempo. Soy funcionaria pública!
–Permítame su comprobante de pago, por favor –señaló la encargada.
–¡Debería ya conocerme, he estado ahí, con ésta, cuatro veces!
–Requerimos de su recibo de pago para la entrega del documento.
–¡Primero encuéntrelo y después le doy el comprobante de pago!
En eso, el joven llegó con el documento en la mano y sonrisa a flor de labios:
–Aquí está la copia de su acta de nacimiento –afirmó cortésmente.
–¡Ya era hora! –y le arrebató de la mano el documento–. ¡Déjeme checar a ver si está bien, porque nada más falta que tenga los datos equivocados!
Lo checó y todo parecía estar en orden.
–¡Vaya, por fin voy a descansar de estar viniendo a estas oficinas apestosas y viéndoles las caras a ustedes, que no sirven para nada!
–¿Me permite su comprobante de pago, si es tan amable y el documento para su sello? –le pidió la encargada.
–¿Todavía le falta el sello? ¡No es posible. De veras que son una bola de inútiles! –comentó mientras sacaba de su bolso el comprobante y ponía el documento encima del mostrador.
La encargada, con calma y una sonrisa, recogió el documento del mostrador, y al verlo, le dijo:
–Qué pena, pero al documento todavía le falta la firma. Tendrá usted que venir una quinta vez.
–¡Pinchi vieja! Pero me las va a usted a pagar. Yo no la he maltratado ni he insultado a nadie como para que me hagan esto –decía la señora, mientras la encargada se dio la media vuelta hacia sus oficinas con el documento en mano.

Moraleja: el que se ríe, se lleva.
El que se lleva, se aguanta.
El que no se aguanta, que se chingue.