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Puebla > Cultura
jueves 3 de mayo de 2007

PARIÁN Y BARATILLO

Ezequiel y Jeremías

Moisés Andrade

Aunque ya no es el mismo aguerrido comediante que de repente alteraba los cartabones de la televisión comercial, todavía Brozo se ha dado el lujo de poner a funcionar los resquicios más lamentables de la pudibundez oficial, al requerirlo oficialmente para responder acerca del soez lenguaje transmitido en su programa, haciendo recordar los viejos tiempos cuando la misma dependencia castigó al Loco Váldez por atreverse a nombrar como Bomberito Juárez al Benemérito de las Américas. Lo inusual del caso es que el payaso tenebroso no aportó nada de su léxico, sino que simplemente retransmitió la multiconocida conversación del góber precioso con su financiero favorito, utilizándola únicamente como referente de un hecho acaecido hace más de un año.


Este asunto y el enorme despliegue de seguridad de la Marina mexicana en la boda de una cantantita de cuarta con un galancete de quinta efectuada en Ixcaret, que hasta donde sabemos es una reserva ecológica y no un salón de fiestas, más la evidente demostración de mediocridad que representa la dizque liga profesional de futbol mexicano y el tamaño de desvergüenza de un señor de apellido Fox, han puesto en alerta nuestros más elementales principios de supervivencia, y eso sin contar en este inventario el espectáculo armado por el ex carnal y ahora padrino Marcelo y sus chorrocientas quincerañeras.

De veras qué clase de país. Nos crea una desazón enorme comprobar el estado de estupidez e infantilismo en que están instalados todas las instancias supuestamente importantes del mismo, desde la llamada clase política hasta los responsables de la cultura, los derechos humanos y la seguridad. Cada día que pasa es más que evidente la pobreza intelectual de aquellos que supuestamente llevan las riendas nacionales (sin hablar de las locales) y su escasa o nula idea de qué hacer.

Por eso, hoy nuestro homenaje es a un par de simpáticos muñecos o títeres protagonistas de ese fabulosos programa llamado El show de los muppets, transmitido originalmente de 1976 a 1981, que junto a otros más como la rana René, la señorita Piggy, Gonzo, el oso Figaredo y una multitud más, nos sometían durante una hora a un espectáculo verdaderamente divertido y sin pretensiones de grandeza. Ese par de monitos, Jeremías y Ezequiel, se puede decir que eran la conciencia de los demás. Viejos criticones que siempre veían algo malo en el programa o que simplemente se burlaban sin piedad de sus invitados humanos o de otros de los personajes, dejando literalmente a títeres sin cabeza, eran unos pesimistas, es decir unos “optimistas informados”, cuya función era, en nuestra opinión, que los espectadores pusieran los pies sobre la tierra y no se dejaran deslumbrar por cualquier show barato.

Como ellos, nosotros nos negamos a hacerles el caldo gordo a los promotores del vodevil en que estamos metidos. A menos, claro, que sus payasadas dejen un beneficio de veras tangible en nuestro buen humor y no la sensación de flojera cada que individuos como Espino, Abascal, Rivera, Gamboa Patrón, Soberanes, Duarte, etcétera, abren la trompa para decir sus sandeces, o como cuando Calderón se pone a jugar (o a intentar a jugar más bien) a los soldaditos o al trompo y las canicas. ¡Qué espectáculo, por favor!