"Periodismo regional a la medida de su tiempo"

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miércoles 18 de abril de 2007

MEDIEROS

Matar a un periodista

Antoni Castells

Hace 12 días asesinaron a un periodista. Según la Policía, dos pistoleros esperaron a que Amado Ramírez, corresponsal de Televisa en Acapulco, saliera de una estación de radio, y uno de ellos le disparó cuando subía a su automóvil.

Como manda el macabro protocolo de los ataques a la prensa, los trabajadores de periódicos y televisoras, la Sociedad Interamericana de Prensa, las asociaciones de defensa de la libertad de expresión y la misma oEA condenaron el atentado de manera inmediata. También expresaron su repulsión políticos del PRI, del PAN y del PRD, el Senado y la Secretaría de Gobernación. El presidente de la República pidió que se redoblaran los esfuerzos de la PGR para combatir el crimen, y el gobierno federal reconoció “la labor y la valentía de los comunicadores”. Muy bien. Los políticos siempre se preocupan por los periodistas, sobre todo por los críticos.

Pero entre tanto redoblar esfuerzos, tanto combatir criminales y tanto reconocer labores de comunicadores, México sigue sin abandonar su privilegiado lugar en la lista de ataques a la libertad de expresión. En 2006, logramos ser el primer país de América en número de periodistas asesinados. En el ranking mundial, sólo nos ganó Irak.

Los periodistas son incómodos, algunos son arrogantes y muchos son feos, pero matar a un periodista es más que eliminar a un obstáculo. Es un síntoma de que el sistema anda enfermo y un aviso a la prensa.

Algún testigo dice que al matar a Amado Ramírez, el asesino gritó: “te dije que no te metieras con nosotros”. Otros lo niegan. Sea veraz o sea ficticia, la frase ilustra el mensaje que las balas le mandan a la prensa.

Cuando el Estado de Derecho falla, a menudo surge un periodista para denunciarlo. Los agresores de periodistas, quienes suelen tener las espaldas bien guardadas y acostumbran a operar en la impunidad, lo saben. El periodismo, cuando funciona bien, es una brecha en la impunidad, una fisura que permite que el público sepa lo que está sucediendo.

Lo triste de lo que pasó el pasado viernes es que murió una persona, lo preocupante es que la impunidad de México está cerrando su brecha y aspira a convertirse de nuevo en un bloque monolítico. Es difícil que los impunes consigan regresar a un sistema de prensa mudo y asustado por un mínimo de dos razones.

Primera, porque el periodismo mexicano independiente es valiente y una vez probado el sabor estimulante de la libertad de expresión, no lo soltará fácilmente. Y segunda, porque varios mecanismos del propio Estado han limitado las capacidades legales para reprimir a la prensa.

Pero que nadie se engañe, los ataques han tenido y tendrán efecto en reforzar a la impunidad. Reporteros sin Fronteras, una organización internacional de apoyo a la libertad de prensa, publica en sus informes datos que los periódicos suelen tener presentes, pero que el público olvida.

Los estados de la República pueden legislar en materia de prensa, y sólo en Chiapas 40 periodistas están bajo juicio en estos momentos. En los últimos años, varios periodistas han pasado por la cárcel acusados de delitos relacionados con el ejercicio de su profesión. En Mérida, las autoridades están bajo sospecha de encubrir ataques a un periódico y en todo el país, el poder judicial amenaza sin vergüenza el derecho a la protección a las fuentes. Los ataques personales aumentan. En los últimos cuatro años han desaparecido cinco periodistas en México. Ninguno de los cinco casos se ha resuelto. Desde el año 2000, 23 periodistas han muerto asesinados. La mayoría de los crímenes sigue impune. Es el México del siglo XXI.

¿Asesinos por naturaleza? La masacre en el Tecnológico de Virginia

Claudia Magallanes Blanc

Treinta y tres muertos, incluyendo al asesino, y quince heridos. Éste es el saldo de la masacre que sucedió en el Tecnológico de Virgina el pasado lunes. La noticia no puede dejar de sorprendernos y de intrigarnos, a pesar de que no es necesariamente una noticia extraña. ¿Alguien recuerda cuántos han sido ya los incidentes de masacres en universidades, escuelas o plazas en diferentes ciudades de Estados Unidos? El que sean hechos repetidos no los justifica. En realidad debería ser un dato que nos causara preocupación y diera pie a la reflexión.

¿Qué ventajas ofrece que la gente tenga el derecho a portar armas? ¿Es un beneficio? ¿Es una cuestión de seguridad? ¿Qué factores sociales, culturales y psicológicos pueden hacer que una persona, quienquiera que sea, pero más aun un joven, mate a sangre fría y de forma indiscriminada? ¿Qué papel tiene la sociedad en un hecho como éste? ¿Cuál debe ser la tarea de los medios de comunicación al informar sobre un suceso de esta índole? Incluso podemos preguntarnos, ¿podemos identificar alguna influencia de parte de los contenidos de los medios de comunicación en un caso como éste?

Al leer la noticia de la matanza me vinieron a la mente dos productos mediáticos relacionados con el tema. En primer lugar, pensé en el documental ganador del Oscar realizado por Michael Moore, Bowling for Columbine. El film trata de forma satírica la naturaleza violenta de la sociedad estadounidense. Moore explica que la estadounidense es una sociedad llena de miedo y que por ello recurre a las armas para protegerse de sus enemigos, quienes quieran que éstos sean. En Bowling for Columbine se discute la masacre ocurrida el 20 de abril de 1999 en la preparatoria de Columbine, donde murieron 22 estudiantes y un profesor y hubo 24 heridos, y en la cual los dos jóvenes que dispararon se quitaron la vida. Lo mismo sucedió el lunes en el Virginia Tech con Cho Seunghui, el estudiante que masacró a sus compañeros de universidad.

Otro producto mediático que vino a mi mente fue un episodio de una serie de televisión estadounidense llamada Cold Case. En este programa, donde se investigan crímenes pasados sin resolver, hubo un episodio sobre una matanza a manos de dos jóvenes de preparatoria en un centro comercial, quienes también se suicidan. Lo que hace que el caso se reabra es el descubrimiento de un video de los hechos, el cual indica que hubo una tercera persona involucrada, una adolescente que incita a los jóvenes a matar a los demás como forma de venganza por haber sido violada por un grupo de muchachos que están comiendo en la zona de comidas del centro comercial. Por supuesto, los jóvenes asesinos tienen inclinaciones a la violencia, son retraídos, raros, hablan constantemente de la muerte y llevan consigo armas de fuego. ¿Demasiadas semejanzas con la realidad? ¿O una ficción que refleja una realidad que se ha “normalizado” en el discurso mediático?

La cobertura que distintos medios de comunicación nacionales e internacionales han hecho de la matanza del pasado lunes en el Tecnológico de Virginia se ha enfocado en dar información sobre los hechos y en condenarlos, pero no necesariamente en reflexionar sobre sus causas, sobre la responsabilidad del gobierno, de la sociedad e incluso de los medios de comunicación en producir y reproducir discursos que justifiquen la violencia y el uso de las armas. Este hecho no es aislado: se ha repetido demasiadas veces ya, y no podemos ignorarlo. Es una tragedia por la pérdida de vidas, y las consecuencias que esto tiene para quienes siguen vivos. También es una tragedia porque sus múltiples y complejas causas no están siendo discutidas. ¿Cuánto tiempo habrá que pasar hasta que nuevamente un joven con problemas y acceso a un arma cruce la línea de la cordura y dispare indiscriminadamente en otra escuela?