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Puebla > Cultura
jueves 29 de marzo de 2007

HASTA ADENTRO

Homenaje

Marko Castillo

A mis continuos, asiduos, esporádicos, accidentales o despistados lectores les consta, quiero hacer hincapié en esta palabra; constar, que muy pocas veces he utilizado en esta columna para desfogar mis ansias megalómanas. Pero en esta ocasión no puedo resistir la tentación de referir las sensaciones que produce un reconocimiento público a un creador local, y ya con la advertencia, puedo hacerlo. ¿Para qué hablar mal de los demás si puedo hablar bien de mí?
Primeramente, la sorpresa de ser objeto de un homenaje como creador escénico local dentro del marco de la celebración del Día Internacional del Teatro, que se festeja los 27 de marzo de cada año en todo el mundo, decretado por la ONU, seguido por la preocupación: ¿Ya estoy en la edad de los homenajes? ¿Qué actitud debo de tomar de ahora en adelante? O como me preguntó Aída Andrade: ¿Qué, estás muy enfermito o muy jodido para que te hagan un homenaje?
Después de estas sensaciones pasa uno por el período de la negación. Estas falsas modestias que nos impelen a rechazar a priori un reconocimiento de este tipo, además, siendo creador independiente, ¿qué talante tiene uno que tener para aceptar un homenaje institucional?
Posteriormente llega la etapa del juego y de la broma para travesear con la idea de que uno puede recibir un homenaje premortem, esperando que no me suceda los que le pasó a Alfred Hitchcock, que se murió una semana después de un homenaje que le hicieron.
Llega el momento de la aceptación, aunado a la circunstancia de dar una función en honor al teatro, dentro de su día festivo y al hecho de ver amigos que hace tiempo no nos vemos.
Cuando llega la hora de la hora. En el momento de ofrecer la función, que por cierto fue el monólogo El tribunal del demonio del dramaturgo poblano Ricardo Pérez Quitt y cuyo personaje es el noveno arzobispo de Puebla de los Ángeles don Juan de Palafox y Mendoza en una diatriba feroz en contra de la comedia, al empezar a ver caras conocidas, caras que surgen del propio pasado, como un grito del tiempo para recordar nuestro origen y nuestros pasos por la vida.
Al terminar la función, la sorpresa de una semblanza realizada por Roberto del Castillo, basado en un guión escrito por Víctor Puebla y locutoreada por Abel Tóvar en dónde por varios minutos se vio desfilar ante los ojos presentes, fotografías que abarcaban por lo menos 30 años de trayectoria.
Finalmente el reencuentro con dos creadores contemporáneos, Víctor Puebla y Ricardo Pérez Quitt, otra vez juntos, al igual que hace 32 años cuando creamos el primer grupo contemporáneo de teatro independiente en Puebla, y que ahora podemos decirlo sin falsas modestias, porque así fue. Sentando las bases del movimiento teatral poblano desde la década de los 70 hasta nuestros días. Esperamos que podamos seguir siendo guerreros del teatro por el tiempo que podamos hacerlo.
Saco la conclusión de que los homenajes sirven para recordar, para reencontrarse con viejos amigos de siempre, para reflexionar y para llorar hasta la nausea y saberse hijo dilecto del melodrama. Gracias a toda la gente que me ha rodeado en esta feliz vida que afortunadamente me ha tocado vivir. Estoy vivo, hago teatro, soy poblano, tengo amigos y enemigos, soy amado y odiado y además homenajeado: ¿qué más puedo pedir?
Creo que debo dar las gracias a la directora del IMACP, Dalia Monroy, por este reconocimiento.