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Puebla > Estado
miércoles 14 de marzo de 2007

En el neoliberalismo no hay futuro para los indígenas, advirtió Samuel Ruiz García

Martín Hernández Alcántara

El obispo emérito de San Cristóbal de las Casas, Samuel Ruiz, advirtió que los pueblos indígenas no tienen futuro en el sistema neoliberal vigente, el cual, antes de respetar sus usos y costumbres, apuesta a enajenarlos y eliminar su identidad; sin embargo, en el “mundo indio”, aseveró, está la salvación de occidente, sobre todo si se asimila el sentido comunitario que los indígenas poseen y se antepone a criterios individualistas que imperan en las sociedades contemporáneas.


El obispo Samuel Ruiz García consideró que la crisis que enfrenta la humanidad hace posible su extinción, de la cual, paradójicamente, el hombre es el único culpable / Foto: Rafael García Otero

Ruiz García, quien encabezaba la diócesis de San Cristóbal cuando emergió el Ejército Zapatista de Liberación Nacional en 1994, dictó ayer por la mañana una conferencia en la Universidad Iberoamericana campus Puebla, en la que evadió hablar concretamente de la situación de Chiapas, aunque, ante las preguntas del auditorio, señaló que en el caso de aquel estado del sureste todavía persiste la discriminación, aunque se han gestado avances importantes, principalmente porque los indígenas han tomado conciencia de la importancia de su cultura, de su identidad y del poder que sus valores tienen para evitar la degradación a la que ha sido conducida la humanidad.

De hecho, cuando le preguntaron su opinión sobre la importancia de dicho movimiento, contestó que, sin escatimar la relevancia del alzamiento indígena chiapaneco, en esos años también hubo en América Latina una corriente de concientización en el mundo indígena sobre la importancia de su cultura para el género humano.

La investigadora María Eugenia Sánchez Díaz de Rivera le comentó a Samuel Ruiz que el presidente Felipe Calderón Hinojosa estaba dando pasos alarmantes en su presunta política de seguridad pública, pues sus acciones parecen más encaminadas a reprimir la organización social que a acabar con el crimen organizado. El obispo le contestó que efectivamente “son tiempos de oscuridad”, pero que no se puede perder la esperanza y mucho menos “dejar de luchar por un mundo mejor”.

“Un mundo distinto

es posible”

El doctor Honoris Causa del sistema jesuita de enseñanza comenzó su disertación manifestando que la pasión, crucifixión y muerte de Jesucristo fueron una suerte de fracaso para los apóstoles que lo seguían, pero que la resurrección les dio bríos para seguir la divulgación de su fe, pese a las amenazas, las persecuciones las torturas e incluso la muerte que padecieron.

Luego abordó la situación actual, y dijo que la sociedad presente está caracterizada por el miedo a la guerra y las estructuras impuestas por el neoliberalismo.

Exclamó: “Se teme a la guerra anunciada con una agresión criminal, a la manipulación religiosa, violación de los derechos colectivos e individuales, a la guerra prevenida como base para la reactivación económica. El rechazo a esa guerra es el hecho más masivo en la historia de la humanidad”.

Abundó: “La sociedad neoliberal se distingue por la creación de estructuras injustas que concentran el poder económico y político en pocas manos, intensificándose el despojo y el empobrecimiento de las mayorías”. En esa lógica, dijo que atestiguamos “el cinismo de quienes se han enriquecido con este estado de cosas, quienes dicen que culminarán con el atropello y dicen que trabajarán por abatir el número de los desprotegidos”.

“En esta sociedad debe construirse el reino de la justicia, el amor y la paz”, aseveró, y añadió que no se puede ignorar la situación, porque sería irresponsable, por lo que exhortó a los presentes a buscar que los pueblos del mundo progresen armónicamente con respeto mutuo a sus diferencias.

Consideró que la crisis que enfrenta la humanidad hace posible su extinción, como fruto de la desorientación axiológica en que se encuentra y de la cual, paradójicamente, el hombre es el único culpable.

“Debemos estar conscientes de que ni la economía ni la política pueden resolver por sí solas los actos de corrupción de los hombres”, sentenció, y volvió a invitar a “ser mejores, a actuar en forma distinta, a asumir que el hombre no es un medio para lograr el dominio técnico, sino el fin mismo de todo su entorno”.

Propuso entonces el rescate de una “ética de la responsabilidad” para establecer un nuevo orden mundial que incluya acuerdos que pongan a salvaguarda los valores de las distintas culturas.

“La ética de la responsabilidad no es un modelo religioso ni una imposición dogmática, sino que debe considerar acuerdos que respeten las diferencias para avanzar a un nueva dimensión de lo humano (...) las relaciones éticas no están alienadas por reglas, se trata de modos de actuar más que modos de actuar y no de imposiciones”, agregó.

El obispo añadió que es necesario construir “una ética mundial” fundamentada en acuerdos comunes para el diálogo y el respeto; saber para la responsabilidad, establecer principios mínimos de horizonte para un diálogo que no interrumpa la libertad de elección, actuar con responsabilidad hacia el otro y hacia el mundo, amén de poder entender que el hombre no es un medio sino un fin, y que “si ha podido originar tantos males puede originar progreso y cosas buenas”.

Expresó que la unidad del género humano no se dará por la desaparición de las religiones o la convergencia de todos los credos en una sola, sino al respeto entre ellas. “Construir la paz en la justicia es una convocatoria interpelante para las religiones, culturas y tradiciones”.

Sugirió “construir la paz en la justicia, una sociedad fraterna en el diálogo, acercarnos constantemente hacia el reino de dios”.

No hay futuro

para los indígenas

En la ronda de preguntas y respuestas le pidieron a Samuel Ruiz García su perspectiva sobre el destino de los pueblos indios, a lo que contestó:

“El futuro de las comunidades indígenas en este sistema no existe, hay evidentemente como consecuencia de este sistema una marginación de los indígenas no voluntaria, sino como consecuencia del sistema. El indígena está en el piso más bajo de la sociedad del sistema donde se concentra el poder político y económico, el sistema en su lógica lo despoja de todo, los indígenas son las principales víctimas. En el sistema, como existe, no hay posibilidades de existencia, sino sólo como una asimilación de la sociedad, como una enajenación; es decir, despojando al indígena de la sociedad para convertirlo en uno más idéntico a todos”.

Agregó que afortunadamente hay un crecimiento en la conciencia del indígena sobre el valor de su identidad dentro de la sociedad; así, mientras el sistema globalizador intenta homogenizar las identidades, el indio lucha por conservar la suya, empujando así al florecimiento de una nueva sociedad en donde impere el respeto por la diferencia.

Interrogado sobre la aparición del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y sus consecuencias, dijo:

“El movimiento zapatista se inscribe en el continente americano en un momento en que el indígena asume su propia identidad; no disminuyo la fuerza del movimiento, pero hay que inscribirlo en una situación más amplia. Hoy en el continente hay no sólo por parte del indígena una toma de conciencia de la identidad, sino que el futuro amenazado de nuestra propia sociedad occidental tiene una respuesta en el indígena. Ellos son poseedores de valores, se sabe, que no tienen los occidentales; por ejemplo, la conciencia de la enorme dimensión de la cultura comunitaria, pero no percibimos la hondura de eso”.

Contó una anécdota devastadora: atestiguó cómo un niño mestizo de brazos que estaba al lado de su madre se desplazó hacia donde estaba otro pequeño de más o menos la misma edad y sin motivo alguno lo abofeteó. La progenitora del agresor se limitó a darle una cariñosa nalgada, como diciendo: “Mi astronauta, qué bueno que has regresado”, mientras que al ofendido lo consolaron dándole una galleta, misma que él, antes de morder, intentó compartir con las personas que estaban cerca.

¿Dónde se origina la diferencia entre ambas conductas?, ¿cómo educaron las madres a ambos infantes de manera tan distinta?, ¿por qué se comportaron de manera tan opuesta dos criaturas que ni siquiera han desarrollado la capacidad de pensar y mucho menos de hablar?, cuestionó el obispo Samuel Ruiz García ante un auditorio que estaba literalmente pasmado con el episodio descrito.

La respuesta la dio Rosario Mejía, una indígena maya, procedente de Los Reyes, estado de México, que estaba en el recinto casi por mera casualidad, ya que esta semana vende artesanías en los pasillos de la Ibero. La mujer, que tenía a un niño en brazos y otro pequeño al lado, es integrante del Consejo de Integración Maya para la Educación y el Desarrollo. Ella dijo que las universidades, los centros y movimientos progresistas han ayudado en mucho a despejar las sombras de racismo y discriminación que ennegrecen la mente de la mayoría de los mexicanos. Su intervención, la más larga de los escuchas, fue premiada con aplausos.

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