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Puebla > Salud
miércoles 7 marzo de 2007

MEDICINA E INVESTIGACIÓN

Diferencias biológicas entre el hombre y la mujer

Rafael H. Pagán Santini

Tanto en la medicina como en campos afines hay un entendimiento básico de que existen diferencias marcadas en la epidemiología, en las manifestaciones clínicas y en las terapias de las enfermedades, dependiendo del sexo; sin embargo, los fundamentos biológicos de estas diferencias son poco conocidos. El doctor Daniel D. Federman publicó una revisión actualizada sobre las diferencias hormonales y genéticas entre los sexos que reseñaremos breve y someramente. N. Engl. J. Med. 354; 14.

Según el doctor Federman, el hombre, aunque presenta cierta disminución en su fecundidad con el tiempo, la espermatogénesis se mantiene activa durante toda la vida, a diferencia de la mujer que deja de ovular en la menopausia. Mientras que el hombre se mantiene fértil de manera continua, la mujer sólo es fértil una vez al mes por un periodo de 12 horas. Estas diferencias radican en la forma en que las células germinales son desarrolladas desde el periodo fetal y en la forma en cómo diversas hormonas interactúan. Por ejemplo, en el momento de la diferenciación de los ovarios en el feto hay presente entre 3 y 4 millones de folículos, entre un millón o menos se preservan al momento de nacer, hay aproximadamente medio millón de folículos en el momento de la menarquia y para la sexta década ya no existe ningún folículo ovárico.

La mujer comúnmente se ve afectada de tres a 10 veces más que al hombre por enfermedades como el lupus eritematoso sistémico, la esclerodermia, la esclerosis múltiple y la Enfermedad De Grave. Lo único que estas enfermedades tienen en común es que todas son producto de un proceso autoinmune. Por mucho tiempo se pensó que los esteroides producidos en las gónadas jugaban un papel principal en esta disparidad, pero el descubrimiento de que las células fetales pueden persistir en la circulación de la madre décadas después del alumbramiento, ha obligado a la elaboración de una mejor hipótesis: la presencia de esas células extrañas proveen una exposición antigénica que podría ser la fuente de esta elevada reacción inmune en la mujer.

Las hormonas conocidas como hormonas sexuales, estrógenos y andrógenos, presentan actividades diferentes a tres niveles: primero el de las gónadas, luego a nivel intracelular y por último a nivel de tejidos no relacionados con la reproducción. Tradicionalmente se ha identificado a los andrógenos (testosterona) con las características masculinas y a los estrógenos (estradiol) con las femeninas. Ahora bien, todo estrógeno es obligatoriamente sintetizado a partir de los andrógenos. En otras palabras, los andrógenos son sintetizados tanto en los ovarios como en los testículos y luego parcialmente convertidos en estrógenos del tipo de estradiol y de estrona. El doctor Federman señala el hecho de que ambos sexos producen las mismas hormonas, lo que significa, según él, es que las diferencias fisiológicas son necesariamente cuantitativas. Por consiguiente, las diferencias hormonales entre ambos sexos es de: cuánto andrógeno se hace y qué porcentaje se convierte en estrógeno. Por ejemplo, los testículos producen aproximadamente 7000 _g de testosterona por día y convierten 0.25 por ciento en estradiol. Básicamente, los ovarios producen 300 _g de testosterona por día, pero convierten la mitad en estradiol.

El desarrollo de las características sexuales secundarias en la pubertad refleja un resumen fisiológico de lo hasta aquí explicado. El hombre produce predominantemente testosterona y convierte una fracción de un porcentaje en estrógeno. El efecto fenotípico de la testosterona incluye la musculatura masculina, la profundización de la voz, crecimiento de la barba y de la glándula prostática, desarrollo de los genitales, esparmatogénesis, deseo sexual y función eréctil; sin embargo, las últimas investigaciones han presentado evidencia que permiten inferir que el estrógeno en el niño es necesario para que el crecimiento en la pubertad se acelere, los huesos adquieran su densidad normal y para que se adquiera una complexión normal en el crecimiento.

Por otro lado, en la pubertad de las niñas y en las mujeres predominan los estrógenos. Esta hormona es responsable del desarrollo de las mamas, del flujo menstrual, del crecimiento acelerado en la pubertad y de la conclusión del crecimiento; sin embargo, a diferencia de la testosterona en el hombre, el estrógeno no es el responsable del deseo ni de la excitación sexual femenina, ni tampoco de la satisfacción sexual. La base hormonal, si es que hay alguna, para este fenómeno, se desconoce, pero se piensa que se debe parcialmente a la testosterona.

Una segunda diferencia consiste en la acción de las hormonas sexuales a nivel intracelular. La actividad de estas hormonas está relacionada directamente con el material genético del tejido diana. Esto parece de particular importancia en el cerebro, con respecto a la conducta y a la identidad sexual, a la selección de pareja y otros actos relacionados con el sexo.

Existen otros tipos de tejidos, no relacionados con la reproducción, que son influenciados por las hormonas sexuales. Los estrógenos tienen un efecto directo sobre la proliferación cartilaginosa, en la síntesis y calcificación de la matriz ósea y en la morfogénesis de los huesos, efectos que formalmente eran atribuidos a la testosterona. Estudios recientes han demostrado que los estrógenos tienen un efecto dramático sobre el tejido cardiovascular y sobre su funcionamiento. Su acción es principalmente de protección contra la arteriosclerosis y contra la disfunción endotelial.

La biología molecular cada día devela más las diferencias genéticas entre los sexos. En contraste con los aproximadamente 1090 genes que hay en el cromosoma X, el cromosoma Y humano tiene 80 genes que pueden ser divididos en dos grandes clases. Una de ellas está encargada de mantener la estructura celular y en la fisiología funcional. La segunda clase consiste en genes únicos del cromosoma Y, que se denominan región específica del hombre. Estos genes están relacionados con la función testicular. Los genes más importantes en esta porción son la región determinante del sexo (SRY) que dirige la diferenciación de la gónada en el feto.

Las diferencias entre los sexos impregnan todas las experiencias clínicas en medicina. Los mecanismos directos de la mayoría de los fenómenos que involucrados en el dimorfismo sexual aún no han sido identificados. Probablemente la dilucidación de estos fenómenos involucrá los controles genéticos y endocrinos explicados en este artículo.

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