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Puebla > Justicia
viernes 23 de febrero de 2007

En Cuacnopalan, Sanjuana Martínez indaga sobre violaciones del cura pederasta

Martín Hernández Alcántara

La periodista Sanjuana Martínez, autora del libro Manto Púrpura, pederastia clerical en tiempos del cardenal Norberto Rivera, visitó Cuacnopalan, población en la que Nicolás Aguilar Rivera fungió como párroco desde 1974 hasta 1987 y en la cual se presume que existe el mayor número de hombres violados por el sacerdote cuando eran niños.


La periodista Sanjuana Martínez visitó Cuacnopalan, población en la que Nicolás Aguilar Rivera fungió como párroco desde 1974 hasta 1987 y en la cual se presume que existe el mayor número de hombres violados por el sacerdote cuando eran niños / Foto: José Castañares

Durante el recorrido que hizo este martes, la periodista se entrevistó con Miguel Aureliano Pérez Medel, quien fue agente subalterno del Ministerio Público en la época en que se descubrieron los abusos sexuales perpetrados por el cura violador, entre finales de 1986 y principios de 1987.
Pérez Medel, de 66 años y quien ahora se dedica por completo a sus actividades como agricultor, le dijo a Sanjuana Martínez que cuando fue Representante Social auxiliar jamás recibió denuncias por los ultrajes que cometió Nicolás Aguilar Rivera, quien está acusado de haber consumado casi 90 violaciones sexuales contra sendos niños en México y EU.
Sin embargo, ante las preguntas de la informadora, Pérez admitió que los abusos del cura pederasta eran conocidos y comentados entre los vecinos, aunque los progenitores de las víctimas siempre guardaron silencio sobre los delitos, “tal vez porque les daba verguenza”, justificó.
Lo cierto es que Miguel Aureliano Pérez tampoco inició una investigación por la agresión que sufrió Nicolás Aguilar Rivera en 1986, cuando fue descubierto cometiendo violación sexual y pobladores lo atacaron. Según el entonces agente subalterno del Ministerio Público, pese a la evidente herida que el presbítero presentaba en el cráneo y la sangre que fue hallada en el lugar de la agresión, el agraviado no se decidió a interponer una querella legal.
–¿Por qué cree usted que Nicolás Aguilar no demandó a sus agresores? –cuestionó Martínez.
–No lo sé, sus motivos habrá tenido –respondió el entrevistado.
Poco después, Sanjuana Martínez entrevistó a un anciano que tuvo la encomienda de encabezar el comité de obras de Cuacnopalan, cuando Aguilar Rivera llegó a esa comunidad del municipio de Palmar de Bravo, ubicada en el centro de la entidad poblana, en 1974 y se convirtió en párroco.
El viejo contó que el cura pederasta no mostraba respeto por la voluntad popular de festejar la jerarquía de parroquia que estaba estrenando la feligresía: “no quería cohetes ni banda, él nada más quería dinero para la iglesia, era lo único que le importaba”.
El declarante añadió que se distanció del párroco porque desde el púlpito pronunció un sermón que él considero humillante para Cuacnopalan, pues les dijo a los fieles que no tenían derecho a adquirir la jerarquía de la parroquia, porque no habían trabajado con esmero en las obras del edificio eclesial.
Una noche de finales de 1986, el anciano escuchó la campana del pueblo que tañía convocando a los habitantes. Salió de su casa y entonces vio que el sacerdote Nicolás Aguilar Rivera iba en su camioneta con el rostro ensangrentado.
Se supo después que el cura fue sorprendido en pleno acto sexual con uno o dos Sjóvenes.
En los días posteriores, una comisión representativa de los fieles católicos de Cuacnopalan se entrevistó con Norberto Rivera Carrera, entonces obispo de la Diócesis de Tehuacán, y le solicitaron que sacará a Nicolás Aguilar Rivera del pueblo. En un principio, el ahora cardenal les respondió –y presunto protector del cura violador– que no había sustituto para la parroquia, pero semanas después el sacerdote ultrajador abandonó el pueblo.

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